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Ozempic: El lado más oscuro de la nueva panacea para bajar de peso

Considerada por los medios y la comunidad internacional como “la gran solución” para el problema de la obesidad, la semaglutida es también un arma peligrosa cuando cae en manos de quien la consume sin tener prescripción ni control médico. “El mismo medicamento puede ser parte de la recuperación o una vía hacia daños físicos y emocionales”, dicen los especialistas, y advierten: sus efectos secundarios pueden ir mucho, pero mucho más allá de quedar con la famosa “cara de Ozempic” o el cuerpo fláccido.

Para los entrevistados, la comunicación pública efectiva sobre el uso de Ozempic es clave para evitar automedicación y daños a largo plazo.

Isidora (25) acaba de terminar la universidad. Ella vive con sus padres y su hermano Marcelo (29) en Temuco. Sin buscarlo, se transformó en una experta accidental en Ozempic. Tuvo que aprender a la fuerza para ayudar a su familia en medio de un panorama complejo.

Todo comenzó hace dos años, cuando Marcelo vivía en Australia. Allí se realizó exámenes de rutina para postular a un trabajo, que arrojaron un resultado extraño para alguien de su edad: una presión arterial peligrosamente alta e índices sanguíneos compatibles con una enfermedad renal avanzada, casi en etapa terminal. Lo más desconcertante es que Marcelo no tenía síntomas.

El diagnóstico fue suficiente para que sus padres le compraran un pasaje de retorno y dejara su vida en Oceanía. Viajó de urgencia a Chile y fue hospitalizado en Talcahuano. Una ecografía renal confirmó que los riñones estaban tan pequeños que apenas se distinguían. “El daño era crónico y progresivo”, explica Isidora.

Tras estabilizar su presión con medicamentos, Marcelo fue dado de alta. El objetivo ahora era prepararlo para un trasplante, pero antes debía bajar de peso, ya que llegó de Australia pesando alrededor de 110 kilos y necesitaba reducir la grasa abdominal. El equipo médico, entonces, decidió incluir Ozempic –nombre de fantasía del fármaco semaglutida, usado para el control de la glicemia en diabéticos tipo 2– como parte de su preparación prequirúrgica.

En este caso, las “bondades” del Ozempic, que permiten una acelerada baja de peso en poco tiempo al inhibir el apetito, se usaron de forma controlada. Sin embargo, en los últimos años el uso de este medicamento ha explotado en Chile principalmente con fines estéticos, al punto de ser consumido no sólo por personas que no tienen diabetes, sino peor aún: que ni siquiera tienen sobrepeso.

El Ozempic, considerado la panacea para adelgazar, enfrenta críticas por sus efectos físicos y emocionales cuando se consume sin control médico.

SI bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de reconocer hace unos días que los fármacos adelgazantes como el Ozempic son “esenciales” para tratar la obesidad en el mundo, en 2022 hubo un quiebre de stock a nivel mundial, y en Chile, en 2023 hubo un desabastecimiento tal que llevó a varios pacientes diabéticos a no poder acceder al fármaco, al punto que el Instituto de Salud Pública (ISP) hizo un llamado público a no usarlo si no se tenía el diagnóstico de diabetes 2.

Esta escasez, recuerda el doctor Sebastián Fuentes, académico de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad Andrés Bello (UNAB), obligó al ISP a autorizar importaciones extraordinarias del medicamento para asegurar el tratamiento de las personas con diabetes que verdaderamente lo necesitaban.

Las cosas no han cambiado mucho desde entonces. En noviembre de 2025, el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC) junto al ISP entregaron un informe en el que alertaron “publicidad prohibida” en torno a este y otros medicamentos para bajar de peso, como también el ofrecimiento de recetas médicas a distancia por parte de profesionales sin especialidad.

Tampoco es raro que el mercado negro para obtener Ozempic se haya expandido a aplicaciones como Whatsapp o Telegram, comprando fuera del comercio establecido.

