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China se suma a la lucha por el control del Ártico

A medida que el cambio climático impacta en el Polo Norte, las grandes potencias del mundo ya se disputan el control de la próxima vía marítima. Mientras Washington refuerza su presencia militar y Moscú reafirma su preeminencia histórica, Beijing está avanzando cautelosamente con miras a la pesca y la minería de la región.

Rompehielos chinos en aguas del Ártico.

En julio y agosto de 2024, el hielo del mar Ártico se rompió bajo el acero de tres pesados ​​rompehielos: el Xuelong 2, el Ji Di y el Zhong Shan Da Xue Ji Di. Los tres barcos ensayaron un paso libre por el mar Ártico de forma práctica, pero, sobre todo, simbólica. “El Ártico se está volviendo chino”, tituló la agencia estatal rusa de noticias RIA Novosti en octubre.

Y es que en el Ártico el deshielo a causa del cambio climático está abriendo nuevas rutas comerciales y zonas ricas en minerales, lo que ha vuelto a colocar a la región polar en el centro de la geopolítica global. Mientras Estados Unidos y Rusia compiten por influencia, presencia militar y recursos estratégicos, a la batalla se sumó China, que se ha posicionado como un actor “casi ártico” impulsando su “Ruta Polar de la Seda”.

En 2013, se concedió a China el estatus de observador en el Consejo Ártico, una organización intergubernamental de las ocho naciones árticas: Canadá, Estados Unidos, Rusia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Islandia y Suecia. Unos años más tarde, en 2018, Beijing anunció su estrategia para la Ruta de la Seda Polar. Esta preveía una mayor participación de China en la gobernanza del Ártico, junto con la exploración minera y científica de la región.

La iniciativa polar forma parte de la estrategia Iniciativa de la Franja y la Ruta, emprendida por el presidente chino Xi Jinping desde 2013, y pretende establecer un corredor que cruce el Círculo Polar y conecte al país asiático con tres grandes polos económicos: América del Norte, Asia Oriental y Europa Occidental. Desde entonces, China se ha proclamado un “Estado casi ártico”, a pesar de no tener ningún territorio en las zonas polares.

Mientras tanto, EE.UU. busca reforzar su presencia militar en Groenlandia y Rusia está modernizando sus bases clave como Nagurskoye y la península de Kola. Pero, lejos de ser solo un punto muerto entre antiguos enemigos de la Guerra Fría, ahora China busca impulsar allí una vía de comercio marítimo por los mares alrededor del Polo Norte, que permita crear un paso de navegación alternativo al Canal de Suez egipcio, según el sitio InfoBRICS.

Las rutas marítimas se verían abiertas por el calentamiento global, lo que permitirá abreviar el tiempo y el costo del intercambio comercial con algunos de sus principales socios. Y aunque no tiene costa ártica, lo que sí tiene son rompehielos, estaciones de investigación científica, patrullas conjuntas con Rusia cerca de Alaska y una creciente presencia económica. China está entrando, y con rapidez, dice la cadena BBC.

Cuando se denomina como un actor “casi ártico”, “significa que China se considera un actor clave en el Ártico y quiere un puesto en el Consejo Ártico, la organización internacional compuesta por ocho Estados árticos, aunque no tiene la mayor influencia en el Ártico”, dice a La Tercera Kiel Pechko, analista de asuntos internacionales y fundador de The Pechko Perspective, quien agrega que “Estados como Reino Unido, con una presencia histórica en el Ártico, tienen una mejor relación con la región que China”.

La ambición no concretada de China

Pese a la presión que el gigante asiático ha puesto en el Polo Norte, sus actividades hasta ahora han sido “muy exageradas” al señalar que China está “comprando el Ártico”, debido al “lenguaje alarmista en términos de escala, alcance y riesgo”, según concluyó el estudio "Abordando las narrativas sobre las inversiones chinas en el Ártico“, publicado por investigadores de la Universidad de Harvard en junio pasado.

La severa conclusión de los investigadores viene a partir del autoproclamado papel de “Estado casi ártico” de China, siendo que, de 57 proyectos chinos en el Ártico, sólo 18 están activos, y apenas uno está en Canadá. Muchos proyectos están cancelados, estancados o nunca se concretaron. Y los datos de inversión, que apuntan a más de 90 mil millones de dólares, están inflados con iniciativas fallidas, asegura el estudio.

