Por Marcelo ContrerasSer músico: no te lo recomiendo
Que músicos reconocidos describan un panorama tan pesimista resulta inquietante, parte de una lectura habitual entre artistas locales que sienten que no se les trata como merecen. Es una mirada que pasa por alto las singularidades implícitas en la profesión, donde parte de la recompensa es inmediata y profundamente emocional. Tal vez olvidan que en ninguna otra ocupación la gratificación simbólica llega tan rápido: un músico puede recibir en minutos la ovación que otros esperan toda una vida.

“Yo quiero decirle algo a todos los músicos y músicas de Chile, care palo... ¿Hasta cuándo vamos a decir que es difícil la hueá?”, posteó Raimundo Santander (Cómo Asesinar a Felipes, Ana Tijoux) a mediados de octubre, en plena gira por Europa. “Estoy acá en Ginebra, en el Vitacura del mundo (...) Hay caleta de plata y los músicos se sacan la cresta igual”. Su reflexión, compartida en redes, fue el punto de partida para una mirada más amplia sobre las pellejerías de ser músico, sin importar la latitud: un trabajo sacrificado, donde se pelea la paga y se acarrean bultos. “Así es en todas partes y siempre ha sido así. Y va a seguir siendo así”, vaticinó. Luego relató una conversación con músicos bolivianos, en la que lamentó las arbitrariedades del Fondart. Sus colegas le respondieron que en Bolivia no existe nada parecido. “¿Hasta cuándo nos vamos a quejar? -insistió Santander- (...) hay que seguir. Es la única ley del arte”.
La reflexión no pasó inadvertida en su gremio. Los compañeros de profesión reaccionaron. Hubo coincidencias en que sus palabras pretendían motivar y poner el foco en la actitud personal. Otros acusaron ingenuidad, desinformación, incluso soberbia. Una parte de los músicos argumentó que en Europa existen sistemas de apoyo, políticas culturales y públicos más amplios, lo que vuelve incomparable aquella realidad con la precariedad del medio local. En las opiniones cundía un sabor amargo, insistiendo en que en Chile ser artista musical es particularmente jodido.
“Yo no se lo recomendaría a nadie, en general, ser músico en Chile”, dice Roberto “Titae” Lindl en un reel del documental La Banda Volante, “una orquesta que revive la tradición popular del jazz en Chile”. “Llegó un momento en que me cuestioné lo relevante que era -o irrelevante- que era nuestra profesión para esta sociedad”, agrega Felipe Ilabaca en el mismo adelanto.

Que músicos reconocidos y de éxito describan un panorama tan pesimista resulta inquietante, parte de una lectura habitual entre artistas locales que sienten que no se les trata como merecen. Es una mirada que pasa por alto las singularidades implícitas en la profesión, donde parte de la recompensa es inmediata y profundamente emocional. Tal vez olvidan que en ninguna otra ocupación la gratificación simbólica llega tan rápido: un músico puede recibir en minutos la ovación que otros esperan toda una vida.
Desde otro ángulo, Lalo Meneses de Panteras Negras revive una vieja sospecha: la de un poder coludido para neutralizar voces disidentes. En un video que circula por redes, asegura que con el regreso de la democracia se desplegó una estratagema para silenciar a los más duros y confrontacionales. “Los artistas que el gobierno de Frei y Aylwin promovían eran Joe Vasconcellos, los Chancho en Piedra, los Parkinson, La Ley, Los Tres”, dice. “Estuvieron en primera línea no solo por ser buenos músicos, sino porque sus canciones y su música generaban que la juventud olvidara las políticas y vacilara el momento”.
Suele ocurrir que el pop abrace el hedonismo apenas termina una dictadura. Por importantes que sean las causas y tensiones sociales, ni en la España post franquista ni en la Argentina ochentera que recuperaba la civilidad, la música popular insistió en la tecla humanitaria y demandante. Es probable que los gobiernos de la transición chilena estuvieran más preocupados de boinazos y ejercicios de enlace que de urdir un plan para acallar a determinadas voces.
Tal vez los músicos locales deban aceptar de una vez que su trabajo es cuesta arriba como cualquier otro oficio. Ni más ni menos.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
2.
4.


















