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Carla Guelfenbein: “Hace 10 años la escritura hecha por mujeres era considerada sentimentaloide, menor. Eso ha cambiado”

La destacada escritora nacional vuelve a publicar su novela Contigo en la distancia, en una edición conmemorativa a 10 años de haber obtenido el Premio Alfaguara de Novela. Gracias a esto, su carrera tuvo un salto cualitativo que hoy la tiene entre las autoras más importantes del país. En charla con Culto rememora ese tiempo, comenta qué tanto ha cambiado la literatura chilena desde 2015 y cómo ha sido su experiencia realizando talleres literarios.

Carla Guelfenbein: “Hace 10 años la escritura hecha por mujeres era considerada sentimentaloide, menor. Eso ha cambiado” Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

Una mujer mayor -la poeta Vera Sigall- cae rodando por las escaleras de su casa. Esa fue una imagen que le llegó a Carla Guelfenbein, y no se la pudo sacar más de la cabeza. Ahí supo que tenía una novela. “Tengo varias novelas que han surgido de imágenes, otras que han surgido como de un sentimiento o de otro tipo de idea. Pero en esta fue esa imagen. Vi la escalera, vi la casa, la vi cayendo y la vi con dignidad. No era como un bulto cayendo. Había una dignidad en ella que permanecía a pesar del traspié. No sé por qué me llegó esta imagen, pero inmediatamente comencé a construir. Después llegó el vecino, como una especie como de torrecita que se va armando”, cuenta a Culto acomodada en un sillón del living en su departamento, en Providencia.

Esa novela se llamó Contigo en la distancia, y fue publicada por Alfaguara en 2015. En sus páginas, leemos cómo el vecino de Vera -Daniel- junto con Emilia Husson, una estudiante de literatura recién llegada de Francia, tratan de resolver el misterio detrás de la caída: ¿se cayó o la empujaron? Y detrás aparece la trama de amor y envidia de Vera con su pareja, el poeta Horacio Infante.

Contigo en la distancia marcó un antes y un después en la vida literaria de Carla Guelfenbein, ya que le significó obtener el prestigioso Premio Alfaguara de Novela, en 2015. Hoy, a diez años de ese hito, la novela vuelve a las librerías con una reedición que cuenta con un nuevo prólogo de la autora.

Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

“Fue un súper espaldarazo, en muchos sentidos. Desde mi primera novela fui publicada en toda Latinoamérica, por esas cosas de la vida. ‘Guau, qué suerte la mía, estoy tocando madera’, pensé, porque es muy difícil que con tu primera novela tengas una distribución así. Entonces, yo ya estaba en un lugar, aunque era una suerte de enamoramiento que tenían los editores, pero faltaba hacerme de verdad conocida entre los lectores y el premio fue el primer paso. En México, por ejemplo, me leen muchísimo. De hecho, por eso pronto me voy a la Feria de Guadalajara a presentar mi última novela, Mi vida robada“.

-¿Cómo recuerda el día en que le entregaron el premio?

- No vivía en este apartamento, vivía frente a la Plaza Las Lilas, para empezar. Mis hijos tenían 10 años menos, no eran adolescentes, pero estaban muy cerca de esa etapa. Yo había mandado esta novela sin ninguna gran expectativa, así que no puedo decir que estaba esperando un premio. Obviamente que uno siempre tiene un poquito la esperanza, pero el día anterior me llamaron y me dijeron que estaba entre los finalistas. Así que en realidad esas 24 horas fueron de gran expectación. Esta era mi quinta novela. Por lo tanto, en realidad no tenía muy clara la dimensión de lo que significaba ganarme un premio. Ahora que ya me lo gané, que viví la experiencia, digo qué suerte habérmelo ganado. O sea, nunca me imaginé que era una experiencia tan gloriosa en todos los aspectos, pero cuando no sabes, tampoco esperas demasiado. Así que supongo que estaba tranquila y creo que, hace 10 años, estaba en una muy buena etapa de mi vida. Creo que desde ahí empezó la mejor etapa de mi vida hasta ahora.

- ¿Por qué tan buena?

