
A 30 años de la masacre de Srebrenica: la unidad de Bosnia pende de un hilo
Las consecuencias de la masacre ocurrida en julio de 1995 todavía resuenan en la política diaria. El país y su frágil estructura institucional enfrenta momentos decisivos que amenazan con desatar nuevos episodios de inestabilidad en el corazón de Europa. El líder de la República Srpska (RS), Milorad Dodik niega sistemáticamente el genocidio, cuestiona la legitimidad del Estado bosnio y amenaza, de manera recurrente, con la secesión unilateral de RS.

Bosnia y Herzegovina enfrenta una prueba crucial para determinar su capacidad de sobrevivir intacta como Estado. A 30 años de la masacre de Srebenica (el asesinato de más de 8.000 hombres y niños musulmanes bosnios ocurrido entre el 11 y el 22 de julio de 1995 en esa ciudad y sus alrededores durante la guerra de Bosnia), la herida sigue abierta. Y no solo en su historia, sino en la memoria de Europa, el pequeño y fragmentado país de los Balcanes atraviesa una crisis política que amenaza con desatar nuevos episodios de inestabilidad en el corazón del Viejo Continente.
La atmósfera está cargada de tensiones. Los fantasmas del pasado conviven con desafíos contemporáneos en un entorno político frágil, que las potencias internacionales observan con creciente preocupación. Detrás de la tormenta se advierte la larga mano de Moscú, que utiliza su influencia para jugar un papel desestabilizador a través de alianzas con líderes regionales como Milorad Dodik, presidente de la República Srpska (RS), la entidad serbobosnia de Bosnia-Herzegovina, que junto a su partido han hecho campaña durante mucho tiempo por la separación de Bosnia y la unificación con Serbia.
“Es la mayor crisis política en 30 años”,dijo a The Financial Times un alto funcionario occidental en la región. “Aún no es una crisis de seguridad, pero es muy grave, sobre todo porque no es repentina, sino que se agrava cada vez más. Dodik es el mayor riesgo para Bosnia”.
El actual escenario tiene sus orígenes en la guerra -que se extendió desde 1992 a 1995- y es considerada la más sangrienta en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. Más de 100.000 personas perdieron la vida -principalmente bosniomusulmanes, que entonces eran el 44% de la población-, mientras las comunidades croata y serbia luchaban también por la supremacía territorial. La masacre de Srebrenica, reconocida por la ONU como genocidio, fue el punto de inflexión que empujó a la comunidad internacional a actuar: una campaña de bombardeos de la OTAN obligó a las partes a negociar la paz.
El resultado fue el Acuerdo de Dayton en 1995, que creó una Bosnia dividida en dos entidades: la Federación de Bosnia y Herzegovina (de mayoría bosniomusulmana y bosniocroata), y la República Srpska (de mayoría serbobosnia), ambas conectadas por un débil gobierno central en Sarajevo y supervisadas por la figura del Alto Representante Internacional, Christian Schmidt.
Esta arquitectura institucional, concebida como solución de emergencia para poner fin a la guerra, ha facilitado la coexistencia relativa, pero también perpetuado las divisiones étnicas y la desconfianza mutua. Las consecuencias de la masacre, con los juicios internacionales contra responsables serbobosnios como Radovan Karadzic y Ratko Mladic- todavía resuenan en la política diaria. Las heridas no han cerrado del todo: los discursos políticos, los libros de historia y las ceremonias de conmemoración reflejan relatos nacionales radicalmente opuestos.
En este escenario el papel de Serbia es ambiguo: oficialmente respeta la integridad territorial de Bosnia, pero mantiene “relaciones especiales” con la RS y su presidente Aleksandar Vucic celebra reuniones periódicas con Dodik. Aunque Belgrado no apoya abiertamente la secesión, su retórica ambivalente alimenta las sospechas de Sarajevo y los recelos de la comunidad internacional.
“Han pasado 30 años y no veo progreso. De hecho, veo que retrocedemos. Este gobierno está revirtiendo todo lo bueno que se hizo desde que terminó la guerra”, dijo a The Irish Times, Camil Durakovic, un exalcalde bosnio de Srebrenica que aún vive en la ciudad. “Enfrentar el pasado sigue siendo nuestro mayor problema”, añadió.
El Rol de Dodik
Sobre este frágil tablero se asienta la figura de Dodik, un político de larga trayectoria que en sus comienzos fue un líder moderado. Sin embargo, los años y la búsqueda de consolidación de poder lo han llevado hacia posiciones ultranacionalistas y abiertamente separatistas. Hoy, Dodik niega sistemáticamente que lo sucedido en Srebrenica fuera un genocidio, cuestiona la legitimidad del Estado bosnio y amenaza, de manera recurrente, con la secesión unilateral de la República Srpska.

