Por Lucas MujicaLos secretos del camarín de Coquimbo Unido, el flamante e inédito campeón del fútbol chileno
El elenco dirigido por Esteban González se alzó por primera vez en su historia con el título de Primera División. El manejo del Chino fue clave en la extraordinaria campaña pirata. En la interna también hubo espacio para las bromas.

El camarín de Coquimbo Unido no tiene lujos. Tampoco grandes figuras internacionales ni egos desbordados. Lo que sí abunda es disciplina y una fe inquebrantable en la palabra de su técnico, Esteban González. Con esa fórmula, el cuadro aurinegro acaba de romper una maldición de 67 años y conquistar su primer título nacional. Una hazaña que transforma a los piratas en el nuevo campeón del fútbol chileno.
Apenas después del pitazo final ante Unión La Calera, los jugadores se fundieron en un abrazo que parecía contener toda la historia de frustraciones del club. Miles de banderas amarillas y negras ondeaban en el Estadio Francisco Sánchez Rumoroso. El Chino observaba cómo sus dirigidos celebraban un campeonato que comenzó a construirse mucho antes del torneo. En los entrenamientos, en las charlas tácticas y emocionales que transformaron a un grupo sin estrellas en un equipo invencible.
El método
“Más allá de lo táctico, lo que trabajamos es que nadie se sienta más importante que el grupo”, ha repetido González, casi como un mantra. El exdefensor, que asumió el mando tras la polémica salida de Fernando Díaz en octubre de 2024, convenció a sus jugadores de que la fortaleza estaba en la unidad. Lo hizo sin grandes discursos ni gestos grandilocuentes, pero con una constancia que caló hondo.
En los primeros meses del año, cuando el equipo ya lideraba la tabla, González les hizo una advertencia: “Les digo a los jugadores que no queremos tener el goleador del torneo, queremos depender de todo el equipo en la fase ofensiva. Eso habla de la fuerza colectiva”. Y cumplió. Catorce futbolistas distintos han convertido durante la campaña. Un reflejo de esa idea que convirtió a Coquimbo en una maquinaria colectiva, donde cada pieza conoce su rol y lo ejecuta al límite.
Coquimbo Unido no fue el equipo más vistoso del campeonato, pero sí el más sólido. Con apenas 12 goles en contra, el cuadro aurinegro hizo del orden su principal virtud. Diego Sánchez fue un líder desde el arco, mientras que Juan Cornejo y Bruno Cabrera impusieron jerarquía en la zaga. “Somos agresivos en todos los sectores y manejamos bien donde serlo o donde dar espacios”, explicaba el carrilero.

Esa madurez fue clave en los momentos más tensos del año, especialmente tras el largo receso de septiembre, cuando el equipo estuvo más de un mes sin competir. “La inactividad no le sirve a ningún equipo. Pero nos hemos mantenido al margen de todo eso. Entrenamos fuerte”, recordaba el defensor. Mientras en la ciudad la ilusión se desbordaba, puertas adentro la consigna era una sola: no hablar del título. Por cábala o convicción, nadie se atrevía a pronunciar la palabra hasta que el sueño se consumó.
Claro que en la interna también hubo espacio para las risas. Sebastián Galani y Diego Sánchez, dos de los líderes del equipo, descomprimen el ambiente con sus bromas. “Conversamos con el Mono, me hueveaba porque no tengo muchas emociones. Estoy contento, quizás después lo asimile. Soy canterano feliz de ser campeón”, dijo el volante tras el partido ante La Calera.
“Es de palo este huevón. Dormimos juntos de nuevo. Se mantuvo el arco en cero, el amor va a perdurar”, complementó el guardameta. “Me hace acordar al liceo. Molesta harto, pero al final me río. No tengo por qué enojarme con él”, comentó el mediocampista.
El renacer
En medio de ese engranaje perfecto, un nombre brilló con luz propia: Matías Palavecino. El argentino, que vivió un discreto paso por el club en 2023, volvió para ser figura. “El Chino me llamó cuando estaba en casa. Me devolvió la confianza. Fue un golpe anímico”, contaba el volante rosarino, quien se transformó en el mejor jugador del torneo y el cerebro del campeón. Fue la brújula del equipo y su talento, la chispa que encendió cada ataque. “Acá soy feliz. No me pesa la presión, porque todos confiamos en todos. Eso es lo que nos hace fuertes”, dijo.
Otro nombre propio es Cecilio Waterman. El ariete suma nueve goles y es el máximo anotador del equipo, dejando atrás las críticas iniciales. En medio de los festejos, el panameño recordó el rol que tuvo Rodrigo Holgado en su llegada al puerto. “Sin él, no estaría aquí. Fue él quien llamó al presidente y les dijo que yo estaba disponible. Uno tiene que ser un agradecido de la vida”, reveló.
Fuera de la cancha, la ciudad también jugó su partido. Desde los pescadores del puerto hasta los comerciantes del centro, todos adoptaron el amarillo y negro como uniforme. La comunión entre equipo y comunidad terminó siendo una de las claves emocionales del título. El Sánchez Rumoroso fue un infierno para los rivales. Coquimbo está invicto como local, con una hinchada que convirtió cada partido en una fiesta.
El recuerdo de la final perdida de 2005, ante Unión Española, todavía dolía. Muchos hinchas pensaban que nunca llegaría otra oportunidad. Incluso, Alí Manouchehri, el alcalde de la ciudad, quien era parte del equipo que cayó en la definición hace 20 años, reconoció haberse sacado una espina. “Es como soñado. Es rara la sensación. Tenía guardada mi camiseta del 2005”, señaló el edil en medio de los festejos.
Hace tres años, Coquimbo se salvó del descenso por diferencia de gol. Desde ahí fue construyendo una base sólida. En 2023, el equipo había mostrado señales de crecimiento. Y en 2025, alcanzó el punto más alto de su historia.
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