Elías Lafertte, la historia del acontecido primer candidato presidencial del PC
Fundador del PC y militante desde sus días de trabajador en las salitreras, Lafertte fue el primer candidato que el partido activó para una campaña presidencial, en el convulso Chile de 1931. Una aventura cruzada por las tensiones internas, divisiones y actividades con más empuje que recursos. Esta es la historia.

La noticia levantó el ánimo de Elías Lafertte. Relegado por el férreo régimen del general Carlos Ibáñez del Campo en la isla de Calbuco, a más de 1000 kilómetros de Santiago, una mañana lluviosa se enteró de la amnistía para todos los que se encontraban apartados entre los rincones más remotos del país. Ibáñez había nombrado al jurista Juan Esteban Montero como nuevo ministro de Interior y Bienestar Social en el “Gabinete de Salvación Nacional” para intentar sortear la grave crisis social e institucional que sacudía al país.
Lafertte -nieto de un inmigrante francés- se alegró por la posibilidad de retornar a sus actividades en el Partido Comunista, en la capital, pero la realidad le hizo ver que el viaje sería difícil. No tenía un peso en el bolsillo. Así que debió apelar a sus conocidos. “Algunos amigos me juntaron una cantidad de dinero y Jorge Ditsel, propietario de los barcos que hacían el servicio de los canales, me ofreció pasaje gratis hasta Puerto Montt”, consignó en sus memorias, Vida de un comunista.
Días después, tras un acontecido viaje, Lafertte llegó hasta la capital. Pero se encontró con una convulsión. “La capital vivía días febriles, pero llenos de animación, de calor revolucionario”, detalló. Eran los últimos días de julio de 1931 y habían estallado las primeras manifestaciones contra el gobierno de Ibáñez. Los estudiantes se habían tomado las sedes de la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica. Las protestas contaron con apoyo popular y la situación se agravó con la muerte de un estudiante de medicina y de un profesor, a consecuencia de la represión. Entonces los gremios profesionales se sumaron. Fue el punto de no retorno; los ministros abandonaron el gabinete e Ibáñez no tuvo más opción que dimitir a la presidencia el 26 de julio.

Aunque la caída de Ibáñez calmó los ánimos, el país entró en un período convulso. Asumió el mando el presidente del Senado, Pedro Opaso Letelier, quien nombró como ministro del Interior a Montero. Al día siguiente, el 27 de julio, Opaso renunció y Montero debió gobernar como vicepresidente de la República. Restableció las libertades públicas y trató de paliar como pudo, las consecuencias de la Gran Depresión, que se enseñoreaba con la alicaída economía del país. Días después, el 17 de agosto, Montero anunció que dejaba el gobierno (en manos del vicepresidente Manuel Trucco) para asumir la candidatura presidencial de cara a las elecciones fijadas para el domingo 4 de octubre de ese año. No sería el único candidato. Sin esperarlo, Elías Lafertte se encontró con la posibilidad de disputar el sillón de La Moneda. Era la primera vez que el PC levantaba una campaña de uno de los suyos. Cierto que Luis Emilio Recabarren fue candidato en 1920, pero lo fue por el POS, el antecedente de los comunistas.
“[La de Elías Lafertte] fue propiamente una candidatura testimonial, que buscó ser una forma de dar visibilidad a la colectividad en el marco de un momento adverso de su historia”.
Un hijo del salitre
Nacido en Salamanca en 1886, Elías Lafertte Gaviño, conoció el mundo del trabajo desde su primera juventud. En los días de bonanza del salitre desempeñó diversas labores en las oficinas, desde picador de caliche, a la atención en pulperías. Ahí comenzó a forjar su ideario. “Fue un destacado dirigente obrero chileno -dice el historiador Sergio Grez Toso-. Siendo niño, emigró a la región del salitre, trabajó en varias oficinas salitreras tarapaqueñas y le tocó estar en Iquique el 21 de diciembre de 1907 cuando se produjo la gran matanza de obreros en la escuela Santa María”.
En 1911, cuando trabajaba en la oficina Ramírez, conoció a Luis Emilio Recabarren. Ahí inició una vida de militancia. “Ocupó importantes posiciones en organizaciones sociales como la Federación Obrera de Chile (FOCH), en el Partido Obrero Socialista (POS), del cual sería uno de sus fundadores junto a Luis Emilio Recabarren en 1912 y en el Partido Comunista de Chile (PCCh), creado en 1922, al cual adhirió recién hacia fines de 1925 pues había sufrido una marginación del POS debido a disputas internas, lo que no fue obstáculo para que siguiera colaborando con Recabarren hasta la muerte de este y con la FOCH de la que ya era un importante dirigente”, detalla Sergio Grez.

