Culto

Brian Wilson y Sly Stone: luces y tormentos

What’s going on? preguntó en 1971 Marvin Gaye en el título de su más famoso disco. There’s a riot going on, le respondieron meses más tarde Sly and the Family Stone, en un álbum igualmente clásico. Lo que sucede es una trifulca, una revuelta, un alboroto. Entonces y ahora. Implacable. “No estoy hecho para estos tiempos” había advertido un lustro antes el líder de los Beach Boys. Que el descanso eterno acoja, al fin, a tan benditos inadaptados.

Brian Wilson y Sly Stone: luces y tormentos

Las dos mejores películas sobre Sly Stone y Brian Wilson —dos enormes columnas de la música popular estadounidense, muertos ambos esta semana a los 82 años de edad y con solo dos días de diferencia— no son biopics convencionales, y no tendrían cómo serlo. El ascenso de ambos hasta el podio de honor del cancionero del siglo XX partió muy tempranamente, sí; básicamente desde lo autodidacta, también; prodigando muestras precoces de un multitalento a la vez hábil en la composición, la ejecución de varios instrumentos y la producción de estudio. Pero así como el documental Sly Lives (2025) presenta tal desarrollo bajo el prisma cruel del desbarranco que casi siempre aguarda a los genios musicales afroamericanos, la película Love & Mercy (2014) es el retrato de un creador desde las alturas, amenazas y (muy tristes) desvaríos de su mente indócil, mal diagnosticada y peor medicada. En uno y otro caso, la vocación absoluta hacia la música aparece como incompatible con todo lo práctico que impone una vida adulta eficiente y ejemplar.

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Son filmes que plantean un dilema sin solución entre el éxito y el autocuidado; entre el arrojo y la simulación; la fidelidad a un ideal artístico y el cálculo del mercado. Es lo uno o lo otro (y no todos pueden ser Paul McCartney para hacer parecer como que ese equilibrio no costara).

Referentes musicales hay muchos, pero Sly y Brian Wilson estaban en ese reducido apartado de “los que influyen a los que influyen”. La música fue en sus cabezas como una llave abierta de la que no dejaban de brotar ideas originales, tan coloridas como complejas, y que solo ellos podían traducir en pautas de trabajo concreto para ser llevadas a una grabación, convertida luego en inspiración para otras miles. De círculos y estilos diferentes, es curioso cómo una muerte cercana ha revelado en estos días las similitudes de quienes levantaron sobre etiquetas simples (surf, funk, armonías, groove) armados musicales de incomparable contundencia, aunque a un costo que impide asociar sus conquistas a remansos de paz. La explicación fácil dijo “drogas”, “esquizofrenia paranoide”, “desorden bipolar”, “pobreza”. En el citado documental Sly Lives, el músico André 3000 esboza más bien un temible vacío: “Cuando has llevado una vida destacada y explosiva, y tu cuerpo ha absorbido tanta energía como la que ha entregado… y de pronto te detienes: ¿a dónde se va esa energía? ¿De qué te alimentas? ¿Qué ocupa ese espacio en ti?“.

What’s going on? preguntó en 1971 Marvin Gaye en el título de su más famoso disco. There’s a riot going on, le respondieron meses más tarde Sly and the Family Stone, en un álbum igualmente clásico. Lo que sucede es una trifulca, una revuelta, un alboroto. Entonces y ahora. Implacable. “No estoy hecho para estos tiempos” había advertido un lustro antes el líder de los Beach Boys. Que el descanso eterno acoja, al fin, a tan benditos inadaptados.

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