En Canadá, China solamente tiene presencia en una mina de níquel activa en Nunavik, y dos proyectos de desarrollo mineral en Yukón y los Territorios del Noroeste que han estado “paralizados durante muchos años”. “Es evidente que la mayor parte de esta ansiedad se centra en lo que podría ser, no en lo que realmente ha sucedido”, determinaron tajantemente los investigadores del Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, la escuela de políticas públicas de Harvard.

Aún con pocos logros concretos, China se mantiene al acecho. Sherri Goodman, investigadora senior del Instituto Polar y del Programa de Cambio Ambiental y Seguridad del Centro Internacional Woodrow Wilson, comenta a La Tercera que “China siempre tiene la vista puesta en el Ártico". “De hecho, Australia y Nueva Zelanda tienen ejércitos, y la Guardia Costera informa haber visto muchos más buques chinos en el Océano Ártico en la última década que en los años 80 y 90. En resumen, China ha aumentado su capacidad militar y también su alcance económico”, agrega la autora del libro Multiplicador de amenazas: clima, liderazgo militar y la lucha por la seguridad global, de 2024.

Goodman añade que China “está desarrollando su estrategia y tienen planes a muy largo plazo, y ahora han estado aumentando, al mismo tiempo, su capacidad para romper el hielo. Están aumentando sus capacidades navales y militares en general, no solo en el Ártico, sino también en el Pacífico, en el Océano Antártico, para aumentar su capacidad de defensa y de extender su alcance más allá de sus aguas territoriales”.

Y, destacando el rol de China como espectador, Kathryn Lavelle, profesora de Asuntos Mundiales en la Case Western Reserve University en Cleveland, Ohio, deja claro a este medio que “primero, China es una gran potencia o aspira a serlo. Por lo tanto, desea en el Ártico lo mismo que cualquier otra gran potencia: un lugar en la mesa. Así que, cuando el hielo se derrita y se tomen las decisiones sobre la navegación, la pesca y la extracción de minerales, China querrá estar presente y tomar decisiones”.

Una persona mira una pantalla que muestra imágenes de noticias de ejercicios militares realizados en áreas alrededor de la isla de Taiwán por el Comando del Teatro Oriental del Ejército Popular de Liberación de China, en Beijing, el 23 de mayo de 2024. Foto: Archivo Tingshu Wang

“A mucha gente en China, por decirlo de alguna manera, le gusta comer pescado. Así que el país tiene un interés muy específico en el resultado una vez que se abra la pesca. También China tiene mucha tecnología para minerales de tierras raras. Y se cree que gran parte de la minería se realizará en el Ártico. Eso no está ocurriendo ahora, pero se cree que eso es lo que tendrán”, vaticina Lavelle.

Intereses separados con Rusia

En materia polar, las dos potencias asiáticas están juntas pero no revueltas. Como China quiere convertirse en una “gran potencia polar”, le conviene cooperar con los países árticos. Y Rusia es el único país ártico que permite una presencia significativa de China. Así que el conocido eje del “Dragón y el Oso” ha estado cooperando más en el Ártico, pero su unión es limitada, estratégica y llena de tensiones, según el Instituto Danés Para Estudios Internacionales (DIIS).

Desde la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022, Moscú se volvió más dependiente de China: han iniciado ejercicios militares conjuntos (como ejercicios navales y patrullas aéreas cerca de Alaska) y cooperación en el control de la Ruta del Mar del Norte. No obstante, Xi avanza con cautela: no quiere arriesgarse a sanciones occidentales ni meterse en proyectos riesgosos, asegura el instituto.

“Rusia quiere vender gas natural y otras fuentes de energía. Quiere vender recursos energéticos a China. Y China quiere utilizar las rutas marítimas rusas. Hay un acuerdo pesquero. Y ahora mismo, no se puede pescar en el océano Ártico”, dice Lavelle a este medio.

Por otro lado, también hay una desconfianza que tiene a Rusia inquieta. Una reciente filtración de los servicios de seguridad rusos, publicada por The New York Times, acusó a investigadores chinos de espionaje con el pretexto de la minería y la ciencia. Y en 2022, Noruega capturó a un presunto espía ruso que se hacía pasar por un investigador brasileño del Ártico.

