Culto

El infierno personal de Anthony Hopkins en sus memorias: alcoholismo, soledad y la redención del “chico estúpido”

Recientemente publicada, la autobiografía de Anthony Hopkins, "Lo hicimos bien, chico", es un brutal ejercicio de honestidad sobre su infancia como "inadaptado" y su diagnóstico de Asperger. El ganador del Óscar aborda sin tapujos su alcoholismo y el dolor por la pérdida de su hija, trazando la compleja línea entre la autodestrucción y la creación del aclamado Hannibal Lecter.

A sus 87 años y con dos premios Óscar en su haber, el legendario actor galés Sir Anthony Hopkins ha decidido correr el tupido velo de su intensa y a menudo turbulenta vida con la publicación de sus memorias Lo hicimos bien, chico (en castellano, lo publica Libros Cúpula). Un ejercicio por el que también han pasado también otras celebridades de Hollywood, como Michael J. Fox, o Sharon Stone, acorde también a la popularidad del género memorístico en la industria editorial de Estados Unidos (de hecho, los expresidentes de ese país son asiduos escritores de este tipo de libros).

Más que un recuento de su carrera cinematográfica, el volumen es un examen íntimo, brutalmente honesto y sin concesiones de sus demonios personales. Así, detalla su lucha contra el alcoholismo, el impacto de su síndrome de Asperger y las cicatrices dejadas por una infancia solitaria en Gales. Hopkins se desnuda como un hombre profundamente reservado que, a pesar de la fama y el éxito, ha vivido una existencia marcada por la complejidad emocional y el sentimiento de ser un eterno extraño.

Como detalla el libro, Hopkins nació en Port Talbot, una dura y humilde ciudad industrial de Gales. Cuenta que desde muy joven, el actor cultivó un profundo sentido de ser un “inadaptado” y un “chico estúpido”. De hecho, cuenta que en su enseñanza escolar fue víctima de bullying, producto de ese mismo carácter introvertido. “Me llamaban Dennis el Tonto y uno de mis maestros me consideraba inepto -relata-. La gente del barrio me apodaba Cabeza de Elefante. Mi cabeza era grande y mi cuerpo pequeño. Mis padres pensaron que tenía agua en el cerebro”.

Su padre, un tosco panadero, esperaba que el muchacho siguiera sus pasos, pero el joven Anthony se sentía ajeno y desorientado y eso llevó a que tuvieran una relación bastante problemática. Esta percepción de insuficiencia fue, según él, la semilla de su profunda depresión y la ansiedad que lo acompañarían durante gran parte de su vida adulta. De hecho, recuerda que con 17 años, su padre le dijo unas palabras muy duras y poco paternales: “Eres un inútil. Nunca llegarás a nada”.

El actor ha confesado que esta sensación de diferencia e incomprensión fue explicada mucho más tarde, cuando recibió un diagnóstico de síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista que afecta la interacción social y la comunicación.

Este diagnóstico tardío arrojó luz sobre su naturaleza profundamente solitaria e introvertida, su dificultad para manejar las relaciones personales y su propensión a obsesionarse con temas concretos, rasgos que, paradójicamente, le dotaron de una intensidad y concentración únicas para la actuación. De hecho, el mismo Hopkins describe esta fuerza interna con la frase escalofriante: “Tengo al diablo dentro de mí”, una energía dual que impulsaba tanto su arte como su autodestrucción. De hecho, comenta que ese rasgo lo ayudó a interpretar uno de sus más célebres personajes.

“Instintivamente supe exactamente cómo interpretar a Hannibal (Lecter). Tengo al diablo dentro de mí. Todos tenemos al diablo dentro de nosotros. Sé lo que asusta a la gente”.

El silencio de los inocentes, Hannibal Lecter y el regreso de un portento con el miedo como eje

El día que lo cambió todo

Otro aspecto que rescata la biografía, es que esa tensión interna, la depresión y la sensación de no encajar en ninguna parte pronto encontraron una válvula de escape destructiva en el alcoholismo. El consumo desmedido de alcohol se convirtió en un compañero constante, deteriorando su carrera y, de manera más dolorosa, sus relaciones personales. “El whisky era mi comida favorita. Bebía porque creía que impulsaba la creatividad, lo justificaba con los ejemplos de mis ídolos de la actuación”, relata.

Hopkins reflexiona con arrepentimiento sobre cómo su adicción dinamitó su primer matrimonio con Petronella Barker y, de forma casi irreparable, su vínculo con su hija, Abigail Hopkins, a quien admite haber “perdido para siempre” debido a la destructividad de su enfermedad.

“Abigail nunca pareció ser capaz de perdonarme por haber abandonado a la familia cuando ella era un bebé”, revela el actor. Agrega que aunque entiende sus razones, este distanciamiento le causa un dolor inmenso y “le rompe el corazón”. Hasta hoy, es un dolor que le aprieta con la misma intensidad de al principio.

“Es el hecho más triste de mi vida y mi mayor pesar, aunque estoy absolutamente seguro de que habría sido peor si me hubiera quedado”.

El punto de inflexión en esta espiral autodestructiva llegó en la mañana del 29 de diciembre de 1975. Hopkins describe el momento con una lucidez escalofriante: después de una noche entera al volante, conduciendo erráticamente y borracho desde Arizona hasta Los Ángeles, despertó con la certeza de que, milagrosamente, “podría haber matado a alguien”. Ahí se acabó todo. Fue la visión aterradora de la tragedia que pudo haber causado lo que le brindó la claridad necesaria para detenerse.

“Me enteré cuando fui a mi agente y dije: ‘Alguien se robó mi coche’. Me contestó: ‘No lo robaron. Te encontramos en la carretera. Ahora estarías en la cárcel si no te hubiéramos recogido’.Pude haber matado a alguien, incluso a toda una familia”.

En ese punto, decidió buscar ayuda, entró en un grupo de apoyo y admitió su adicción. Medio siglo después, Hopkins sigue sobrio, un logro monumental que él considera el verdadero punto de inflexión de su vida. El abandono del alcohol no solo salvó su existencia, sino que liberó el foco y la disciplina que necesitaba para explotar su potencial actoral, allanando el camino hacia sus mayores éxitos.

A la luz de los hechos que vinieron posteriormente, Hopkins tomó las decisiones correctas. Llegó el éxito gracias a su icónico papel como el Dr. Hannibal Lecter en El silencio de los corderos (que le valió su primer Óscar) y su segundo triunfo con The Father. Ello le significó no solo entrar al Olimpo de las deidades de Hollywood, también un esperado reconocimiento.

En uno de los pasajes más destacados del libro, recuerda el momento en que coincidió con el célebre John Wayne en un restaurante de celebridades de Hollywood. Estaba sentado en una mesa junto a sus padres cuando, de pronto, se les acercó el héroe del western.

“Eres un gran actor”, le dijo el famoso intérprete estadounidense antes de saludar a sus padres. Según describe, su padre se emocionó al ver que su hijo había alcanzado reconocimiento. “Les demostré que sí pude”. Por primera vez, sentía que, de verdad, le llegaba un rayo de luz a su vida.

Por ahora, Lo hicimos bien, chico no ha arribado al país, pero se encuentra disponible para importar a Chile vía Buscalibre.

Lee también:

Más sobre:LibrosAnthony HopkinsLibros CúpulaLo hicimos bien, chicoLibros CultoLa Tercera PM

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

Plan digital + LT Beneficios por 3 meses

Infórmate para la segunda vuelta y usa tus beneficios 🗳️$3.990/mes SUSCRÍBETE