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Tres de los protagonistas del disco Invisible de La Ley se reúnen 30 años después: “Se debería haber llamado Invencible”

Los ex miembros de La Ley en los 90, Luciano Rojas y Rodrigo “Coti” Aboitiz, fueron congregados por Culto con el productor de la obra maestra de La Ley, Humberto Gatica, en la reciente Feria Pulsar. Aquí comparten los recuerdos de un álbum que para ellos también se podría haber bautizado como Invencible: lo hicieron mientras cargaban el duelo de la muerte de Andrés Bobe.

Tres de los protagonistas del disco Invisible de La Ley se reúnen 30 años después: “Se debería haber llamado Invencible”

El bajista Luciano Rojas recuerda que, cuando era parte de La Ley en septiembre de 1994, llegó junto al resto del grupo a los estudios Record Plant de Hollywood, California, y la recepción del aclamado productor chileno Humberto Gatica no fue la más favorable.

“Nosotros íbamos con nuestro demo con los dientes apretados, a la guerra”, reconstruye el músico, para después completar: “Estábamos en un segundo piso, en una buhardilla pequeña, y llega Humberto con el casete y nos dice ‘¡esto no sirve de nada!’. Nosotros nos quedamos para adentro. Entonces, él nos repite: ‘¡porque vamos a hacer el mejor disco de la historia!’. Ahí como que nos hizo reaccionar, fue un llamado de atención muy grande”.

Ese demo discutido y vapuleado no remató en el mejor disco de la historia, pero sí quizás en el mejor de La Ley: fue la cuna de Invisible, el título que se estrenó un par de meses después, en julio de 1995, y del que durante esta temporada se han cumplido tres décadas. Con el propio Gatica como productor insigne, también captura algunos de los mayores hits del conjunto, como El duelo, Día cero, Hombre o Cielo market: es la definición exacta de la grandeza de La Ley durante los 90.

Justo 30 años después, Rojas se reencuentra con Gatica en uno de los pasillos de la Estación Mapocho, ambos invitados a la Feria Pulsar de la SCD que se realizó en el lugar a principios de mes. Ya no hay dientes dispuestos para la batalla ni exclamaciones enfurecidas por canciones que no gustaron. Rojas y Gatica se abrazan con afecto por los varios años que no se veían y recalcan cómo han cambiado desde que en el corazón de los 90 compartieron un estudio de grabación, mientras numerosos presentes que siguen al ingeniero de sonido como una suerte de estrella se agrupan para fotografiar el momento.

La escena la completa el tecladista Rodrigo “Coti” Aboitiz, también parte de La Ley en esos años y presente en el recinto, reunidos por Culto no sólo para rememorar la trastienda de una obra imprescindible de la música chilena, sino que para tejer memoria sobre esos instantes irrepetibles que cruzan a todo colectivo humano al menos una vez, en una definición esbozada por el propio Aboitiz: “En el curso de La Ley no sé si antes o después se dio una situación tan buena”.

El duelo y el desafío

Al menos la situación fue especial y, efectivamente, nunca más volvió a repetirse. Cuando la banda -que por esos días completaban el cantante Beto Cuevas, el baterista Mauricio Clavería y el recién ingresado guitarrista Pedro Frugone- entró a grabar Invisible en la segunda parte de 1994, sólo meses antes había fallecido en un accidente su fundador y alma creativa, Andrés Bobe. El conjunto podría haber quedado nocaut, paralizados en un duelo aplastante.

Pero no. Así al menos lo percibió Gatica: “El disco se podría haber llamado Invencible, porque el grupo estaba creciendo, entregando todas sus posibilidades y trabajando muy bien. Fue muy fácil para mí trabajar con ellos y funcionar como un colectivo. No hubo demasiados egos en general, nos respetamos mutuamente”.

El primer puente de Gatica con los hombres de Tejedores de ilusión lo trazó el propio Andrés Bobe, cuando en julio de 1993 viajó hasta Los Angeles, California, para que el productor mezclara las cuatro canciones que integraban el maxi single Cara de Dios, entre ellas En la ciudad, concebida como tema central para la telenovela Champaña, de Canal 13.

