LT Board

Aumento del pago mínimo en las tarjetas de crédito: Una nueva regla para una deuda vieja

"Para quienes ya enfrentan dificultades para cubrir necesidades básicas, un aumento en el monto exigido como pago mínimo puede significar la diferencia entre mantenerse en el sistema formal o caer en mora" advierte José Navarrete Oyarce, director del Magíster en Tributación y de Ingeniería en Administración de Empresas de la Universidad Andrés Bello.

Usuarios-informan-de-p-3549591.jpg

Concebidas como herramientas de pago y financiamiento de corto plazo, las tarjetas de crédito se han convertido en una de las principales fuentes de endeudamiento prolongado para millones de personas. En ese escenario, el modo en que se calcula el pago mínimo mensual no es un tecnicismo, sino un elemento estructural del sistema crediticio y de las finanzas personales. La reciente modificación que introduce una proporción obligatoria de amortización del capital representa, en apariencia, una corrección técnica, pero en realidad, redefine una relación económica de fondo.

Durante décadas, el pago mínimo operó como una válvula de escape, permitiendo a los usuarios mantener su acceso al crédito sin cancelar una proporción significativa del capital adeudado. Hasta ahora, la posibilidad de pagar apenas una fracción marginal, muchas veces menor al 5 % del saldo total, generaba un espejismo de cumplimiento. El usuario sentía que estaba al día, pero en realidad apenas lograba evitar la mora, mientras los intereses seguían acumulándose.

Esta práctica, extendida y socialmente aceptada, resultaba funcional para las entidades emisoras, pero en los usuarios solo prolongaba artificialmente las deudas, multiplicaba los costos financieros e introducía una asimetría entre la percepción de cumplimiento y la realidad del endeudamiento.

La nueva norma establece un piso distinto: obliga a que parte del capital comience a pagarse con cada cuota mensual. Este ajuste tiene un sentido financiero claro, el de acortar los plazos de deuda, reducir el interés total acumulado, pero sus efectos más significativos serán sociales y conductuales.

En primer lugar, afecta directamente el flujo mensual disponible de los hogares. Para quienes ya enfrentan dificultades para cubrir necesidades básicas, un aumento en el monto exigido como pago mínimo puede significar la diferencia entre mantenerse en el sistema formal o caer en mora. En muchos casos, las tarjetas de crédito han operado como una fuente de liquidez de emergencia, especialmente en contextos de empleo informal, ingresos variables o crisis personales. Reducir esa flexibilidad de manera abrupta puede acentuar la vulnerabilidad de quienes ya viven al límite.

En segundo lugar, introduce una exigencia que no todos podrán comprender de inmediato. La educación financiera sigue siendo limitada, incluso entre sectores con acceso regular al sistema bancario. Si la implementación no viene acompañada de una estrategia clara de comunicación y apoyo, es probable que muchos usuarios no logren anticipar el cambio, ni comprender sus implicancias prácticas. Esto no solo puede derivar en incumplimientos involuntarios, sino también en una percepción de arbitrariedad o castigo por parte del sistema.

“Si la implementación no viene acompañada de una estrategia clara de comunicación y apoyo, es probable que muchos usuarios no logren anticipar el cambio, ni comprender sus implicancias prácticas”.

En tercer lugar, obliga a las entidades financieras a repensar su modelo de negocio con los clientes más riesgosos. Aquellos usuarios cuya permanencia en el sistema se sustentaba en pagos mínimos simbólicos pueden dejar de ser rentables bajo este nuevo esquema. La tentación de restringir su acceso o endurecer las condiciones de ingreso no es menor. El riesgo, entonces, no es solo económico: es también de exclusión financiera.

A pesar de estos desafíos, el cambio normativo introduce un principio esencial: el endeudamiento debe ser reversible. En otras palabras, cada pago debe representar un paso real hacia la liquidación de la deuda. Es una lógica que protege al deudor, no desde la permisividad, sino desde la responsabilidad. Pero para que funcione, requiere un ecosistema adaptativo: instrumentos financieros más flexibles, modelos de evaluación que consideren ingresos no tradicionales, y sobre todo, un esfuerzo público sostenido en educación y acompañamiento.

Porque al final del día, las normas no transforman realidades por sí solas. Solo lo hacen cuando sus principios se traducen en prácticas justas, comprensibles y sostenibles para quienes deben aplicarlas. El nuevo cálculo del pago mínimo es un paso necesario en esa dirección. Pero su impacto dependerá, sobre todo, de cómo el sistema reconozca y responda a la complejidad de historiales y contextos que se esconden detrás de cada estado de cuenta.

Más sobre:LT BoardEconomía BoardTarjetas de crédito

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

OFERTA ESPECIAL DÍA DEL PADRE

Infórmate y disfrutaDigital + LT Beneficios $3.990/mes SUSCRÍBETE