Para el historiador Rolando Álvarez, Director del programa de Doctorado en Historia de la USACH, la trayectoria de Lafertte revela ciertas claves de la historia del PC. “Su figura resume el perfil de la militancia comunista de esa época -explica a Culto-. Hizo toda la típica trayectoria de un dirigente obrero perteneciente a la ‘cultura obrera ilustrada’. Es decir, no tuvo formación universitaria, lo cual no fue obstáculo para que se autoformara como un destacado ‘cuadro’ del partido. Los PC daban mucha importancia a la formación, lo que generaba dirigentes del tipo de Elías Lafferte”.
Por ello, su trayectoria resultó llamativa. “Volodia Teiteolboim escribió una versión novelada de su infancia en el libro Hijo del salitre, que recrea la vida del joven Elías en tiempos de la matanza de la Escuela Santa María: Con esto, se reforzaba la imagen del militante comunista y su extracción de clase obrera, fundido en el origen del movimiento obrero”, agrega Álvarez.
Tras la muerte de Recabarren, en diciembre de 1924, Lafertte comenzó a escalar posiciones en el partido. Y más en los años siguientes. “El liderazgo de Lafertte en el PCCh, o más bien dicho en un sector de este partido creció durante los duros años de la represión de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), cuando, al igual que muchos de sus compañeros, sufrió persecuciones, encarcelamientos, torturas y relegaciones (al archipiélago de Juan Fernández y a isla de Rapa Nui). En esa época, el PCCh sufrió una división, quedando Lafertte a la cabeza de la fracción ‘estalinista’ apadrinada por la Internacional Comunista”, agrega Grez.

El naciente partido decidió sumarse a la lucha electoral. De hecho, en las elecciones de 1925 apoyaron la candidatura de José Santos Salas. Eso tenía una explicación. “En Chile era momento de la crisis de la dominación oligárquica, cuyo régimen se definía como excluyente en lo político, lo económico, lo social y lo cultural -dice Álvarez-. Por lo tanto, en la génesis de este sector de la izquierda chilena, lo que estaba en el centro de gravedad de las luchas era la expansión de la democracia, de las políticas sociales, de la libertad de prensa, etc. No era el contexto de una guerra civil u otro tipo de enfrentamiento armado. Por lo tanto, desde su génesis, el POS y luego el PC comprendieron lo electoral como una campo natural de disputa”.
Por ello, tras la caída de Ibáñez el PC retomó la actividad y una vez convocadas las elecciones de 1931 se decidieron a levantar una candidatura propia, con Lafertte como su nombre para entrar en la papeleta. Eran días de intensa actividad. “Los organismos partidarios empezaron a rehacerse en todo el país, se organizaron cursos y conferencias y se comenzó también a hacer publicaciones de folletos”, recordó Lafertte en sus memorias. Pero no serían los únicos.
Una facción escindida del PC decidió a fines de agosto de ese año, apoyar la candidatura presidencial del senador comunista Manuel Hidalgo, quien había sido uno de los fundadores del partido e incluso ya había estado en los años iniciales del POS. También participó en la “constituyente chica” de 1925. Hacia 1931, había sido expulsado por el Comité Central del PC que se había formado en la clandestinidad en Valparaíso durante los días más duros del gobierno de Ibáñez. “Los primeros años del PC fueron turbulentos y estuvieron marcados por el cruce de los factores nacionales e internacionales”, explica Álvarez.