El presidente ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping asisten a una ceremonia del té en el parque Zhongnanhai de Beijing, el 16 de mayo de 2024. Foto: Archivo Mikhail Metzel

La preeminencia de Rusia en el Ártico

A diferencia de la mayoría de los proyectos que China y Rusia han anunciado desde que declararon su “asociación estratégica sin límites” en 2022, en esta ocasión el Dragón necesita más al Oso que viceversa. Ello, por la importancia histórica de la Federación Rusa en el Polo Norte. Los inicios de Rusia en el Ártico son de larga data, con exploraciones y asentamientos que se remontan al siglo XI.

Rusia considera que el Ártico le pertenece, por estar bajo su zona de influencia, recuerda el portal Infobae. La presencia del Oso en el Polo Norte “se remonta mucho tiempo atrás, debido a Siberia. Los zares también estuvieron en el Ártico. Los rusos son muy buenos navegando y operando. Pueden soportar el frío, pueden construir cosas. Es muy difícil construir cosas en el permafrost y los ingenieros y científicos rusos son muy buenos en eso. Así que creo que Rusia es, no creo que nadie lo cuestione, la potencia ártica preeminente en este momento por todo eso. Rusia es realmente muy poderosa allí”, dice Lavelle.

Al respecto, el analista Pechko sostiene que “China colabora. Pero el orgullo ruso le impide ser un socio igualitario en el Ártico. Y creo que a Rusia le gustaría tener a China en el Consejo Ártico como amigo, pero creo que Rusia se ve a sí misma como superior a la hora de la verdad”.

Miembros de un grupo ucraniano de extrema derecha se entrenan en Kharkiv, Ucrania, el 29 de enero de 2022. Foto: Archivo Evgeniy Maloletka

La preocupación global de seguridad

La creciente militarización, sumada a las sospechas de espionaje y la competencia por los recursos naturales del Polo Norte, están amenazando con desestabilizar una región que durante años se mantuvo en relativa calma bajo la lógica de “Alto Norte, baja tensión”. Los movimientos de China y Rusia tienen preocupados a Estados Unidos, Dinamarca y los pueblos nativos del Ártico, en un conflicto que además tiene relación con la guerra en Ucrania.

Estados Unidos está en modo de alerta ante la unión sino-rusa, con el equipo de Seguridad Nacional de Donald Trump señalando las acciones de China en el Ártico como maniobras encubiertas de poder. De hecho, su oferta de hace algunos meses para comprar Groenlandia se basa en parte en preocupaciones de seguridad sobre el acceso chino y ruso al Ártico, según el portal The Conversation. Dinamarca anunció en marzo que invertiría millones en defensa en el Ártico tras la reiterada pretensión de Trump de adquirir Groenlandia.

Donald Trump Jr. visita Nuuk, Groenlandia, el 7 de enero de 2025. Foto: Archivo Emil Stach

La mayor preocupación para Estados Unidos es que “no se puede militarizar el Ártico sin una mayor participación. Los ejercicios militares en el Ártico y los bombarderos frente a la costa de Alaska (por parte de China y Rusia) fueron muy amenazantes. A Estados Unidos no le gustó nada cuando ocurrió, lo que provocó que entraran en pánico y decidieran militarizarlo aún más. La seguridad del estrecho de Bering es, por supuesto, vital para la seguridad de Estados Unidos”, dice Pechko.

Además, Pechko sostiene que “para Rusia, lo más importante es su propia independencia en el Ártico. Desde la invasión de Ucrania, hemos visto cada vez más ejercicios militares en estas ciudades del Ártico ruso, con pérdidas de población y conflictos. Muchos de ellos, si nos fijamos en quiénes están siendo reclutados por el Ejército ruso, son pueblos indígenas del Ártico, con una representación desproporcionada en las Fuerzas Armadas rusas y una cantidad desproporcionada de muertes a causa del conflicto en Ucrania, lo cual para ellos representa un grave problema de colonialismo en el Ártico ruso”.

“También ven que se construyen muchas más bases militares rusas, a veces financiadas por China. No les gusta mucho, lo que les da la sensación de que se les da un trato preferencial hacia el Ejército ruso en lugar de hacia la población nativa. Así que no les gusta mucho la creciente militarización que está ocurriendo entre China y Rusia”, añade el analista sobre la consternación de los pueblos nativos.

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