Entre halcones y caballos: cómo la cetrería y la equitación acercan a Chile y Qatar
Son disciplinas nobles, donde el animal no es solo un compañero, sino la encarnación de una conexión profunda entre humano y naturaleza. Tanto en el desierto qatarí como en los campos chilenos, deportistas han encontrado en estos oficios milenarios una pasión que trasciende fronteras. En el marco del Year of Culture Qatar-Chile 2025, estas son las historias de chilenos que han hecho de Qatar un escenario para mostrar su arte y su oficio.

En un estadio que parece sacado de una película, los caballos relucen como esculturas bajo grandes focos monumentales. Justo ahí, en el Centro Ecuestre Al Shaqab, en el corazón de Doha, Qatar, la temperatura no detiene a los jinetes.
La escena, poco probable para un país como Chile, es descrita por Agustín Covarrubias (42), quien encontró un lugar apto en Qatar para sobrepasar sus propios límites. “Para mí, el caballo es como una extensión de mis piernas: es parte de mi cuerpo”, resume desde México el jinete local, que ha recorrido el mundo en diversas competencias.

En 2021, el chileno corrió en esas pistas climatizadas en Doha, durante noches de competencia que se extendían hasta cerca de las diez. Y es que, al menos durante los meses más calurosos, hay que esperar a que baje el sol. Así las pruebas comienzan por la tarde y se prolongan hasta entrada la noche, con jinetes y caballos desafiando al calor bajo una iluminación artificial y tecnología, que transforma la arena de Al Shaqab en un escenario futurista.
Covarrubias no solo fue el primer jinete chileno en conseguir una medalla en dicha disciplina en el país del Golfo Arábico, consiguiendo un tercer lugar en dicho evento deportivo, sino también uno de los pocos que ha roto el molde y que intentó adentrarse en la otra cara de la cultura. Pasó por mercados típicos, realizó algunas prácticas tradicionales con qataríes y socializó con ellos, quienes le agradecieron por el respeto con que vivió su cultura.

A pesar de la lejanía entre Qatar y Chile, dice que hay un hilo que une a estos dos países. En el primero, el respeto y afición por los caballos es casi sagrada, con centros deportivos y estadios equipados con “cañones de aire acondicionado” y pesebreras, diseñadas como lujosas suites de hotel. En cambio, en el territorio local es más modesto y familiar, con una tradición ecuestre que se mantiene como algo más íntimo, como una costumbre heredada de generación en generación.
Y es que en Qatar, la relación con el caballo, especialmente con el caballo árabe, es profundamente emocional y cultural, con una conexión más allá de lo deportivo. Fundado en 1992, Al Shaqab nació de la visión del Emir Sheikh Hamad Bin Khalifa Al Thani, con el objetivo de preservar y celebrar la importancia histórica del caballo árabe. Sus caballos son considerados símbolos vivientes y han triunfado en competencias internacionales, ganando prestigio a nivel mundial.
Al Shaqab no solo cría algunas de las líneas de sangre más prestigiosas, sino también ofrece programas educativos integrales y organiza eventos internacionales que refuerzan el rol de esta disciplina en la cultura qatarí.

En Qatar, el vínculo afectivo entre los niños y los caballos suele comenzar a una edad temprana, fomentado por programas escolares y familias que inculcan un amor duradero por la equitación. Las caballerizas de Al Shaqab utilizan su academia de equitación para desarrollar este deporte estético de cara al futuro, haciéndolo divertido y accesible para los jóvenes entusiastas. Programas únicos como el Programa de Terapia Asistida con Equinos, diseñado específicamente para niños con necesidades especiales, hacen que este deporte sea aún más inclusivo.
Se destaca también el aumento en la participación de mujeres y niñas debido a iniciativas como Al Farissa, un concurso exclusivo que impulsa la confianza y desarrollo técnico.

Eso sí, tal como destaca Covarrubias, la infraestructura de Al Shaqab es de reconocimiento internacional. Cuentan con establos climatizados, hidroterapia equina, la rueda de ejercicios más avanzada del mundo y atención veterinaria, todo pensado para optimizar el bienestar y rendimiento de sus caballos.
De hecho, en 2026, el Qatar Equestrian Tour será un hito deportivo histórico que reunirá jinetes de distintas naciones, reafirmando a Qatar como epicentro global de la cultura ecuestre.
Cetrería: el vuelo y los cielos
“La cetrería no es volar un ave: es sobrevivir junto a ella”, dice Andrés Cancino (44), cetrero chileno con 23 años de experiencia, quien practica esta disciplina, declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO y que consiste en la caza con aves rapaces entrenadas.
Esta práctica tiene fuertes raíces en el mundo árabe y, específicamente en Qatar, el halcón es emblema nacional, manteniendo un respeto ante esta tradición que cuenta con respaldo estatal para potenciar su conservación e identidad.

