Solicitud de renuncia del director del Servicio de Impuestos Internos
Ante la falta de diligencia que mostró para solucionar cuanto antes su propio caso de una propiedad no regularizada, la carencia de medidas para corregir los problemas que él mismo detectó y el daño a la imagen del Servicio que provocó con sus cuestionamientos públicos, es claro que su permanencia se hacía insostenible.

El gobierno solicitó la renuncia del director del Servicio de Impuestos Internos (SII), Javier Etcheberry, luego de los cuestionamientos de que fue objeto tras la revelación de un reportaje de TVN en que se descubrió que una propiedad que posee en la comuna de Paine lleva varios años pagando un monto inferior de las contribuciones que efectivamente le corresponden. Era un hecho que la inadecuada forma en que el exdirector manejó el caso hacía insostenible su permanencia.
Según explicó Etcheberry, la propiedad fue objeto de una ampliación hace más de una década, y fue esta última la que no logró ser oportunamente regularizada, pese a múltiples e infructuosas gestiones ante la municipalidad -el municipio de hecho salió al paso de esta versión, señalando que la solicitud de ampliación fue rechazada en 2019 por no haberse subsanado una serie de observaciones técnicas- y que desde hace nueve años envió una tasación al SII, pero que aun así nunca fue utilizada para actualizar la propiedad. Alega que ningún funcionario vino a corroborar los antecedentes para actualizar el catastro -pese a que hay 400 destinados a labores en terreno-, y solo una vez que reasumió en el SII, en julio del año pasado, reactivó las gestiones para regularizar la propiedad, lo que recién ocurrió el mes pasado. Con ello la propiedad pasó de pagar contribuciones por $225 mil a $685 mil.
Etcheberry no solo tuvo críticas para el sistema -“me da la impresión de que no les importa que se inscriban las casas”-, sino que además tuvo duros reproches respecto del rol del SII, asegurando que “en el caso mío no cumplieron con la pega”.
Las explicaciones de Etcheberry desde luego no convencieron a buena parte del mundo político, donde se multiplicaron las voces que solicitaban su renuncia ante la compleja situación en la que había quedado, particularmente por la incongruente señal que se proyectaba hacia la ciudadanía, donde quien tenía la responsabilidad de velar para que se paguen los tributos aparecía eludiendo sus propias obligaciones tributarias, lo que a juicio de sus críticos resultaba aún más chocante pues el SII suele ser implacable para exigir sus obligaciones a los contribuyentes.
Lo cierto es que al examinar sus explicaciones se advertía una enorme inconsistencia en sus fundamentaciones, y si a ello se suma la falta de decisiones para corregir con celeridad los problemas que él mismo había detectado, definitivamente quedaba en un pie muy complicado para seguir al mando del Servicio.
Desde luego, Etcheberry no podía ignorar lo complejo que resultaba para el ejercicio de su cargo asumirlo a sabiendas de que tenía una propiedad no regularizada. Si bien ha señalado que apenas asumió impartió instrucciones para que el caso fuera debidamente regularizado, esto recién ocurrió casi un año después. El exdirector se escudó en que “algunas cosas se pueden hacer rápido y otras se demoran. Ojalá fuera tan fácil que doy órdenes y todo se cumple”, una explicación que resulta difícil de aceptar, porque según él mismo había señalado el Servicio ya tenía todos los antecedentes de su caso y es su propio liderazgo el que quedaba cuestionado cuando no fue capaz de acelerar la pronta resolución de algo que para él se supone era prioritario.
También cabe preguntarse qué medidas concretas adoptó durante este año en el cargo para empezar a resolver el problema de las demoras en las tasaciones que él mismo denunció. Más allá de remover a algunos funcionarios, no se tuvo conocimiento del diseño e implementación de medidas estructurales para abordar estas fallas. Ello debió haber sido un eje muy importante de su gestión, tomando en cuenta no solo que hay miles de personas en la misma situación que lo afectaba a él, sino además considerando que el tema de las contribuciones ha pasado a ser un punto muy álgido en la discusión pública, donde cunden los reclamos por la escasa transparencia en la forma como el Servicio determina el avalúo de las propiedades y el fuerte incremento de dicho gravamen para muchos contribuyentes.
Por otra parte, la insólita forma en que el director del SII estructuró su defensa, pretendiendo trasladar toda la responsabilidad a terceros -pasando por alto que en todos estos años no hizo una presentación administrativa directa, alegando que asumía que luego de haber enviado los datos de tasación al SII “no se me ocurría que además tenía que hacer otra cosa, si ya tenían los datos”, algo que resulta extraño tratándose de alguien que por 12 años ya había sido director del Servicio-, no hizo más que agravar su situación.
Al cuestionar al SII y sus funcionarios -algo ciertamente insólito proviniendo del propio director de la institución- no advirtió que en la posición que ocupaba debió poner especial atención en cuidar la imagen del Servicio, pero en cambio desprestigió su quehacer -algo que ocasionó fuertes molestias de las asociaciones de funcionarios-, lo que para cualquier institución ha de resultar especialmente complejo, sobre todo cuando el propio Servicio enfrenta críticas de la ciudadanía ante lo sensible del tema de las contribuciones.
Etcheberry tampoco dimensionó que el alcance de sus dichos abriría otro flanco especialmente complejo para el Servicio, porque le dio los argumentos al resto de los contribuyentes para cuestionar al SII. En efecto, si la razón para no regularizar a tiempo y dejar de pagar las contribuciones respectivas se debe a la incompetencia o falta de diligencia de entidades públicas, es fácil advertir que ello también podría ser esgrimido como excusa por cualquier ciudadano que se encuentre en una situación similar.
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