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Toda la luz del mediodía: cuando Mauricio Wacquez narró un triángulo de amor veraniego y provocador

Considerada una novela de culto, fue el debut en la narrativa extensa del escritor nacional, en 1965. Hoy, vuelve a las librerías en una nueva edición, y en opiniones de los expertos sigue leyéndose muy actual. Acá damos una mirada a un volumen en el que ya se pueden ver los elementos que posteriormente caracterizaron la obra de Wacquez y funciona como una buena puerta de entrada a su universo.

Toda la luz del mediodía: cuando Mauricio Wacquez narró un triángulo de amor veraniego y provocador

No quería publicar la novela. Eso era lo que Mauricio Wacquez Arellano tenía decidido con el manuscrito que tenía entre sus cajones. Con 23 años, ya había firmado su primer libro, la colección de cuentos Cinco y una ficciones (1963). Pero en paralelo había empezado el asalto a la narrativa larga, y el resultado no lo convencía. Sin embargo, fue un amigo cercano quien le dio el empuje para que finalmente, en 1965, Toda la luz del mediodía se publicara. Así lo comenta a Culto la Doctora en Literatura Daniela Buksdorf, quien ha indagado en la obra de Wacquez.

“Como buena novela inicial, Wacquez no creía en ella, ni siquiera tras ganar el concurso literario CRAV, -que permitió su publicación en Editorial ZigZag-, de hecho no es Wacquez sino su amigo René Silva quien envía la novela al concurso. Tal era la disconformidad de Wacquez con Toda la luz del mediodía que en varias cartas escritas a su amigo el escritor José Donoso, reconoce odiar la novela e incluso le pide a Donoso que la ‘destruyan’ juntos, pero Donoso, crítico infalible, declina esta invitación, por respeto a Mauricio y para cuidar la amistad que tienen (la respuesta de Donoso puede tener varias interpretaciones, pero ninguna favorable a la novela, es evidente)”.

Por muchos años, la obra de Mauricio Wacquez estuvo descontinuada, pero desde 2024 volvió a circular en las librerías nacionales (sus Cuentos Completos y la novela Frente a un hombre armado, con Alfaguara). Hoy, es justamente Toda la luz del mediodía la que regresa a los escaparates a través de Ediciones UDP. Fue la novela debut de Wacquez, y fue escrita con el mismo lenguaje exquisito que lo caracterizaría en sus obras futuras. Además, insinuó las dimensiones que volvió a tocar: lo ominoso, lo ambiguo y lo provocador. Son los rasgos que hicieron del oriundo de Colchagua un escritor de culto, y que terminó brillando en novelas como Frente a un hombre armado (1981).

Daniela Buksdorf ha indagado en los archivos personales de Wacquez desde 1957 a 1983, que hoy se preservan en la Firestone Library de la Universidad de Princeton. En base a esa inmersión, nos comenta algunos aspectos de la novela. “He podido situar en 1961 el primer borrador de este material en un cuaderno escrito a mano y una versión posterior mecanografiada, lo que significa que Wacquez comienza a escribir esta novela a los veintidós años, cuando todavía no ha publicado su primer volumen de cuentos Cinco y una ficciones, por lo que vemos una escritura principiante (pero con un altísimo nivel) y un tratamiento algo tímido de los ejes temáticos que posteriormente tratará de un modo más depurado en sus siguientes novelas”.

En estas páginas leemos la historia de Max, un hombre ya en la treintena, algo atribulado, quien se ha prendado de un joven de 18 años llamado Marcelo, con quien desarrolla un vínculo algo dependiente. Aunque toda la novela nunca se hace mención a la homosexualidad, esta queda en una capa subterránea. Completa el triángulo Paulina, quien siempre ha estado enamorada -sin éxito- de Max (aunque no le es indiferente), y a su vez, es la madre de Marcelo. Ese circuito es el que genera las tensiones, silencios, y va repercutiendo en los afectos.

El escritor nacional Pablo Simonetti es un gran lector de Mauricio Wacquez, y consultado por Culto, se animó a pensar sobre los rasgos principales de esta novela: “Es una escritura suave, fina, aguda, poética, que a veces se enrosca sobre sí misma en función del sentido buscado. Está llena de frases que uno quisiera atesorar. Es, además, una escritura que ha mantenido todo su frescor, a pesar de los sesenta años que han pasado”. Además, para el autor de Madre que estás en los cielos, acá se va adelantando lo que vendrá. “Sin duda, esta novela anticipa al narrador maduro de sus novelas posteriores y anuncia su interés en la sexualidad y la memoria como temas centrales de su obra”.