A ojos de Cancino, la cetrería no se trata de un simple pasatiempo ni un oficio, sino un pacto entre el ser humano y la naturaleza. “Es sobrevivir junto a un ave rapaz, salir al campo y cazar para vivir: esa simbiosis es lo más profundo que existe en el vínculo entre especies”, explica.
Cancino, quien ha trabajado en conservación, educación ambiental, rehabilitación de aves heridas, y control biológico con rapaces entrenadas, ha representado a Chile en tres ocasiones en festivales internacionales de cetrería en el Medio Oriente, donde ocurren los encuentros más prestigiosos del mundo.
“Allá la cetrería no es un pasatiempo y es parte de su identidad”, defiende. Antiguamente, en Qatar la práctica permitió que las familias obtuvieran alimento en medio del desierto y hoy, su relevancia simbólica, deportiva y cultural, persiste como uno de los símbolos del país.
Además, a nivel gubernamental, los qataríes se preocupan de supervisar la conservación de las aves, sus universidades cuentan con centros especializados y existen hospitales exclusivos para los halcones. El Hospital Souq Waqif es una institución donde los cetreros de todas partes del mundo llegan para realizar desde radiografías hasta análisis de sangre. A su alrededor se encuentra el mercado más completo de la disciplina, donde se pueden comprar aves de diferentes precios, hasta materiales para la práctica del deporte.

El chileno fue testigo de un alto nivel de sofisticación y respeto por el ave en su paso por esas tierras. “Ellos viven en torno a sus aves: las crían, entrenan y, luego, las liberan... Usan técnicas milenarias que han pasado de generación en generación”, complementa.
Lo mismo vio Sebastián González (29), cetrero de Rapaces Chile, organización local que protege este arte en el país. Desde sus inicios en plena infancia por los cerros de Santiago, hasta representar al país en esas latitudes, ha sido testigo del cambio. “Cuando empecé, era algo desconocido... casi clandestino”, recuerda. “Muchos trabajaban sin protocolos, permisos ni conciencia, pero hoy hay asociaciones, capacitaciones o encuentros: falta mucho, pero estamos avanzando”, declara.
Como parte del equipo chileno invitado a un festival internacional en Medio Oriente, vivió la potencia de una tradición que es parte del tejido cultural. “Estar allá fue abrir los ojos, porque ellos respetan a sus aves como iguales”, expresa. “Cuando un halcón vuela, todos hablan el mismo idioma”, agrega, aludiendo a su participación con profesionales de China, Rusia, Australia y otros países.

Pensando en el caso local, muchos pensarían que el cóndor podría ser un ave noble para este deporte, pero, al ser un animal carroñero, es todo lo contrario. Sebastián complementa que la especie más común para la cetrería en Chile es el peuco, un ave adaptable y confiable.
“Vuela bien en todos los ecosistemas, así como en el bosque, desierto o litoral y se lleva bien con los humanos, además de ser la que más usamos para educación y control biológico”, relata, añadiendo que a la familia cetrera se suman otras aves como tucúqueres (búhos grandes), cernícalos y halcones peregrinos.
En Medio Oriente, en cambio, trabajan con halcones híbridos, criados para tareas específicas como caza, carreras o exhibiciones. “Allá usan sacres, gerifaltes y peregrinos cruzados, como si fueran autos deportivos para cada tipo de competencia”, ejemplifica Cancino. Incluso, dice el experto, tienen halcones que provienen del sur de Chile y Argentina, como el kreyenborgi, una variedad pálida del halcón peregrino patagónico. “Es impresionante cómo conocen y valoran nuestra fauna”, rememora de sus viajes.
González ve en Qatar un ejemplo y, en el contexto de Years of Culture, también ve una oportunidad para lograr intercambios culturales entre ambas naciones. “Ellos viven la cetrería como parte de su estilo de vida y eso puede darnos muchas lecciones... No solo técnicas, sino también normas éticas, médicas o legales: ojalá podamos intercambiar, aprender y aportar”, añade.
Aunque su foco está en la cetrería, Cancino también trabaja en conservación. Tras participar en campañas para proteger aves rapaces de amenazas humanas, ve en este vínculo con Qatar una gran oportunidad: “Podríamos aprender mucho, desde la gestión hasta el respeto, pero también podemos mostrarles nuestras aves, técnicas o visión…”, sentencia.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
4.