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Cierre de Corona: Las múltiples aristas de la desaparición de una marca histórica

Desde lo económico y lo patrimonial a lo laboral, diferentes especialistas analizan las consecuencias del término definitivo de esta cadena de tiendas después de más de seis décadas, que dejó a 1.800 trabajadores sin sus puestos de trabajo y que marca una tendencia: la extinción del modelo de “tiendas tradicionales”. ¿Llegaremos a comprar algún día todo-todo a través de una app?

27.06.2025 Largas filas y aglomeracion de personas por remate tienda Corona Tienda Corona plaza de Maipu Foto Pablo Vasquez R. Pablo Vas

Hace algunos días, la multitienda Corona anunció el cierre definitivo de todas sus tiendas, que se concretó el pasado jueves 10 de julio. Esta fecha marcó el fin de una empresa icónica del retail chileno, con más de seis décadas de historia.

Una crisis financiera interna fue el motivo que llevó a su término, luego de haber intentado dos procesos de reorganización judicial fallidos. “Con gran pesar, la Administración se ha visto en la obligación de solicitar la declaración de incumplimiento y Liquidación Voluntaria de Multitiendas Corona S.A., luego de más de 60 años de historia”, señala el documento de solicitud de liquidación voluntaria.

La empresa, fundada por los hermanos Paulina, Malú y Herman Schupper en 1955, cerró así sus 51 locales a lo largo del país, incluida su tienda ubicada en la Alameda, casi al frente de la Iglesia de San Francisco, en pleno casco histórico.

“Lo que ahora predomina en el retail es el canal virtual. El modelo tradicional está siendo absorbido por lo digital”, dice el académico UNAB Gonzalo Escobar.

Hay muchas aristas a dimensionar con el cierre de una empresa de estas características. En lo económico, Gonzalo Escobar, académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello, detalla que “las consecuencias que tiene el cierre de Corona se reflejan aproximadamente en los 1.800 a 2.000 puestos de trabajo directos que tenía la tienda”.

El también doctor en Derecho y Administración complementa que siempre que se pierde trabajo directo “también se genera una especie de efecto multiplicador, que es un efecto indirecto” y que puede repercutir en otras industrias. Es decir, no sólo se pierden puestos fijos, sino que también los trabajos de quienes realizaban funciones externalizadas.

Con el cierre de Corona se ha recordado la quiebra o fusión de otras tiendas que aún viven en el imaginario colectivo, como La Polar, Johnsons, supermercados Montserrat o Dijon, por mencionar algunas. Este tipo de cierres nos hace preguntarnos si responden más a problemas de gestión interna o a transformaciones estructurales del comercio, como el auge del e-commerce o la competencia con tiendas fast fashion (como H&M o Shein).

Para Gonzalo Escobar, estos fenómenos están más relacionados con los cambios que ha venido experimentando el comercio y que se acentuaron después de la pandemia, principalmente con el comercio electrónico.

“Lo que ahora predomina en el retail es el canal virtual. El modelo tradicional está siendo absorbido por lo digital”, puntualiza. El resto de la oferta se ve copada por dos gigantes, Falabella y Cencosud, que tienen supermercados, tiendas de mejoramiento para el hogar y multitiendas.

Una forma de habitar la ciudad

Este cierre no sólo representa la caída de una empresa nacional tradicional. También deja al descubierto una transformación más profunda del centro de Santiago, su tejido comercial y su identidad cultural. Para Nicolás Rojas, periodista y conductor del programa “Entrada Liberada”, el cierre de esta tienda, cuya sucursal principal estaba ubicada en plena Alameda, es parte de un fenómeno más amplio: el progresivo retiro de las grandes tiendas que por décadas dieron vida al corazón de la capital.

“Corona tuvo por décadas una tienda emblemática en plena Alameda, al igual que otras como París en San Antonio con la Alameda, o Ripley, que llegó a tener una salida directa hacia la Plaza de Armas”, desarrolla el también especialista en patrimonio.