Tanto Bobe como el resto de sus compañeros estaban entusiasmados por el palmarés de Gatica: sobrino del legendario rey del bolero, el intérprete chileno Lucho Gatica, había llegado a Estados Unidos en los años 70 y desde ahí había inscrito un prestigio que lo llevó a trabajar como ingeniero de sonido en hitos discográficos como Thriller y Bad, ambos de Michael Jackson, o el álbum 17 de Chicago, por el que ganó su primer Grammy en 1985. Ese mismo año, fue el brazo derecho de Quincy Jones en la grabación del mayor himno benéfico de todos los tiempos, We are the world.

Por eso, Bobe después de que Gatica pusiera su rúbrica en Cara de Dios, le sinceró su anhelo. “Me dijo que su sueño era que algún día yo trabajara como productor junto a su grupo. Yo le dije que feliz, que no había problema. El contacto con Andrés me lo había hecho un amigo en común, Piro, que me habló de un grupo muy bueno que se estaba haciendo un nombre en Chile. Me encantó su sonido. Le dije que le podía mezclar estos temas y, por supuesto, si a futuro se daba algo mayor, podíamos trabajar grabando un disco. A mí Andrés me pareció un tipo muy fuerte, con una gran energía, y un gran guitarrista”, relata Gatica.

Sin embargo, ese futuro nunca llegó. El productor recapitula: “Pasó el tiempo y yo estaba en Italia cuando me llamó este mismo amigo, Piro, y me contó que Andrés había tenido un grave accidente que le había costado la vida. Me quedé helado. Después, el mánager de La Ley, Alejandro Sanfuentes, me llama y me dice: ‘quisiéramos trabajar contigo’. Era algo que ya me había pedido Andrés, entonces yo ya estaba comprometido. Yo estaba feliz, les dije que sí de inmediato, porque me gustaba su música. Yo escuchaba Depeche Mode y ese era un grupo que ellos escuchaban mucho. Así que podíamos empezar a trabajar”.

Sin Andrés Bobe

Para los músicos de La Ley fue un desafío emprender un trayecto por primera vez sin Bobe.

Pero para el propio Gatica el escenario también abría su propio reto: su labor hasta entonces más bien se remitía a funcionar como ingeniero de sonido antes que como productor protagónico y, en general, estaba más habituado a convivir con solistas antes que con grupos más numerosos. Por lo mismo, su faena casi siempre giraba en torno a la voz del intérprete para después preocuparse de la parte instrumental.

Luciano Rojas asiente: “Al momento de la muerte de Andrés, nosotros tuvimos que recapitular toda nuestra metodología de trabajo, porque, y esto Humberto no lo puede negar tampoco, Andrés era el líder natural de la banda, el compositor, con mucha experiencia y seguridad, de esos líderes que son reales. Entonces, nos tuvimos que reinventar y aspirar a una metodología que en ese momento no teníamos. Y así, empezamos todos a aportar lo mejor de lo nuestro en un ambiente de mucha camaradería, de mucho respeto por el aporte de cada uno. Fue un disco muy sentido, que salió muy de adentro”.

Si La Ley y Gatica lidiaban cada uno con sus propias contiendas, el caso de “Coti” Aboitiz parecía aún más rudo. El instrumentista había fundado el grupo junto a Andrés Bobe en 1987, pero se había retirado en el amanecer de los 90 aquejado, entre otras circunstancias, por la muerte de su madre. Para Invisible, había sido llamado de vuelta para aportar teclados en el renovado vuelo creativo que perseguía la banda.

“Antes que Andrés muriera, yo había hablado con él porque queríamos hacer un par de cosas aparte y ahí se dio la posibilidad de volver. Cuando sucede lo de su muerte, me llama Sanfuentes para regresar al grupo y yo le dije que feliz. Para mí fue una responsabilidad ser uno de los fundadores del conjunto que quedaba y representar de alguna forma a Andrés en ese mismo rol. ¿Cómo lo represento? Pero las cosas se fueron dando de a poco y el hilo conductor fueron las canciones que había dejado Andrés para Invisible. Este es el único disco de La Ley en que estamos de algún modo todos los que integramos la banda de forma oficial, porque la presencia de Andrés con sus canciones es evidente”.

De hecho, sentados en una mesa en plena Feria Pulsar, Aboitiz, Rojas y Gatica coinciden que efectivamente Invisible es el álbum que sintetiza los aportes y las inquietudes de todos los que pasaron por la etapa más consagrada de La Ley, atendiendo al carácter de “momento irrepetible” que el tecladista recalcó antes en este mismo diálogo. Gatica lo secunda: “Aquí están todos. La presencia de Andrés era muy fuerte y se sentía cuando grabábamos”.

