Por Felipe RetamalLlega el libro que recorre la obra musical de Víctor Jara: “Él estaba muy atento a lo que estaba sonando en el mundo”
Víctor Jara. 150 canciones y un poema. Grabaciones 1957-1973, es el libro de Jorge Leiva que repasa la obra del cantautor clave en la Nueva Canción Chilena. Un trabajo que recorrió a fondo su obra, sustentado en entrevistas e investigación. Junto a su autor, recorremos sus claves.

Fue una inquietud natural. Habitual lector, el periodista, realizador audiovisual y magíster en Musicología Latinoamericana, Jorge Leiva, se había fijado en algunos títulos de la editorial Blume en que se repasa la discografía completa de un artista, canción por canción, como lo han hecho con nombres capitales de la talla de Bob Dylan y Bruce Springsteen. Inquieto, Leiva se interesó por replicar el mismo ejercicio con un nombre local. “Y pensé, bueno, si había que hacerlo con algún artista chileno, Víctor Jara era el más fácil de abordar, porque tiene comienzo y final”, cuenta al teléfono con Culto. “Además existían muchos antecedentes, muchos estudios académicos, periodísticos, audiovisuales, entonces eso permitía aterrizarlo en ese formato”.
Aquella idea gatilló el proceso de trabajo que permitió a Leiva publicar el libro Víctor Jara. 150 canciones y un poema. Grabaciones 1957-1973 (FCE). Un voluminoso estudio en que repasa cada canción grabada por el cantautor, entre su material propio y las versiones de otros autores o de temas de música latinoamericana. También las piezas que escribió él, pero fueron interpretadas por otros. Incluye su paso por el conjunto Cuncumén, las pocas piezas que escribió para teatro, a tono con su profesión de director teatral, y las composiciones instrumentales, como la memorable Charagua. Un trabajo que el autor recopiló, dato a dato, desde 2018.

Las investigaciones más recientes, y la bibliografía que se ha ido generando sobre el cantautor, aportaron algo de espesor para el trabajo. “Víctor Jara alcanzó a editar en vida ocho long plays, uno por año a partir de 1966, y sobre esos discos existía una información más o menos sistematizada”, apunta Leiva. Pero no faltaron las dificultades. “Lo que no había registro era de su trabajo con Cuncumén. Habían varias canciones de las cuales no se tenía mucha información, por eso en el libro algunas no tienen el año preciso”.
La situación, según Leiva también se explica por una factor más estructural. “En Chile, hay una falta de registro en torno a la música chilena. No hay una ley de conservación. En otros libros, sobre Dylan, sobre Springsteen, los autores van a los archivos del estudio de grabación y están registrados el nombre de los músicos que participaron, cuántas horas tomaron, qué tocó cada uno, acá no. Tú preguntas y te dicen ‘parece que grabamos en invierno porque hacía frío’, todo es muy impreciso. Entonces, la principal dificultad fue tratar de meter esto en cajones, tratar de darle fecha y ordenarlo”.
Hubo un grupo de canciones, dice Leiva, que resultaron particularmente difíciles de pesquisar. Aquellas que eran recopiladas del cancionero popular. “Hay muchas de esas que no se sabe cómo Víctor Jara las conoció, de dónde la sacó, dónde la escuchó. Esos temas como A la molina no voy más, La canción del árbol del olvido”, dice. Por ello se imponía un extenso trabajo de revisión documental, entre libros, artículos, periódicos nacionales e internacionales, además de 60 entrevistas que incluyeron a músicos como Horacio Salinas, Eduardo Carrasco, Jorge Coulon, Isabel Parra, entre otros que compartieron con Jara, lo que le permitió reconstruir la época. Así pudo ir cerrando ciertos vacíos. “Los músicos de esa época contaban que por entonces había muchas canciones que circulaban, pasaba mucho que se juntaban a cantar y se las enseñaban. En estos encuentros informales ocurrían intercambios que son muy difíciles de captar”.

También hay entrevistas a personas que estuvieron vinculadas a la música de Jara. Pasa con Se me ha arrancado un suspiro, la grabación más antigua de las que se tiene registro del artista. Registrada en el invierno de 1957, para el álbum El folklore de Chile Vol.1, del conjunto Cuncumén, la historia cuenta que Jara la aprendió de una cantora campesina de la zona de El Carmen, Blanquita Umanzor. Tras una búsqueda en la misma localidad, casi casa por casa, en 2024 el autor dio con la mujer, entonces de 99 años. “Estuvimos con ella y fue maravillosa, fue como un tesoro vivo encontrarla a ella”. Mismo caso con la hija y nieta de Angelita Huenumán, la tejedora de las cercanías del lago Lanalhue que Jara conoció en el verano de 1969 y que inspiró la canción del mismo nombre, grabada para el disco Canto Libre (1970). “Me costó encontrar algunas de esas personas, pero lo más difícil, la verdad, fue la gente que se resistió, algunos músicos que también se resistieron, pero al final la investigación fue demostrando que era seria y que la palabra te abre puertas, más cuando se trata algo sobre Víctor Jara”.
Por la misma estructura cronológica, en el libro asoma ciertos rasgos de una biografía. Las canciones conectan con personajes y su tiempo, aparecen amores, historias, recuerdos, personajes, como el hombre pobre de El Cigarrito, que a su vez dan cuenta de la densidad de la obra de Jara. “Es bien revelador al final la cantidad de facetas. Lo de la música para teatro, permanentemente construyendo melodías”.
-¿Qué cosa le sorprendió de la obra de Víctor Jara?
Primera cosa, lo atento que estaba a lo que estaba pasando y sonando en el mundo, en lo que estaba sonando. Esta fijación que tiene con Atahualpa Yupanqui, a lo que pasaba en Argentina y en términos políticos, a lo que pasaba en el mundo, con los movimientos obreros, los movimientos estudiantiles, estaba muy atento a eso. Además siempre estaba con hambre, con ganas de hacer cosas, estaba permanentemente preguntándole a la gente, haciendo cosas. Por ejemplo, el disco La población (1972), que era una obra conceptual sobre los pobladores, se juntó con ellos, investigó, todo este trabajo estaba hecho con el interés de hacer la obra, porque no hay ningún registro, no se sacó fotos ni anotó nombres de quienes le contaban cosas, había una búsqueda. Son cosas muy reveladoras de cómo era ese tiempo, poco interés en dejar testimonios gráficos o personales de lo que estaban haciendo, y más centrados en la obra, en hacer canciones.

Respecto al único poema, se trata de Somos cinco mil, aquel texto redactado bajo la experiencia del horror de la detención en la UTE durante el golpe cívico militar de septiembre de 1973 y el posterior traslado al entonces Estadio Chile, donde Jara fue reconocido, golpeado, torturado y finalmente asesinado. El libro presenta la historia del texto, pero de una forma muy particular, dentro de un sobre que está incluido en la página final. “Lo hicimos así para separar la obra de Víctor Jara de las circunstancias de su muerte. Su muerte es un episodio que ocurre en sus últimos días, que fueron días terribles en medio de ese espanto, pero su vida no ocurrió en esos dísa. Por eso dejamos aparte el poema para que el libro se refiriera fundamentalmente a ese mundo, el mundo de Víctor Jara”.

COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Plan digital + LT Beneficios por 3 meses
Infórmate para la segunda vuelta y usa tus beneficios 🗳️$3.990/mes SUSCRÍBETE