- No por el premio, sino por la vida, porque ya estaba consolidada como escritora. Creo que eso es una tranquilidad, una confianza muy grande con mi editorial que es Alfaguara, con sus editores. Estaba muy tranquila de saber que puedo explorar incluso en la escritura y que mis editores me van a escuchar. Una situación en la que ya no estoy peleando contra un muro, en que no sé qué va a pasar, estaba ya en un lugar de tranquilidad. Piensa hoy día con la dificultad que hay para publicar en editoriales grandes, y en esa época también, siempre ha sido muy difícil. Luego, otra cosa importante, es que ya era una mujer grande, ahora soy más grande, pero en esa época ya era una mujer grande. Y la verdad es que nadie te dice lo rico que es ser una mujer grande, en el sentido de tener una cierta independencia económica, tener una cierta estabilidad emocional, ya todo lo que venga es un poco fruto de lo que has sembrado un montón de años antes, ya no estás peleando con el mundo. Es una tranquilidad muy grande porque yo creo que las mujeres siempre tienen la sensación de que hay como una fecha de vencimiento. Hay una fecha a partir de la cual ya no estás vigente, tan sencillo como eso. Y yo te diría que es al contrario, o sea, yo creo que nunca he estado tan vigente como ahora. Vieras tú la cantidad de ofertas que tengo, que me invitan aquí, que haga esto, que haga lo otro, pero el 50% de esas proposiciones que me hacen no las hago, no quiero hacerlas, ¿te fijas? Entonces, al contrario, se gana vigencia, tal vez porque vas teniendo un lugar y esa misma seguridad que uno va adquiriendo en el mundo, creo que los demás la sienten. Y esa etapa empezó más o menos en esa época, con el premio.

Foto: Pablo Vásquez Rocha / La Tercera

Volvamos a la imagen de la mujer que cae por las escaleras. Al ver el living del departamento de Guelfenbein (65), notamos su fascinación y amor por el arte chileno. Posee piezas de Eduardo Vilches, Roser Bru y Roberto Matta, entre otros, además de algunas que ella misma ha hecho. Incluso, nos muestra una pequeña escultura de piedra que perteneció a su suegro, el exsenador socialista Carlos Altamirano Orrego. “A él le gustaba mucho”. Ese gusto explica de buena forma la escritura de Guelfenbein.

“La verdad es que trabajo mucho con imágenes. De hecho, yo no hablo de capítulos, sino de escenas. Creo mucho en la visualidad. La gran frase, ‘mostrar en lugar de decir’, que es como una especie de frase canónica a la hora de escribir, yo la sigo muy al pie de la letra. Creo que mostrar la imagen de alguien triste es infinitamente más poderosa, aunque la estés mostrando con palabras. Si veo una escena, veo el personaje, veo energías, veo estados de ánimo. Todo es muy visual”.

- ¿Por eso está rodeada de arte en su casa?

-Sí, mira, estoy rodeada de puro arte y además, yo estudié diseño. Para mí lo visual es muy importante y me rodeo de cosas que me gustan. Además, me encanta que las cosas tengan una historia. No hay nada aquí que no tenga una historia. Tengo objetos que eran de mi papá, de las pocas cosas que tengo de él porque mi padre no tenía casi nada; también tengo de mi suegro, de mi suegra. Todo tiene historia. No hay nada aquí que yo había comprado. O lo heredé, o me lo regalaron. Me encanta eso.

11 Noviembre 2025 Carla Guelfenbein escritora chilena Foto Pablo Vásquez Pablo Vásquez R.

- En el nuevo prólogo comenta que la escritora brasileña Clarice Lispector fue la inspiración para el personaje de Vera Sigall. ¿De qué manera Lispector la ha influenciado?

- Como lectora, muchísimo. De hecho, a Clarice Lispector la conocí hace mucho tiempo, debo haber tenido 18 años y la primera vez que la leí fue en francés. Encontré un libro de ella en una librería en París -yo no andaba ahí de paseo, estaba en el exilio-. Pero lo que te quiero decir es leí la contraportada y me pareció muy interesante. Y de ahí empecé a leerla, me impresionó muchísimo su prosa, esos mundos que ella construye. Había algo en esos mundos en los cual yo me identificaba de una manera muy extraña, porque los personajes no tenían nada que ver con una chica de 18 años chilena que estaba exiliada. Pero yo creo que tiene que ver con eso, tiene que ver con el exilio, pero de una manera mucho más amplia: el exilio de uno mismo, el exilio de tus raíces. Y lo impresionante, Pablo, es que yo no conocía su historia. Me relacionaba con su escritura a través de esa grieta, de esa carencia, de ese no lugar, de esos personajes femeninos que nunca están donde tienen que estar porque no saben dónde pertenecen o no tienen pertenencia. Y era ahí donde yo me conectaba con Clarice Lispector. Y muchos años después leí su biografía, y su familia venía del mismo lugar que mis abuelos. Salieron de lo que ahora es Ucrania y huyeron porque estaban siendo perseguidos por judíos. Yo soy judía absolutamente, no reniego en absoluto de eso. Entonces, cuando encontré su historia, dije: “Ahí está, esto es”. Hasta el día de hoy su prosa me ilumina, cuando siento que lo que estoy escribiendo está rígido, está duro, voy donde Clarice, porque ella me da ese vuelo.