En realidad, la tensión venía precisamente desde los días de Ibáñez. “La división del PCCh se produjo durante la dictadura de Ibáñez por diferencias respecto cómo enfrentarla, diferencias que fueron hábilmente explotadas por los emisarios de Buró Sudamericano de la Internacional Comunista, que premunidos de su autoridad y de recursos económicos que el perseguido partido chileno carecía casi por completo, lograron colocar bajo su égida al sector encabezado por Lafertte. Estos líderes, asesorados –prácticamente dirigidos por los agentes del Komintern- montaron un Comité Central en Valparaíso, paralelo al de Santiago a fin de sustraer a la militancia de la influencia de Manuel Hidalgo, Emilio Zapata y otros “oposicionistas de izquierda”, que por rechazar la brutal intromisión de los agentes de la Internacional en los asuntos de su partido, fueron tildados de “trotskistas” y expulsados del PC ‘oficial’”, explica Sergio Grez.
El período coincidió con la “bolchevización” del PC, en una estructura centralizada, y el despliegue de la estrategia del “frente único clase contra clase”, en una lectura que limitó su posibilidad de alianzas. Además, no tenía el liderazgo al interior de la izquierda. “Esta etapa correspondió a la etapa más sectaria de la vida del PC: En este escenario, Lafferte representó la postura de rechazo tajante con cualquier tipo de alianzas, mientras que Hidalgo, aunque fue un opositor al general Ibáñez, sostenía posturas más pragmáticas y más abierto a posibles alianzas”, detalla Álvarez.
Ya hacia fines de agosto el PC “oficial” presentó la candidatura de Lafertte. Según informó El Mercurio, su nombre ya había sido proclamado el domingo 30 de agosto en una concentración en San Fernando “a la cual asistieron todos los elementos trabajadores del pueblo y los alrededores”, detalló en una nota. Ahí se detalla que fue Rufino Rosas, el secretario ejecutivo de la Federación Obrera de Chile (FOCH), quien propuso el nombre. “El público allí reunido proclamó con grandes vítores la proclamación de Lafertte”, agrega el matutino.

Por esos días en que comenzaban a activarse las candidaturas de Hidalgo y Laferte, ya se desplegaba el favorito, Juan Esteban Montero. Apoyado por los partidos tradicionales, Liberal, Conservador y Radical, además de profesionales que se sumaron a su campaña, ya viajaba en gira hacia las regiones. De alguna forma, su carácter moderado lo había vuelto algo así como el “hombre del momento”. “Juan Esteban Montero había emergido como una figura clave en los últimos días de Ibáñez, al procurar que hubiera un regreso a la legalidad y al régimen constitucional -dice Alejandro San Francisco, académico de la Universidad de Tarapacá-. De esta manera, pasó a ser el hombre necesario para las nuevas circunstancias. En buena medida, logró generar un consenso en torno a su persona”
Cuando la campaña presidencial poco a poco comenzaba a despegar, en La Moneda, la atención se desvió hacia Coquimbo. La marinería había sublevado a las escuadras de evolución e instrucción, debido a los recortes de salarios que se habían registrado desde los días de Ibáñez y que siguieron durante el gobierno de Trucco. Tras unos días de negociaciones, en que incluso explotó otra sublevación en Talcahuano, el motín terminó tras una insólita batalla entre la escuadra y una cuadrilla de la naciente Fuerza Aérea de Chile.

Mientras los sublevados eran sometidos a consejos de guerra y se decretaba el estado de sitio en todo el país por 20 días, la campaña electoral volvía a las primeras planas de los periódicos. A los tres candidatos se sumó un viejo conocido, Arturo Alessandri, quien fue proclamado por una Convención de izquierdas reunida en el Salón de Honor del Congreso Nacional. Al “León” le notificaron su nominación, y tras meditarlo un par de días finalmente aceptó. “Me parece que la candidatura de Alessandri no se presentó en su mejor momento, como sí había ocurrido en 1920 y como ocurriría en 1932. En 1931 el sistema estaba muy desordenado y tenía un futuro abierto”, dice San Francisco.
“La candidatura de Lafertte enfatizó la legitimidad que se desprendía de su íntima asociación con la Internacional Comunista y explotó al máximo el prestigio que la FOCH aún mantenía en franjas de trabajadores“.
Una campaña difícil
Por su lado, Elías Lafertte intentaba desarrollar algunas actividades, pero no había logrado levantar una gran proclamación en Santiago. “No se pudo llevar a efecto debido a que no se consiguió ningún teatro”, informó El Mercurio, el 15 de septiembre, probablemente debido al estado de sitio. Así, la campaña se levantó “a pulso” y con la sombra de la candidatura de Hidalgo. “En general, se dio en condiciones de mucha adversidad -dice Rolando Álvarez-. Con una militancia disminuida por las persecuciones y las luchas intestinas. Además debilitado en su presencia en el tejido social de la época. Todo esto en el contexto de una línea política sectaria, que aislaba más que integraba a los comunistas con el resto de las fuerzas de izquierda”.
Lo cierto es que la crisis intestina del comunismo chileno impactó en las candidaturas de Hidalgo y Lafertte. “Las campañas de ambas fracciones comunistas estuvieron plagadas de ataques y mutuas acusaciones de traición a la causa del proletariado y del comunismo -dice Sergio Grez-. El sector laferttista puso tanto o más énfasis en combatir la candidatura de Hidalgo que las de Montero y Alessandri. La candidatura de Lafertte enfatizó la legitimidad que se desprendía de su íntima asociación con la Internacional Comunista y explotó al máximo el prestigio que la FOCH aún mantenía en franjas de trabajadores”.