“Los serbios de Srebrenica no cometieron genocidio”, dijo Dodik el 5 de julio, al tiempo que describió la masacre de 1995 como un “crimen terrible” y se llamó a sí mismo “camarada” de Mladic y Karadzic.
Esta narrativa tiene eco en parte de la población serbobosnia, que siente que la administración central y la comunidad internacional han erosionado competencias y autonomía, y que sus propias víctimas han sido ignoradas por la justicia internacional.
“Dodik, ha puesto a prueba la autoridad del Estado bosnio mediante una combinación de retórica incendiaria y un desafío cuidadosamente calibrado, promulgando leyes separatistas y luego archivándolas discretamente, con el objetivo constante de socavar la autoridad de Sarajevo y evitando provocar una respuesta contundente de Estados Unidos o la Unión Europea. Sin embargo, esta vez, Dodik tendrá dificultades para retractarse del choque de poderes”, escribió Marko Perlec en un análisis del think tank The Crisis Group.
Después de que en febrero fuera sentenciado a un año de prisión y se le prohibiera ejercer cargos políticos durante seis años por violar una ley que tipificaba como delito no obedecer los edictos de Schmidt, (el Alto Representante Schmidt impuso esta ley como reacción a una ley de la República Srpska de 2023 que pretendía bloquear su autoridad en su territorio), Dodik prohibió la policía central y el poder judicial, una medida considerada secesionista por los fiscales.
Dodik y otros líderes de la República Srpska califican a Schmidt de “turista alemán”. Por su parte, la Asamblea Nacional de la República Srpska respondió al veredicto aprobando leyes que los sitúan a medio camino de la independencia.
El 26 de marzo, el tribunal estatal bosnio anunció que estaba solicitando una orden de arresto internacional contra Dodik y otros dos altos funcionarios de la República Srpska.

Finalmente, Dodik se presentó voluntariamente el 4 de julio ante la Fiscalía de Bosnia-Herzegovina, acompañado de su abogado, para ser interrogado como sospechoso en la investigación y el tribunal aceptó la propuesta de los fiscales de “terminar” la orden y el líder de SR recibió la libertad condicional.
Según el comunicado, el tribunal le ordenó presentarse periódicamente ante las autoridades y se emitirá una nueva decisión de detención si no cumple. “Es algo importante para mí, pero también lo es en relación con aquellos que tenían malas intenciones y querían desestabilizar y agravar los problemas en Bosnia con este caso”, declaró. Actualmente espera la apelación.
En mayo, el Tribunal Constitucional de Bosnia anuló las leyes secesionistas adoptadas por la República Srpska, que sumieron a Bosnia en una crisis descrita por algunos observadores como la peor desde la guerra.
La mano del Kremlin
Es aquí donde interviene el Kremlin, en una estrategia de largo aliento que aprovecha las fracturas balcánicas para promover aliados y erosionar la influencia occidental en Europa del sudeste. Antes de que Rusia lanzara la primera invasión contra Ucrania en 2014, los países de la ex Yugoslavia eran el principal escenario europeo de rivalidad geopolítica entre Moscú y Occidente.
Los voluntarios rusos lucharon por los serbios de Bosnia durante la guerra, y posteriormente el Kremlin se opuso a la independencia de Kosovo de Serbia y bloqueó un proyecto de resolución de 2015 en Naciones Unidas para reconocer la masacre de Srebrenica como genocidio.
Actualmente, Rusia mantiene una relación privilegiada con Dodik: apoya sus posiciones en foros internacionales, ofrece ayuda política y energética, y lo respalda explícitamente ante sanciones y condenas de Estados Unidos y la Unión Europea. Incluso el embajador ruso en Bosnia destaca habitualmente en los actos oficiales de la RS, en contraste con la creciente ausencia de autoridades europeas y estadounidenses. Dodik visita Rusia con frecuencia y siguió viajando incluso después de ser condenado.
“Los funcionarios occidentales temen que Rusia pueda explotar las tensiones para generar problemas en el patio trasero de Europa; y que si no se confronta a Dodik, Bosnia se enfrenta a un nuevo capítulo de inestabilidad”, escribió el diario Financial Times.
“Veo que Rusia está planteando un desafío, quizá utilizando los Balcanes occidentales como un campo de juego secundario, quizá para desviar la atención de Ucrania”, dijo el actual Alto Representante, Christian Schmidt. La posibilidad de una “mini crisis” en Bosnia serviría, además, para dispersar los recursos diplomáticos, militares y mediáticos occidentales, tal como ocurrió en los 90.
“Bosnia se encuentra ahora en un punto de inflexión”, afirmó al diario Financial Times, Igor Crnadak, político de la oposición en la asamblea de la República Srpska. “Dodik está siendo utilizado por Moscú. Su régimen ha causado mucho daño y esta es la oportunidad para algo nuevo. Lo que está en juego es si Bosnia se volverá irreversiblemente hacia Occidente... o si la República Srpska se deslizará hacia una autocracia total”, agregó.
La experta en los Balcanes Jasmin Mujanovic describió a Dodik como un “representante ansioso y dócil de Rusia” que “sigue siendo la amenaza más importante para la paz y la seguridad” en Bosnia y la región.
“Pero su poder político también se ha debilitado significativamente en los últimos años”, afirmó en conversación con The Irish Times, Mujanovic, investigadora principal no residente del New Lines Institute, con sede en Washington. “No tiene la fuerza suficiente para desmantelar el Estado, pero las autoridades competentes de Sarajevo también parecen carecer del coraje para usar todo el peso del aparato de seguridad jurídica para someterlo”.
Ćamil Durakovic, ahora vicepresidente de RS, también cree que Dodik se está quedando sin opciones y ya no puede estar seguro del apoyo de Serbia, donde el presidente autocrático Aleksandar Vucic está bajo presión por las masivas protestas callejeras lideradas por estudiantes.
A su juicio el momento decisivo llegará si Dodik pierde la apelación contra su condena y se le prohíbe ejercer ningún cargo en Bosnia. “Dentro de un mes tendremos una situación diferente”, dijo a The Irish Times Durakovic. “Entonces veremos qué rumbo tomamos. Esperemos que sea positivo”, concluyó .
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