Por Felipe RetamalCómo la Edad Media y una cueva con animales vivos inventaron la tradición de los pesebres de Navidad
En la Navidad de 1223, San Francisco de Asís, el fundador de la orden Franciscana, impulsó la representación de la natividad en una ermita levantada en una cueva, en la localidad de Greccio, con animales incluidos. Una idea surgida en una era de intensa religiosidad.

Es probablemente una de las tradiciones más clásicas de la Navidad. La representación de la natividad de Jesús, en el montaje del pesebre de Belén, donde la tradición asegura que llegó al mundo, tiende a verse en templos, casas y lugares varios. Pero no siempre estuvo presente.
Inicialmente la Navidad estaba unida a la epifanía, celebración que marcaba la revelación de Cristo al mundo pagano y que, tras separarse en un hito aparte, hoy es la celebración de la Fiesta de Reyes, en la que en algunos puntos del orbe es el momento de la entrega de regalos.
Hacia la Edad Media, una era en que la religiosidad cruzaba la vida pública y privada, la Navidad se celebraba por varios días, precisamente desde la víspera del 24 de diciembre, hasta la epifanía. La Misa del Gallo era un evento social y comenzaba a expandirse el uso del muérdago y la decoración de un árbol, que se cristianizó desde una tradición pagana.

Fue en ese período, en la Baja Edad Media (siglos XI al XV), cuando surgió la tradición del pesebre. La historia dice que el impulsor fue San Francisco de Asís, en la localidad de Greccio, un pequeño pueblo campesino en las cercanías del Monte Lacerone, en la zona central de Italia.
Sucedió en diciembre de 1223. Francisco visitó Roma para esperar la aprobación definitiva del papa Honorio III de la nueva regla para la orden franciscana. Para aprovechar el tiempo, decidió viajar hacia el pueblo de Greccio, que él había conocido algunos años atrás, y donde se había levantado una ermita.
Faltaban apenas unas pocas semanas para la Navidad. Así, Francisco se animó y solicitó a Giovanni Velita, el señor de Greccio, que preparase una cueva con animales vivos y un pesebre lleno de paja para representar la Natividad. Por supuesto, también solicitó permiso al papa para recrear el hito.

Según Tomás de Celano, el primer biógrafo de Francisco, la idea del fundador de la orden Franciscana era “celebrar la memoria del niño que nació en Belén y contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”.
La tradición cuenta que Francisco elaboró la idea inspirado por su viaje a oriente, entre los años 1219 y 1220, mientras sucedía la quinta cruzada. Es decir, en la época había un interés latente sobre los lugares santos en que habría transcurrido la vida pública de Jesús de Nazaret, incluyendo su nacimiento.
Por ello, recogiendo el relato de los evangelios, y a tono con el discurso de humildad que imprimió a su orden, Francisco organizó la celebración de la Navidad en la ermita. El hito también se relata en la Vida de San Francisco de Asís, de San Buenaventura. “[Francisco] pidió antes licencia al sumo pontífice; y, habiéndola obtenido, hizo preparar un pesebre con el heno correspondiente y mandó traer al lugar un buey y un asno. Son convocados los hermanos, llega la gente, el bosque resuena de voces, y aquella noche bendita, esmaltada profusamente de claras luces y con sonoros conciertos de voces de alabanza, se convierte en esplendorosa y solemne”.
También Tomás de Celano relata la celebración de esa navidad con el pesebre. “Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años. Llegó, en fin, el santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno”.

El mismo autor aporta otros detalles de esa noche. “El santo de Dios viste los ornamentos de diácono, pues lo era, y con voz sonora canta el santo evangelio (...). Muchas veces, al querer mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice «el Niño de Bethleem», y, pronunciando «Bethleem» como oveja que bala, su boca se llena de voz".
Los autores de la época, henchidos de religiosidad, apuntaron que durante esa noche habría ocurrido un “milagro”. Giovanni Velita, el señor de Greccio, sostuvo que vio aparecer un niño real en el pesebre vacío y que Francisco lo tomó en brazos. “Un varón virtuoso (31) tiene una admirable visión -apuntó Tomás de Celano-. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se acerca el santo de Dios y lo despierta como de un sopor de sueño”.
Y a tono con la religiosidad de la época, en que abundaba la adoración a reliquias consideradas milagrosas, ese pesebre no fue menos. Así lo apuntó Tomás de Celano: “Se conserva el heno colocado sobre el pesebre, para que, como el Señor multiplicó su santa misericordia, por su medio se curen jumentos y otros animales. Y así sucedió en efecto: muchos animales de la región circunvecina que sufrían diversas enfermedades, comiendo de este heno, curaron de sus dolencias”.
Así, la tradición del pesebre de Belén se hacía carne. Se estima que esta ya existía anterior a Francisco, pero con él tuvo un impulso, eso sí, definido por el espíritu religioso que cruzaba la época y su habitual alusión a fenómenos sobrenaturales como parte de la manifestación divina.
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