“Dadas las características epidemiológicas de Chile, no es sorprendente que cada cierto tiempo aparezca una ‘pastilla mágica’ para bajar de peso de manera rápida y sostenida”, analiza el doctor Sebastián Fuentes, de la UNAB.

Durante los años 80 y 90 fueron las anfetaminas; en los 2000, la sibutramina, y ahora, antes del Ozempic había un robusto mercado informal de fentermina, que provoca efectos similares a los de las anfetaminas por lo que uso debe ser estrictamente controlado.

Jéssica Zúñiga, toxicóloga y jefa del Laboratorio de Farmacología de la Universidad de Talca, añade que la razón del furor por el Ozempic es que su principio activo, la semaglutida, “se ha instalado en el imaginario colectivo como ‘la solución’ esperada desde hace años”. Esa es una visión sesgada que favorece la automedicación, “con riesgos potenciales tanto para la seguridad de los pacientes como para el acceso equitativo al medicamento”, agrega.

En Chile existen tres registros con semaglutida. Ozempic es el más famoso, seguido por Rybelsus (para diabetes tipo 2) y Wegovy (para manejo del peso, aunque con uso aún no masivo).

Ante este panorama, y al no existir supervisión en las dosis, la baja de peso con Ozempic suele ser abrupta. “Puede ir desde 2 a 4 kilos por mes o llegar hasta un 14% del peso corporal dependiendo del ejercicio y de la ingesta calórica”, explica Jéssica Zúñiga.

Esa es una baja brusca que trae complicaciones. Una de las más comentadas, dice la experta, es la llamada “cara de Ozempic”, que corresponde a la pérdida de la grasa subcutánea facial. Pero también provoca otros efectos, como la flaccidez corporal.

Jéssica Zúñiga, toxicóloga de la Universidad de Talca, explica cómo el furor por Ozempic favorece la automedicación y afecta la seguridad del paciente.

Una inyección para compensar carencias

“Para mí el peso siempre ha sido un tema”, dice Valentín (35), quien vive en Santiago y acaba de cumplir seis meses desde que dejó de consumir Ozempic sin prescripción médica.

Admite que, gracias a la terapia psicológica, pudo nombrar el origen de su obsesión con la apariencia física: un episodio de abuso sexual que sufrió durante su infancia, cometido por la pareja de su abuela, quien le repetía que era “gordito”, “anchito” y otras palabras que aún lo atormentan. “Hasta hoy tengo una voz que me dice que estoy mal físicamente”, dice.

Hace dos años, en plena crisis con su pareja, todo empeoró. “Asumí que era porque estaba feo, porque estaba gordo, porque no era apto para alguien como él”, recuerda.

Ahí apareció el Ozempic. Un amigo que trabajaba como administrador de una cadena de farmacias le ofreció conseguirle sin receta. Le mostró precios, opciones y dosis, como si fuera cualquier producto de mostrador. Una dosis inyectable de 2 miligramos (mg) vale alrededor de $167.000; de 4 mg, $230.000. Valentín eligió la dosis más alta. Compró suficiente para seis meses, pagando más de $700 mil sin que ningún médico autorizara su uso, ni evaluara si era apropiado para su salud.

El Ozempic, considerado la panacea para adelgazar, enfrenta críticas por sus efectos físicos y emocionales cuando se consume sin control médico.

La primera vez que se inyectó el medicamento sintió un mareo. Semanas después, lo único evidente era la inapetencia: comía menos y dejaba de “picar” cosas del refrigerador por ansiedad. Pero, lejos de bajar de peso, ocurrió una reganancia de peso. “Como no me daba hambre, empecé a comer más para poder ir al gimnasio… sentía que, si no comía, el medicamento iba a dejar de funcionar”, cuenta.

