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Polémico y poético: qué dicen las cartas de Vicente Huidobro

El volumen Lo único que me distrae. Epistolario (1917-1947), que publica la casa editora Alquimia Ediciones, reúne las cartas que el destacado poeta chileno le escribió a renombrados remitentes. Acá, damos un paseo por la siempre ágil y mordaz pluma de Huidobro, que no eludía los pugilatos.

Polémico y poético: qué dicen las cartas de Vicente Huidobro

No solo un talentoso poeta, Vicente Huidobro era además un activo escritor de cartas. Pensando siempre en estar en contacto con sus amistades, Huidobro le escribió correspondencia a figuras notables de su tiempo. Así lo vemos en el volumen Lo único que me distrae. Epistolario (1917-1947), que publica la casa editora Alquimia Ediciones.

Ahí, vemos, por ejemplo, una carta que Huidobro le escribió al filósofo español José Ortega y Gasset, desde París, el 10 de marzo de 1917, y se contacta con él desde una posición de admiración. “Espero que pronto en España podremos hablar largamente pues pienso, apenas termine mis cursos de filosofía en La Sorbona, instalarme definitivamente en Madrid. No se imagina usted cuánto he sentido que no fuera a Chile, donde tuvimos como referente de la cultura española al bueno de Eduardo Marquina, que hizo un viaje telegráfico y donde la idiotez de mis compañeros lo recibió en palmas y agasajos, sin comprender el insulto de aquella gira comercial”,

“Le agradecería mucho me dijera cómo puedo conseguirme el segundo tomo de El Espectador, pues todo lo suyo me interesa sobremanera y además he visto en el primero que usted acusa recibo de mi libro Las pagodas ocultas”.

A Pablo de Rokha también le escribió. Pese a los roces que ambos tuvieron, Huidobro le mandó una afectuosa carta el 11 de junio de 1925, desde Santiago, en la que le habla fundamentalmente de poesía. “Yo nunca he cantado problemas melancólicos y en toda mi obra no podrían citarse una docena de poemas con ese elemento que, es tal vez, lo que más detesto. Por otra parte, en mi poesía no hay problemas, pues yo no creo que exista ningún problema”.

Y más adelante le dice: “Lo único que me distrae un poco, lo único que me impide suicidarme, es jugar a los versos, en el instante extra de hacer un poema, lo que yo he llamado una partida de ajedrez, contra el infinito, el instante que me arranca de lo habitual, que me hace tener una visión loca del mundo, una visión absurda, ilógica (dentro de lo cotidiano), que me permite ver una oveja comiéndose el crepúsculo, a la noche cayendo de los ojos ajenos”.

Pero no todo era miel sobre hojuelas en sus cartas. El poeta y cineasta francés Jean Cocteau también recibió correspondencia de Huidobro. Data desde París, el 27 de febrero de 1929, y Huidobro le reclama por una acusación que el galo hizo en su contra, de haberle robado “ideas, versos y temas”. El chileno es enfático y le responde: “Como esto, si Ud, lo ha dicho, constituye una inmunda calumnia, ya que por lo poco que conozco de su obra, puedo afirmar que somos los polos opuestos en la literatura, mi poesía no tiene nada en común con la suya (esto Ud, lo sabe tan bien como yo), me veo obligado a preguntarle lealmente si Ud. ha pronunciado semejantes palabras sobre mí”.

Huidobro también le escribió al cineasta Luis Buñuel. Desde París, el 15 de mayo de 1931, entró en una polémica con el español: “He sabido que Ud. ha mezclado mi nombre en asuntos suyos en que yo no tengo que mezclarme y diciendo cosas absolutamente falsas. Ha dicho Ud. que yo atacaba al subrealismo [sic] porque había querido entrar en él y no había podido. Esto es una simple mentira”.

“En primer lugar, nunca he querido entrar en el subrealismo, en segundo lugar, es falso que yo ataque al subrealismo. Lo he atacado hace años y por escrito, de frente, en lo que había que atacarle y tanta razón tenia que ellos mismos reconocen ahora que el dictado automático justamente el punto que yo ataqué ha sido un fracaso respecto a lo que se esperaba podría dar”

“Así pues, es falso que yo haya querido entrar al subrealis mo y le desafío a demostrar lo contrario. He pertenecido al movimiento más interesante de este siglo -no como uno de tantos sino entre los primeros- y jamás he tratado de sacar partido de ello, sino muy al revés, he preferido retirarme y trabajar en silencio. Por el momento no me interesa la bullangueria y cuando me de la gana de volver a saltar al me dio ya vera Ud. que también sé hacerlo y conozco la técnica”.

Y también le escribió a uno de los poetas más grandes de su tiempo, el peruano César Vallejo. A él le escribió una Carta Abierta publicada en el diario La Opinión, de Santiago, el 27 de diciembre de 1936, y le manifiesta su discrepancia sobre unas opiniones que el hombre de Los heraldos negros publicó sobre Miguel de Unamuno.

“Dices tú, mi querido Vallejo, que la obra de Unamuno es únicamente accesible a una minoría. No me parece así. Ahora vemos que es un hijo irresponsable de Nietzsche y Sören Kierkegaard. No hay nada difícil en su obra, ni aún sus contradicciones. Ella me parece inocente, ingenua, hoy la vemos demasiado externa. Me parece la obra de un niño consentido, de un niño mimado, que se cree que tiene que ser aplaudido y admirado siempre, por el solo hecho de ser él, el niño regalón de un pueblo ilusionario”.

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