El Deportivo

Con el Happyland en la mira: la crisis del bowling tras la falta de legado de Santiago 2023

La federación denuncia que solo pudo ocupar en un 37,5% de las semanas las dependencias del recinto donde se desarrollaron los Panamericanos, agudizando las consecuencias de no contar con infraestructura propia.

El bowling chileno vive un presente muy delicado por la falta de legado de Santiago 2023. Federación de Bowling

En junio de 2022, el bowling chileno lanzó un desesperado reclamo tras el ofrecimiento de la Federación Internacional de Bowling, que ofreció donar 16 pistas de última generación con instalación completa, máquina de aceitado, perforación y software, valorizadas en cerca de US$ 400.000. El único requisito era que quedaran como patrimonio del Estado, lo cual requería inversión.

Durante el gobierno de Sebastián Piñera incluso se firmó una carta de apoyo por parte de la ministra Cecilia Pérez, comprometiéndose con la idea de un legado para el bowling. Sin embargo, ese acuerdo no fue tomado en cuenta bajo la nueva administración y la primera gestión de la Corporación de los Juegos, lo que debilitó aún más las posibilidades de concretar el proyecto.

La propuesta fue rechazada en votación (siete votos contra tres), pese al apoyo del Comité Olímpico de Chile y de su presidente Miguel Ángel Mujica. Finalmente, se optó por disputar la disciplina en el Happyland del Mall Plaza Vespucio, sin dejar infraestructura pública permanente.

En ese proceso incluso se evaluó trasladar la sede a Rancagua, donde el alcalde y el GORE ofrecieron apoyo para instalar las pistas donadas en el Complejo Patricio Mekis. No prosperó por falta de disposición a invertir en infraestructura pública.

“El bowling será en el centro comercial, porque si no habría que construir uno y el Estado fue muy claro en que no estaba dispuesto a construir. Van a estar muy bien ahí en La Florida”, lamentó Neven Ilic, presidente de Panam Sports, en declaraciones entregadas a Canal 13.

A dos años de los Juegos Panamericanos, todas las advertencias se hicieron realidad. En el informe oficial de la Federación de Bowling, emitido en marzo de este año, se confirma que los contratos celebrados con Santiago 2023 solo cubrieron reparaciones temporales (14 pistas habilitadas, compra de 350 pinos, software y lubricantes) con un costo de $ 192.873.470, pero sin ningún legado asegurado.

Luego de los Panamericanos, la entidad indica que entre noviembre 2023 y febrero 2025, la disciplina solo pudo usar las pistas del Happyland en un 37,5% de las semanas disponibles, identificando como principales causas la prioridad de arriendo para el público general, fallas técnicas recurrentes, máquina de aceitado fuera de servicio o sin insumos.

“La frustración es enorme porque esto fue un ‘te lo dije’. Lo advertimos una y otra vez: se lo dije a la ministra del Deporte, a la directora ejecutiva de los Juegos, al gobernador, a Panam Sports… lo dijimos en todos lados. Advertí que si no había un legado, en dos años más íbamos a estar muertos, y eso pasó. El 2022 y 2023 salí a meter ruido, junto con otros, a hablar en todos los medios y redes sociales que pude, porque había una desesperación real: sabíamos que si no se reaccionaba íbamos directo a esta crisis", sostiene el jugador y secretario de la federación, Arnau Sarrà.

Finanzas delicadas

Luego de reorganizarse, la federación funciona con apenas un cuarto del presupuesto que recibía antes de los Panamericanos. Este recorte responde tanto a la derivación de recursos hacia fondos regionales (FNDR) como a gestiones deficientes anteriores, con problemas administrativos y judiciales que dejaron fondos pendientes por rendir, según indica la nueva administración, a cargo de Marcela Olivares.

Hoy, los recursos federativos cubren parte de los costos de torneos nacionales y gastos administrativos básicos, pero entrenamientos y viajes internacionales son financiados directamente por los deportistas, como ocurrió en los Juegos Sudamericanos Consubowl en Buenos Aires.

A pesar de ello, esta temporada marcó el retorno de la competencia nacional, con tres torneos oficiales y la preparación de un cuarto. Además, se pudo jugar en el histórico Bowling Japimax de Santiago, además de fechas en Iquique.

La ciudad nortina se ha convertido en un eje clave para la supervivencia del bowling chileno. De hecho, este año se disputaron dos campeonatos en Espacio OX, un recinto que fue clave para que la actividad no desapareciera. Además, fue fundamental el apoyo de la asociación local y la gestión de fondos regionales, lo que ha permitido financiar torneos, entrenamientos y proyectar la incorporación de entrenadores y monitores.

“En medio de todo esto, el esfuerzo de la dirigencia actual creo que es enorme. Con muy pocos recursos hemos tratado de reactivar torneos nacionales y empujar a las asociaciones regionales, y como siempre el Comité Olímpico ha tratado de ayudarnos en lo posible, por ejemplo, nos permitió optar al menos a un presupuesto menor este año. Si no fuera por eso, definitivamente estaríamos perdidos”, destaca Sarrà.

La falta de legado obligó a la federación a buscar alianzas y auspicios para adquirir una máquina de aceitado, cuyo costo ronda los US$ 35 mil, además de otros insumos esenciales para dar continuidad competitiva.

Futuro incierto

La entidad ha mantenido diversas conversaciones con el Comité Olímpico para poder habilitar un espacio físico en el CEO. Una de las idea es instalar al menos seis pistas, pero para ello se debe gestionar una nueva donación internacional.

“Sigo siendo jugador y hoy también dirigente. Este año, junto a mis compañeros, tuvimos que costear completamente nuestra participación en los Sudamericanos Consubowl de Buenos Aires. No fue un lujo, fue una necesidad: sabíamos que si no íbamos nos borraban del mapa. El Comité Olímpico ya nos informó que no habrá recursos para los Bolivarianos 2025, y nosotros tenemos claro que sin los Odesur 2026 se acaba todo. Por eso hicimos el esfuerzo, porque perder ese cupo habría significado la muerte del bowling chileno”, manifiesta Sarrà.

“Hoy entrenamos en condiciones bastante difíciles: con pistas aceitando a mano, dependiendo de la buena voluntad de recintos privados, que en cualquier momento nos pueden cerrar las puertas porque, al final del día, somos un costo frente al público recreativo que sí genera utilidades. Se perdió la oportunidad más grande de nuestra historia”, afirma.

El dirigente y deportista grafica las consecuencias que este difícil momento ha causado en la disciplina. “Hemos perdido jugadores, jóvenes que se fueron a otros deportes, gente que se cansó de esperar, incluso personas que soñaron con ver un bowling chileno propio y nunca alcanzaron a verlo”, indica.

“Yo sigo porque amo este deporte. Pero no se trata solo de mí: el bowling chileno necesita un proyecto real, apoyo público y privado, y una inversión inicial que nos permita autogestionarnos. Sin eso, vamos a seguir sobreviviendo apenas, cargando con un muerto al hombro que no queremos dejar morir, pero que así como estamos, es muy difícil sacar adelante”, concluye, con la esperanza de revertir este sombrío panorama.

Más sobre:Santiago 2023Juegos PanamericanosBowlingFederación de BowlingArnau Sarrà

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

🎉 La Tercera celebra 75 años ✈️ Suscríbete y entra al sorteo por 2 pasajes a Buenos Aires.

Plan digital $990/mes SUSCRÍBETE