Así se desarrolló una relación tóxica entre él y el medicamento. Y cuando dejó de inyectárselo llegó el efecto clínico esperado. Valentín sintió retención de líquidos, sensación de hinchazón y cambios rápidos en su cuerpo. Su metabolismo ya era diferente, pero lo peor fue el lado emocional. Cuando le contó a su pareja que usaba Ozempic para propósitos estéticos, él lo trató de “estúpido”. Lo ridiculizó por confiar en “tonteras artificiales”, como si la búsqueda desesperada de cambiar su cuerpo fuera un acto de “frivolidad” y no un síntoma de heridas profundas.

“En realidad yo estaba haciendo esto para gustarle, pero era un trauma mío… no era por él”, reflexiona ahora.

Al escuchar del caso recopilado para este reportaje, la toxicóloga Zúñiga recuerda que Ozempic tiene una doble función: una de ellas es “señalizar” al páncreas cuánta insulina debe producir según lo que llega al estómago, e informar al cerebro para generar la sensación de saciedad acorde a esa ingesta. “Por eso, incluso una ingesta mínima, como una uva, puede sentirse como suficiente. El cuerpo interpreta que ya no necesita más alimento”, desarrolla.

Esto implica que la persona debe decidir voluntariamente qué y cuánto comer, porque sus señales naturales de hambre están intervenidas. “Ozempic debe ser controlado sí o sí por un nutriólogo, endocrinólogo o nutricionista”, defiende, y que complementa que a los pacientes bajo tratamiento hay que enseñarles a comer de manera adecuada para evitar hipoglucemias y asegurar una baja de peso correcta, no basada en una malnutrición.

Ozempic actúa sobre el cerebro y el páncreas para generar sensación de saciedad, pero sin supervisión médica puede alterar el hambre natural y provocar riesgos físicos y emocionales.

Otro dato clave lo entrega la farmaceútica Novo Nordisk, que aclara que el uso adecuado de este tipo de fármacos es para personas con un Índice de Masa Corporal (IMC) sobre 30 (o sea, obesidad) o con IMC sobre 27 con comorbilidades cardíacas.

Una persona de, por ejemplo, 70 kilos, que quiere llegar a 60 no es candidata a usar Ozempic. En esos casos, el riesgo supera al beneficio.

Los temidos efectos secundarios

Con el tratamiento y los cambios que trajo su enfermedad renal, Isidora vio como su hermano comenzó a bajar de peso. Los controles más recientes fueron alentadores: la progresión del daño renal se detuvo. “No hubo recuperación, pero sí estabilidad”, explica, agregando que el trasplante sigue siendo imprescindible, aunque, según los médicos, no necesitará diálisis antes de llegar a esa etapa.

En paralelo, otra persona de la familia también entró al mundo del Ozempic. Su mamá, que quiere ser la donante de Marcelo, inició el proceso para evaluar compatibilidad. Para ello, también debe bajar de peso. Partió en 82 kilos y comenzó control con una endocrinóloga en Temuco, que también le recetó el medicamento. Al igual que a Marcelo, le dieron primero una dosis de prueba durante cuatro semanas para evaluar efectos adversos. Bajó apenas dos kilos. Pero cuando la dosis subió a 1 mg, la pérdida de peso se volvió más evidente: hoy está cerca de los 77 kilos.

El doctor Sebastián Fuentes, de la UNAB, advierte que la automedicación con Ozempic puede convertirse en un riesgo serio para la salud.

Los efectos han sido similares en ambos casos. Más que malestar severo, sufren náuseas si comen más de lo necesario. “Si tienen al frente un plato grande y lo terminan por costumbre, quedan con náuseas”, cuenta Isidora. El medicamento les quitó el apetito casi por completo. La endocrinóloga fue clara: no es obligatorio forzarse a comer si no tienen hambre, el cuerpo regulará su ingesta. Su mamá aprendió a adaptar sus porciones: comidas más pequeñas, más lentas, sin llegar al límite de incomodidad. Fuera de eso, no ha presentado dolores abdominales, taquicardia ni otros síntomas preocupantes.