En lo concreto, cuatro de los 12 temas que finalmente integraron Invisible habían sido trabajados por Bobe: El duelo, R & R, Animal y 1-800 Dual. Tras el deceso del músico, y con Frugone -que venía de Viena y Anachena- ya integrado como nuevo elemento, la agrupación fue en 1994 a ensayar dos semanas a una parcela de la mamá de Alejandro Sanfuentes en Colina.

Luego grabaron los demos en el estudio de Pedro y su hermano Archie en Santa Ana de Chena, en las afueras de Santiago: ese fue el material con el que a fines de ese año llegaron a California y que Gatica les avisó que debían de mejorar para lograr “el mejor disco del mundo”.

Eso sí, hoy con el paso del tiempo, el productor matiza: “Todo encajó muy bien. Me acuerdo que venían las programaciones listas y establecidas en canciones con sonidos cojonudísimos, muy buenos, entonces fue más que nada aportar para llevarlos a otro nivel. Y ese nivel fue grabar partituras de bajo, batería, llevar a Beto Cuevas hacia otro lugar y poder hacer cosas más significativas. Me interesaba mucho su voz, es una voz que después creció mucho, ya que sus articulaciones antes estaban medias cerradas, no eran claras. Para mí, él estaba en un proceso de definirse exactamente como vocalista y al final para mí Beto Cuevas es uno de los grandes intérpretes de la música y del rock alternativo. Él llegó a otra dimensión con Invisible”.

En muchas entrevistas a lo largo de los años, los ex miembros de La Ley han enfatizado lo exigente que era Gatica en el estudio: los hacía grabar varias veces sus partes, los obligaba a mejorar, se obsesionaba en detalles y hasta por momentos los hacía pedir una tregua entre la vorágine.

“Claro, en todo proceso surgen tensiones”, dice el aludido, para luego admitir: “Yo no soy un dictador, yo solamente tengo ideas, las propongo y más menos digo lo que ando buscando, pero ellos eran los expertos. Si la industria hubiese tenido en ese tiempo los Grammy Latinos, sin duda este disco se hubiese llevado muchos premios. Sin ninguna duda. Para mí fue uno de los discos más poderosos que he hecho”.

“Humberto nos podía decir ciertas cosas porque era alguien que estaba profundamente comprometido con la producción. Humberto empezó a ordenar un poquito el puzzle que teníamos, a darle un sentido, a ser una suerte de guía. En situaciones normales habría sido Andrés el que nos dirigía. Pero la metodología de Humberto nos impactó, su nivel de profesionalismo. La disciplina era exacta, lo que nos hacía repetir las cosas. Era mucha repetición. Era algo que yo no había vivido antes, no estábamos acostumbrados”, acota ahora Rojas.

Por su lado, Aboitiz asegura: “Era un alto nivel de exigencia. A mí me impresionaron mucho algunas cosas. Por ejemplo, la cantidad de veces que se grababa la voz y cómo se iba empastando todo y armando un composite de la voz de Beto. Eso a mí me quedó grabado como algo realmente brillante, fundamental. Todos pusimos de nuestra parte para que saliera bien, sentíamos una responsabilidad muy especial. Yo creo que fue un poco como volver a los primeros discos, a Desiertos, y eso hizo que funcionara muy bien”.

Entre los aspectos que también aportó Gatica estuvo la inclusión del guitarrista Michael Thompson, quien compartió el rol en el instrumento con el recién llegado Frugone, lo que generó algunos roces. Hoy Gatica simplifica la historia: “Thompson encajó muy bien, Andrés Bobe también lo conocía y creo que eso le hizo bien al proyecto”.

Finalmente los esfuerzos extendidos en arduas cinco semanas de grabaciones, entre octubre y diciembre de 1994, y toda esa suerte de trabajo de exorcismo que significó Invisible, dieron sus frutos: el trabajo materializó un récord de ventas en Chile y su single El duelo permaneció 18 semanas en los rankings radiales, convirtiéndose en el tema más tocado del año.

Ante la estatura del hito, sólo queda la gran pregunta para Humberto Gatica:

-¿Le gustaría volver a trabajar con La Ley?

Sí, con los originales. Los que más se puedan. Un reencuentro clásico. Como fue cuando trabajamos juntos. El tiempo lo dirá.

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