Hablamos de edificios que eran parte del paisaje urbano y de la memoria colectiva. “No se trataba solo de ir a comprar, sino de recorrer la ciudad, mirar vitrinas, encontrarse con otros”, explica Rojas. En su opinión, estos espacios eran más que locales comerciales: cumplían una función simbólica que conectaba a las personas con la vida urbana y con ciertos hábitos sociales que han ido desapareciendo.

“El centro todavía conserva una oferta única, con locales que llevan décadas, y hay apuestas nuevas que permiten pensar en una reconversión posible", asegura el periodista Nicolás Rojas.

El desplazamiento del comercio hacia los malls y sectores periféricos ha debilitado esa centralidad. Sin embargo, Rojas es optimista respecto al potencial del centro de Santiago y destaca iniciativas que buscan devolverle su vitalidad desde lo cultural. Menciona como ejemplo el surgimiento del centro cultural La Sombrerería, que opera en un espacio tradicional, junto al clásico Donde Golpea el Monito, un bastión de resistencia ante esta salida masiva del casco histórico.

“El centro todavía conserva una oferta única, con locales que llevan décadas, y hay apuestas nuevas que permiten pensar en una reconversión posible. Uno de los principales desafíos es habitar el centro después del cierre del comercio, extender su vida más allá de las horas de oficina o las compras rápidas”, señala.

Además de las causas económicas que explican el cierre de Corona, el periodista cree que vale la pena hacerse una pregunta de fondo: ¿por qué hay tan pocos comercios en el centro que logran trascender en el tiempo? ¿Por qué no existen más edificios centenarios activos, más marcas locales fuertes que resistan las olas del mercado?

La ciudad está en permanente transformación, el patrimonio también, afirma. “Cuando miramos hacia atrás, vemos que muchos espacios emblemáticos han desaparecido sin dejar huella ni reemplazo”, puntualiza. Ante ello, lo ideal en su visión sería que, donde hoy cierra una tienda como Corona, “mañana exista un nuevo lugar con sentido público, con una propuesta cultural o social que reemplace ese vacío con algo que aporte”.

En tiempos donde el patrimonio suele asociarse a edificios monumentales o hitos turísticos, él insiste en rescatar el valor de lo cotidiano. “Estos locales eran parte de nuestras rutinas. Íbamos con nuestras madres, abuelas, amigos. Se mezclaban generaciones, clases sociales y estilos de vida”, explica, agregando que no hay que subestimar ese valor. “Cuando una tienda como Corona cierra, también se apaga una forma de habitar la ciudad que fue profundamente nuestra”, defiende.

El día después de los trabajadores

La liquidación de Corona no significa el abandono legal de sus trabajadores. Tienen derechos preferentes que deben ser respetados y mecanismos claros para exigirlos. Así lo explica la abogada Daniela Oliva, directora de la Clínica Jurídica de Derecho de la Universidad Andrés Bello, sede Santiago, quien analiza el caso de la multitienda.

Con la entrada en vigencia de la Ley N° 20.720, en Chile se reemplazó el concepto de “quiebra” por procedimientos de reorganización y liquidación de empresas, regulados bajo la figura de insolvencia y reemprendimiento. En ese marco legal, indica Oliva, cuando una empresa entra formalmente en liquidación, los trabajadores no sólo mantienen sus derechos laborales, sino que se transforman en acreedores con preferencia legal. Es decir, tienen prioridad en el cobro de sus créditos por sobre bancos, proveedores u otros acreedores comerciales.

Entre los conceptos que deben ser pagados con prioridad figuran los sueldos impagos, las cotizaciones previsionales, el feriado legal y proporcional, gratificaciones, indemnización sustitutiva del aviso previo, indemnización por años de servicio, asignaciones familiares y otras prestaciones laborales. “Todos estos pagos deben realizarse con sus respectivos reajustes e intereses, conforme lo establece la ley”, explica Oliva.

“El trabajador no queda desamparado ante una liquidación. Tiene derechos protegidos por ley. Lo importante es informarse, actuar a tiempo y, si es necesario, buscar apoyo jurídico”, dice la abogada Daniela Oliva.