El editor de este volumen, Bruno Núñez, asegura: “Aquí ya están la mayoría de los elementos principales de su estilo y los temas recurrentes de su obra: un narrador poco fiable, la corriente de imágenes, la memoria como tema central, el erotismo, la casa familiar como paraíso perdido, etcétera. Aunque Wacquez escribió esta novela muy joven, Toda la luz del mediodía no es una obra menor. Muchos lectores la han elegido como su favorita e incluso se lo hacían saber”. Agrega que acá “hay un Wacquez más contenido, que no ha extremado aún todos sus recursos, algo que en todo caso le favorece”. Por eso mismo, esta sería una buena puerta de entrada a su universo. Así también lo cree Buksdorf.

“Esta difiere de las novelas posteriores en cuanto a lo asequible del texto en sí: una estructura narrativa cronológica, sin vuelcos o desdoblamientos narrativos, con un único narrador protagonista hacen de la novela una excelente invitación para el lector que se inicia en Wacquez. La profundidad de los personajes es lograda a la perfección; no solo nos enteramos de lo que les ocurre sino que como lectores somos capaces de comprenderlos y, en ciertos momentos empatizar con ellos o incluso identificarnos. El viaje interno de Max, su autocrítica consciente y el intento fallido de manejar sus emociones representan los conflictos internos del individuo actual, haciéndonos olvidar que la novela tiene más de sesenta años”.

¿Qué se dijo de esta novela en su tiempo? En la revista Eva, del 23 de febrero de 1968, se hizo una reseña del libro: “La sensación que produce lo lectura de esta novela es difícil de explicar, tan difícil como los sentimientos dispares que la inspiran. El lector contempla estas explosiones como se contempla una tempestad”.

“Personalmente, lo que más me gusta de esta novela es como a través de la luz y las estaciones del año Wacquez marca el paso del tiempo, que opera también como reflejo del viaje interno del protagonista. La manera de describir esta transición es poesía pura, el uso de diversos recursos literarios transportan al lector al momento mismo de la narración, haciéndonos casi sentir esos tibios rayos de sol en la piel”, asegura Buksdorf.

A la hora de señalar con cuál de las otras novelas posteriores de Mauricio Wacquez se podría vincular de manera más efectiva Toda la luz del mediodía, Daniela Buksdorf recurre al archivo y desclasifica un interesante vínculo. “Pienso que de todas sus novelas, con la que mejor dialoga Toda la luz del mediodía es con Ella o el sueño de nadie de 1983, novela que comienza como proyecto narrativo en 1972. En ambas novelas estamos frente a un complejo triángulo amoroso que se desenvuelve en un paisaje natural que rescata especies propias de la vegetación chilena. Pero los personajes de Ella o el sueño de nadie son mucho más crueles que aquellos que componen el triángulo de Toda la luz del mediodía”.

“Hay un dato curioso que me revela el archivo y que de cierta manera robustece el vínculo entre estas dos novelas: en el primer borrador de Toda la luz del mediodía el nombre del hombre de quien está enamorado el protagonista en lugar de ser Marcelo (como aparece en la novela publicada) es Marcio. Si bien ambos nombres comparten la raíz romana, la importancia de este hallazgo es que en Ella o el sueño de nadie, Wacquez otorga el nombre de Marcio al personaje del triángulo amoroso que es despreciado y manipulado por el protagonista, una situación similar a la que vive el protagonista de Toda la luz del mediodía, pero de manera más menos cruel”.

“De hecho Max, el protagonista de Toda la luz del mediodía logra revertir esta suerte de desprecio, situación que Marcio en Ella o el sueño de nadie no consigue. Pienso que hablando de triángulos amorosos crueles no podemos dejar fuera la novela Paréntesis de 1975 en la que los protagonistas aman sin ser correspondidos, como Isabelle que está enamorada de Bruno, su medio hermano, quien a su vez ama a Roger, marido de su media hermana. Evidentemente los triángulos amorosos de Paréntesis y Ella o el sueño de nadie son mucho más complejos y crueles que el vivido por los personajes de Toda la luz del mediodía, pero el germen de estos laberintos amorosos y su ferocidad ya asoman como motor de la novela”.

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