Culto

“Resolví atacarlos”: la carga de caballería chilena que abrió la campaña terrestre de la Guerra del Pacífico

Con 175 jinetes del regimiento Cazadores a Caballo, José Francisco Vergara lanzó una carga decisiva en Pampa Germania. El combate, ocurrido el 6 de noviembre de 1879 en el desierto de Tarapacá, marcó el inicio de la campaña terrestre chilena y aseguró posiciones clave para el avance del Ejército en la Guerra del Pacífico.

“Reconocidos estos, resolvimos atacarlos”. Con esas palabras, el coronel José Francisco Vergara dejó constancia del instante en que sus fuerzas llegaron a la oficina salitrera de Germania, al interior de Iquique. La idea era apoderarse del lugar, y además “ocupar el campamento que desalojaban las fuerzas perú-bolivianas, picarle su retaguardia e ir a extinguir el fuego que habían puesto a sus acopios de víveres y a los edificios de esa importante oficina”, anotó el mismo oficial en su reporte posterior.

A Vergara, -al mando de 175 jinetes del regimiento de Cazadores a Caballo- le avisaron que el enemigo estaba al frente a los pocos momentos de llegar a la salitrera con la idea mencionada. En ese momento, y sin pensarlo mucho, decidió ir hacia adelante y atacar. Sin vacilar. Eran las 17.00 horas del 6 de noviembre de 1879.

Así comenzó el combate de Pampa Germania, la primera acción de la Campaña de Tarapacá. Ocurre que la Guerra del Pacífico entraba en tierra derecha, ya que Chile -tras asegurar el dominio marítimo- ponía pie en territorio peruano iniciando la contienda terrestre.

José Francisco Vergara

Una vez que Chile ubicó a sus fuerzas en el territorio peruano de Tarapacá tras el Desembarco de Pisagua, comenzó la incursión hacia el interior, esto porque era vital asegurar el agua y las vías de comunicación para el Ejército chileno. “La toma de Pisagua era el principio de una operación que había que completar con la ocupación de una aguada del interior. Se recordará que lo recomendado insistentemente al ministro de guerra [Rafael] Sotomayor era adueñarse de la via férrea de Pisagua y del gran surtidor de agua de Dolores, acamparse allí, hostilizar al enemigo con la caballería, y quedarse a la expectativa para avanzar o resistir según fuera la disposición de los contrarios”, señala el historiador Gonzalo Bulnes en su clásico volumen Guerra del Pacífico.

Es por eso que Vergara -quien además fue el fundador de la ciudad de Viña del Mar- marchó al interior. Y aunque no contaba con ello, al encontrarse con la caballería peruana - boliviana decidió batirse con ellos. Los aliados contaban con 90 jinetes al mando del comandante peruano José Buenaventura Sepúlveda.

La acción fue un combate desigual, pues las fuerzas chilenas terminaron por imponerse con total categoría y claridad ante la caballería aliada. “Los enemigos no soportaron la terrible embestida. Al primer encuentro huyeron en dos grupos, probablemente por nacionalidades y compañías en direcciones distintas, y los Cazadores [chilenos] los persiguieron algunas millas”, señala Gonzalo Bulnes.

“Como el combate se desarrollaba en persecución a la desbandada, no tuvo dirección estratégica ni movimientos tácticos. El único fue acuchillar al que se ponía al alcance del brazo. Por consiguiente predominó la acción individual y ocurrieron combates parciales llenos de colorido i de heroísmo”.

En su parte del combate, publicado posteriormente en el Boletín de la Guerra del Pacífico, José Francisco Vergara relató cómo vivió los hechos. “Reconocidos estos [los enemigos], resolvimos atacarlos, después de replegarnos un poco para organizar la tropa, encontrándonos ya bajo los fuegos de las largas carabinas Winchester de que venia armada una parte de esas tropas. Sin esperar mucho se dio la voz A la carga, y nuestros denodados cazadores a caballo cayeron como águilas sobre las fuerzas que tenían al frente”.

El capitán Manuel Barahona, del primer escuadrón del regimiento de Cazadores a caballo, recordó en una carta posterior publicada en el citado Boletín: “El enemigo emprendió la retirada fraccionándose en dos partidas que tomaron a derecha e izquierda de sus posiciones. Perseguidos hasta unos siete kilómetros por este lado y como hasta dos por el otro, conseguimos dejar en el campo al comandante del escuadrón….cuatro oficiales y como a 70 individuos de tropa; tomamos prisionero al comandante militar de Agua Santa, un teniente y seis individuos de tropa. Además hemos tomado al enemigo un lujoso estandarte con las armas del Perú, varias carabinas Remington, rifles Winchester, municiones, sables, monturas y caballos”.

Fue tal el arrase de las fuerzas chilenas sobre las aliadas peruano bolivianas, que tamaña diferencia se ve reflejada en la cantidad de muertos que dejó el combate. Lo comenta Bulnes: “Los muertos de los aliados no se contaron porque la mayor parte lo fue en la persecución, pero se calcularon en sesenta. Entre ellos se encontró al Comandante Sepúlveda, tres oficiales peruanos y uno boliviano. Fue tornado prisionero el jefe del cantón militar de Agua Santa, Comandante Chocano, peruano, y el teniente boliviano Gómez. De nuestro lado murieron el sargento Tapia y dos soldados, y recibieron heridas leves el jefe de la descubierta, Alférez Lara, y cinco individuos de tropa. Esa noche la columna vencedora retrocedió y acampó en el desierto”.

En su reporte de batalla, Vergara menciona qué fue lo que se obtuvo merced a tamaña carnicería. “Esta corta expedición de 175 cazadores, ha dado a nuestro Ejército, en menos de 48 horas, la posesión de 70 kilómetros de ferrocarril, de dos locomotivas [SIC en el original]; seis grandes estanques para conducir agua; 12 o 15 carros de carga y todas las máquinas y pozos de la parte norte del Departamento de Tarapacá”.

Y así lo evaluó Gonzalo Bulnes: “El combate de la pampa de Germania fue un entrevero a semejanza de los que abundaron en las campañas de la Independencia, cuando la imperfección de las armas de fuego daba una primacía formidable al arma blanca. La penetración en el desierto, hecha por Vergara, demostraba que no había nada que temer en todo el recorrido de la linea férrea, y puso a salvo el equipo del ferrocarril, lo que era de grande importancia para la movilización del Ejército y, además, establecía la pujanza de nuestra caballería, probando que la paz no había destemplado la fibra de los viejos Cazadores a caballo; el cuerpo de Maipo y de Yungay”. Marchaban de nuevo victoriosos los viejos estandartes.

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