Uno de los actores clave en este proceso es el liquidador, una figura designada por el tribunal que actúa en representación de la empresa en liquidación. Según detalla Oliva, este profesional tiene la responsabilidad legal de comunicar a cada trabajador el término de su contrato, en un plazo máximo de seis días hábiles desde que se dicta la resolución de liquidación.

La comunicación debe hacerse por carta certificada o de manera personal, e ir acompañada de un certificado emitido por la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento (Superir), que acredita la situación legal de la empresa.

“El contrato de trabajo se da por terminado automáticamente con la resolución de liquidación, sin necesidad de que medie una carta de despido previa del empleador. Esa resolución judicial tiene efectos inmediatos en la relación laboral”, enfatiza Oliva.

A partir de ese momento, el liquidador debe verificar los créditos laborales que correspondan a cada trabajador y gestionar su pago, siempre que existan fondos disponibles en la masa concursal.

Pero ¿qué sucede si el trabajador no está de acuerdo con lo que le propone el liquidador en su finiquito? En ese caso, explica la especialista, existen varias vías de acción. “Puede presentar un reclamo administrativo ante la Inspección del Trabajo, buscando un acuerdo directo con el liquidador, o bien puede iniciar una demanda judicial para hacer valer sus derechos y exigir el pago de las sumas que considere adeudadas”, señala.

Una herramienta adicional que contempla la ley es la figura del pago administrativo anticipado, que permite a los trabajadores recibir montos adeudados sin necesidad de juicio, siempre que existan recursos disponibles en la empresa. Esta vía, que busca dar una solución más expedita, cubre remuneraciones, asignaciones familiares e indemnizaciones legales o convencionales.

En cuanto a los trabajadores con fuero, como mujeres embarazadas, dirigentes sindicales o quienes han sido recientemente padres, la abogada aclara que en estos casos no se requiere autorización judicial previa para poner término al contrato. “La liquidación tiene efectos generales que permiten desvincular incluso a trabajadores con fuero, aunque sin que eso implique pérdida de sus derechos indemnizatorios”, puntualiza Oliva.

Una precisión importante que hace la abogada se refiere a las cotizaciones previsionales impagas, un tema que suele generar preocupación. “La ley es clara: las cotizaciones deben pagarse en todo caso. Y cualquier cláusula en el finiquito que implique la renuncia a su pago total o parcial se tendrá por no escrita y carece de validez legal”, advierte.

Oliva recomienda que los trabajadores verifiquen el estado legal de la empresa en el Boletín Concursal disponible en el sitio web de la Superir (www.superir.gob.cl), una herramienta pública y gratuita donde se puede consultar si la empresa se encuentra efectivamente en proceso de liquidación, y así tomar decisiones informadas para ejercer sus derechos.

“El trabajador no queda desamparado ante una liquidación. Tiene derechos protegidos por ley. Lo importante es informarse, actuar a tiempo y, si es necesario, buscar apoyo jurídico”, concluye.

"El retail chileno es bastante fuerte, está bastante consolidado y podemos ver que los dos grandes actores nacionales son actores relevantes en Brasil, Perú, Colombia”, plantea Gonzalo Escobar MARIO TELLEZ

Ante este cierre, que prontamente será olvidado por nuevas contingencias, siempre es interesante pensar en si es que hay alguna lección a aprender para evitar que más marcas nacionales emblemáticas desaparezcan. Gonzalo Escobar, de la UNAB, plantea que sí se puede reinventar el retail tradicional a partir de las experiencias de otros países.

“Lo cierto es que el retail chileno es bastante fuerte, está bastante consolidado y podemos ver que los dos grandes actores nacionales son actores relevantes en Brasil, Perú, Colombia”, plantea.

En cierta medida, podríamos dar clases sobre cómo opera el retail tradicional. El asunto trascendental es que todo el retail va a tener que converger hacia el comercio electrónico. “Si no consolida el retail tradicional este canal, claramente va a tender a desaparecer”, sentencia.

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