Voto obligatorio en un momento populista
SEÑOR DIRECTOR:
El triunfo del “Rechazo” de la primera propuesta de nueva Constitución generó la ilusión de que el voto obligatorio introducía a un votante más ponderado, desapasionado y reformista del que sufragaba voluntariamente. Pero esa ilusión se rompió en la primera vuelta presidencial 2025.
En efecto, el voto obligatorio tendió a castigar a las candidaturas moderadas y a premiar a los candidatos populistas y radicales. Por ejemplo, en las comunas donde más aumentó la participación entre la elección presidencial del 2021 y 2025, mayor fue la votación de Franco Parisi, mientras que, por otro lado, en el caso de Chile Vamos, la relación fue inversa.
Hay al menos dos razones detrás de este fenómeno. La primera es que el voto voluntario por mucho tiempo incentivó a los partidos a buscar al ciudadano con mayores probabilidades de sufragar: personas con mayores niveles de educación e ingresos. Así, los partidos tradicionales tendieron a debilitar sus bases “populares”, dejando fuera de la política institucional a amplios sectores de la población. Luego, con la reposición del voto obligatorio, estos partidos se encontraron frente al desafío de llegar a sectores de los cuales estuvieron durante años desarraigados, lo que fue aprovechado por organizaciones desafiantes.
La segunda razón es el “momento populista” en el que está el país de manera más explícita desde el “estallido social”. Este “momento” se caracteriza por una mayor demanda y oferta de discursos que antagonizan a un supuesto “pueblo puro” contra las “élites corruptas”: funcionarios del Estado y de organismos internacionales, partidos políticos tradicionales y grandes empresarios. El peligro de estos discursos es que la deslegitimación sistemática de las instituciones que genera el populista profundiza la desconfianza con el orden democrático, lo que abona el camino al autoritarismo.
Así, el voto obligatorio efectivamente mejora la representatividad al expresar institucionalmente a personas que antes se autoexcluían de la política, pero, al mismo tiempo, amplifica voces que podrían socavar la democracia. En este contexto, el desafío de los partidos con tendencias liberales no es asimilarse al populismo o alejarse del liberalismo. Eso sería un profundo error. Más bien, deben abandonar el cosismo excesivo y ser capaces de articular tanto un discurso político competitivo en sectores populares, como también una mayor vinculación con sus organizaciones y demandas.
Alfonso España
Investigador de Horizontal
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