Hoy, para Isidora, Ozempic dejó de ser un nombre de moda. Es parte del día a día de su familia, un instrumento médico en un proceso complejo, delicado y profundamente emocional.

En la otra cara de la moneda, Valentín, a seis meses de haber dejado el medicamento, mira hacia atrás y siente que la experiencia fue más psicológica que física. “No es la maravilla que dicen”, asegura. “Quizás sirve para gente que tiene un vínculo más fuerte con la comida, pero mis problemas eran otros”, reconoce.

Hoy, con terapia semanal, sigue reconstruyendo una relación más amable con su cuerpo, mientras asume que la facilidad para obtener Ozempic en Chile sin receta lo llevó a una “decisión que pudo haber sido peligrosa”.

El furor por Ozempic evidencia un problema de automedicación en Chile: muchas personas acceden al medicamento sin receta, ignorando los riesgos físicos y emocionales que puede provocar.

Para quienes usan este tipo de medicamentos sin control, el Doctor en Farmacología Sebastián Fuentes, de la UNAB, señala que el paso inmediato debiera ser “detener la automedicación y consultar formalmente con un profesional de salud”. En esa consulta, define que es clave “informar con honestidad” desde cuándo lo está usando, qué dosis se ha inyectado o tomado, con qué frecuencia, quién se lo indicó (si es que alguien lo hizo) y qué otros medicamentos está usando.

La toxicóloga Jéssica Zúñiga, en tanto, es enfática en relatar que el uso sin conciencia y sin supervisión médica “puede causar daños importantes, muchos de los cuales no se ven hoy, sino que aparecen a futuro”.

Uno de los efectos graves reportados por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos es la pancreatitis. “Como Ozempic estimula crónicamente al páncreas, las células beta pueden hiperestimularse, inflamarse y desencadenar pancreatitis, una condición muy seria que puede incluso causar la muerte”, releva.

También se sabe que estos medicamentos estimulan células de la vía biliar, por lo que aumentan significativamente la formación de cálculos. “Si no hay un buen seguimiento, esto puede avanzar a compromiso hepático y daño a largo plazo”, resume.

Ahora, en casos de emergencia médica, el doctor Sebastián Fuentes indica prestar atención a “dolor abdominal intenso y persistente, sobre todo en la parte alta del abdomen, con náuseas y vómitos que no ceden”. En caso de tener dichos síntomas, se debe consultar al centro médico más cercano. El académico agrega que, a pesar de que estos pueden ser los escenarios “más evidentes”, la semaglutida puede generar efectos adversos a mediano y largo plazo, varios de ellos aún en estudio.

Ante un país con un historial de automedicación, los entrevistados comparten la necesidad de una comunicación pública efectiva, ya sea a través de redes sociales, campañas del Ministerio de Salud, o las propias farmacias o médicos para reforzar que el control profesional de este tipo de medicamentos no es opcional, es parte del tratamiento.

Según Zúñiga, usar Ozempic sin acompañamiento profesional puede afectar la seguridad y el acceso equitativo al medicamento. GEORGE FREY

Además, el doctor Fuentes recalca que bajar de peso nunca será algo mágico de la noche a la mañana, sino una dificultad real que un medicamento no entregará la respuesta definitiva. Una situación muchas veces estereotipada, que genera burlas o juicios que puede llevar a enfermedades como la anorexia, la bulimia e incluso la muerte.

Como comúnmente se dice entre quienes estudian química y farmacia: “La dosis hace el veneno”. Ningún medicamento es inocuo, y sus efectos pueden aparecer hoy, o dentro de varios años. “El llamado es a tener cuidado, informarse y no minimizar el riesgo”, sentencia.

Por petición de los entrevistados, los nombres originales de los testimonios fueron cambiados para cuidar sus identidades.

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