
Ozzy Osbourne y una noche de locura: cuando devoró un murciélago en el escenario
Una de las anécdotas más recordadas de la historia del rock and roll ocurrió en 1982. Fue en un concierto en Iowa cuando un fan le arrojó un murciélago muerto que el cantante mordió pensando que era de goma. Esta es la historia.

Fue en 1982, cuando Ozzy Osbourne ya no formaba parte de las filas de Black Sabbath, y ya estaba en la carretera como solista. En esa vorágine de frenético rock an roll, estaba en plena gira promocional de su segundo álbum en solitario, Diary of a madman (1981).
En ese entonces, el inglés ya tenía un historial de actos que eran considerados excéntricos, como la vez en que mordió, no a una, sino a dos palomas vivas durante una reunión con los ejecutivos de la discográfica CBS en Los Angeles.
Tal vez por esos antecedentes, Mark Neal, un fanático del llamado “Príncipe de las tinieblas” acudió la noche del concierto en Iowa con un murciélago oculto en su chaqueta. Según contó al sitio local Des Moines Registrer, el mamífero había sido capturado por su hermano menor en la escuela y luego lo llevó a casa. Tras enterarse que Osbourne daría un concierto en su ciudad, él y sus amigos decidieron llevar al animal, que asegura, ya estaba muerto.

A comienzos de los 80′ la voz de Crazy train, solía arrojar órganos de animales a la audiencia. Eso no era del todo extraño, pues Alice Cooper solía incluir falsas cabezas decapitadas de bebés en sus conciertos. Por eso, cuando el de Birmingham vio el murciélago que Neal le arrojó al escenario, pensó que era de goma, lo tomó, se lo llevó a la boca y masticó la cabeza del animal, devorándolo. Murcielofagia pura. Así -literalmente- consumó uno de los actos más recordados de la historia del rock and roll.
Así lo recordó en sus memorias: “Inmediatamente, sin embargo, algo se sentía mal. Muy mal. Para empezar, mi boca se llenó instantáneamente de este líquido cálido y sombrío, con el peor regusto que puedas imaginar. Podía sentirlo manchando mis dientes y corriendo por mi barbilla. Entonces la cabeza en mi boca se contrajo. Oh, jódeme, pensé. ¿No fui a comer un maldito murciélago, verdad?”.
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