Por lo mismo, en sus memorias, el mismo Lafertte dedica apenas unos párrafos a esa aventura presidencial. “Vencido el movimiento de la marinería, cancelado el estado de sitio, pude salir de nuevo a la circulación Una conferencia celebrada por el Partido acababa de proclamarme candidato a la Presidencia de la República en la elección que debía verificarse el 4 de octubre, y cuyos oponentes principales eran Juan Esteban Montero y Arturo Alessandri Palma”.
Para Rolando Álvarez la campaña presidencial de Lafertte, “fue propiamente una candidatura testimonial, que buscó ser una forma de dar visibilidad a la colectividad en el marco de un momento adverso de su historia”.
Ya hacia fines de septiembre, solo unos días antes de la elección, la campaña de Lafertte tomó un impulso, muy acotado, en actividades locales. “El comité de propaganda ha organizado para esta semana conferencias de propaganda en todos los barrios de Santiago”, informó El Mercurio el día 17. Mientras, la cobertura periodística se concentraba en los favoritos, Montero y Alessandri.

La candidatura de Elías Lafertte logró levantar un acto de proclamación oficial el miércoles 30 de septiembre, no en Santiago, sino que en la zona del carbón, en el Biobío. El candidato viajó de noche en el ferrocarril y recibió el apoyo de la masa trabajadora local. “Los trabajadores y simpatizantes de Lota, Coronel, Concepción, etc, aprovecharán la presencia del candidato en esa provincia a fin de hacer, también, las proclamaciones en su presencia”, informó El Mercurio. Regresó a la capital al día siguiente, recibiendo manifestaciones de apoyo a su paso por Curicó, Talca y San Bernardo. También se hicieron actos, sin el candidato, en San Antonio y en Osorno. Este último no pudo terminarse “por haber intervenido la policía”, detalló El Mercurio.
Las elecciones se celebraron el domingo 4. En la capital se desplegaron mesas receptoras de sufragios en locales como la Municipalidad de Santiago, el Liceo de Aplicación, la Escuela de Artes y Oficios, la casa central de la Universidad de Chile, entre otros lugares. Concurrieron a las urnas 285.810 votantes de un total de 388.959 habilitados para ello. Solo hombres por entonces. Uno de los que podía hacerlo, sin embargo, no lo hizo; el propio Elías Lafferte. “El mismo día en que se realizaba la elección, yo debía salir para Montevideo, a fin de participar en una reunión de la CSLA y para dar también conferencias sobre el movimiento de los marineros chilenos, a fin de despertar la solidaridad internacional con los encarcelados”, apuntó en sus memorias. De todas formas, el PC desplegó a sus apoderados y publicó un comunicado en el que explicó la situación.

Como sea, la jornada electoral registró diversos incidentes entre los partidarios de las candidaturas más competitivas y para el final de la jornada, informó El Mercurio, había 5 muertos y “numerosos heridos”. El ganador fue Montero, con el 63,93% de los sufragios, mientras que Alessandri logró el 34,77%. Al menos en el PC pudieron celebrar que su candidato venció a Hidalgo. “Lafertte obtuvo el 0,86% de los sufragios e Hidalgo apenas 0,4%”, apunta Grez.
En tanto, Lafertte continuó viaje desde Montevideo hacia la URSS, visitando además Checoslovaquia y Polonia. Regresó al año siguiente y se mantuvo activo en política por largos años. “Aparte de candidato presidencial, fue senador y presidente del PC. Estuvo exiliado y se curtió con largos periodos en la cárcel en distintas etapas de la historia -cierra Rolando Álvarez-. Falleció en 1961 y sus funerales fueron multitudinarios”.

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