-Desde que ganó el Premio Alfaguara, hace diez años, hasta ahora. ¿Cómo ha visto a la literatura chilena?

-Ha cambiado. Yo creo que en estos últimos diez años el fenómeno que ha ocurrido en el mundo editorial es la irrupción de las escritoras. Y no solo en el mundo editorial, sino que en el de los premios, en el de la crítica, en el mundo del reconocimiento. Estos últimos 10 años han significado un vuelco gigante. Cuando yo publicaba en esa época, era un mundo terriblemente machista y terriblemente macho. Los escritores que eran invitados a los festivales, por ejemplo, eran todos hombres y yo iba a todos estos festivales, iba a Guadalajara, iba a Colombia, habían dos o tres mujeres y el resto eran puros hombres. Eran puros clubes de Toby, ¿te fijas? Y hoy día justamente estaba mirando una publicación de la Feria de Guadalajara y hay un homenaje a 10 autoras mujeres que están entrando o son menores de 50 años. Eso antes era impensable. Había una por aquí, otra por allá, las bestsellers, por supuesto, pero no había una suerte de reconocimiento, interés de los medios, del mundo que está en torno al libro, por la escritura hecha por mujeres, porque era considerada femenina, sentimentaloide, menor. No era literatura con L mayúscula, era un género menor. Ese es el lugar que teníamos las escritoras hace 10 años. Entonces ha cambiado de forma radical.

11 Noviembre 2025 Carla Guelfenbein escritora chilena Foto Pablo Vásquez Pablo Vásquez R.

- En otro ámbito, usted ha desarrollado un taller literario desde hace muchos años ¿Cómo ha sido la experiencia?

- Yo creo que eso no ha cambiado mucho. Voy entendiendo un poco más la naturaleza de los grupos humanos. Cómo cada grupo humano se relaciona con esto de escribir. Entonces yo te podría decir que están los que se frustran rápido, están los persistentes, están los ávidos o ávidas, están las hormiguitas. Tú no te puedes imaginar los cambios que he visto. O sea, una chica entró en el taller sin tener la más mínima idea de cómo escribir, lo hacía mal, y hoy día escribe como los dioses, y todos nos emocionamos. La han visto cambiar y nos emocionamos muchísimo, porque yo tengo alumnos que me han seguido durante 20 años y que están todavía conmigo. Y están, sobre todo los hombres, los que no soportan la crítica y que salen rápido. Y yo los veo al tiro: “Este se va a salir rápido y este también”.

-¿Por qué pasa eso con los hombres?

- Porque son orgullosos, porque son muy seguros de sí mismos y creen que eso significa no transar o que creen que han escrito la novela del siglo y la verdad es que ni se acerca. Entonces, cuando el grupo lo critica decimos “oye, esto no funciona porque blablabla”, es siempre una crítica constructiva, porque de eso se trata. Pero el ego se les va al tacho basura. se les rompe, o simplemente se enojan. Ese es otro carácter muy particular y que me ha ocurrido mucho, mucho.

11 Noviembre 2025 Carla Guelfenbein escritora chilena Foto Pablo Vásquez Pablo Vásquez R.

-¿Hay que tener “cuero de chancho” para estar en un taller literario?

No en el mío, porque es amoroso. Yo lo primero que digo al empezar el taller es aquí se trata con respeto y con cariño, y el que no es capaz de eso que se vaya. Aquí no venimos a la guerra. Aquí venimos a construir ciudades. Porque cada uno tiene su ciudad y nos vamos a ayudar a construir esa ciudad. Entonces hay un ambiente muy amoroso, yo no creo en la agresividad.

- Entiendo que cuando empezó también pasó por talleres literarios, ¿cómo fue la experiencia?

- Primero estuve en el taller de la Pía Barros. Maestra de las maestras, maravillosa. Hacía un taller en el que yo realmente aprendí mucho. Y después pasé por el taller de Gonzalo Contreras donde también aprendí muchísimo. Él tiene una mirada sobre la literatura que me marcó, es muy seguidor de Nabokov y de (Henry) James, me hizo conocerlos profundamente, y yo me puse a leer como loca. Por ejemplo, hay veces que yo todavía acudo a ese monólogo de Isabel Archer en El retrato de una dama que es un monólogo interior de 40 páginas. Y ese monólogo es una lección de cómo expresar el mundo interior de un personaje. Entonces, cada uno de ellos me aportó algo que pasó a ser parte de mi estructura a la hora de escribir.

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