Súper humanos: El centro que rehabilita a los heridos en Ucrania
Abierto en 2023 en la ciudad de Lviv, en el oeste de Ucrania, Superhuman se dedica a la rehabilitación de militares y civiles que han sido amputados producto de la guerra. Se estima que alrededor de 380.000 militares ucranianos han resultado heridos desde el inicio de la invasión de Rusia en 2022. Las organizaciones médicas internacionales estiman que entre 20.000 y 50.000 ucranianos, incluidos soldados y civiles, han sufrido amputaciones.

La vida del inglés Eddy Scott, que había llegado a Ucrania para participar en labores de ayuda luego de la invasión de Rusia en 2022, cambió completamente el 30 de enero de este año. “Estábamos ayudando a los evacuados de la ciudad de Pokrovsk, ubicada en el este de Ucrania, en lo que se conoce como la línea del frente. Habíamos sacado a tres civiles y a un perro por la mañana, y por la tarde volvimos a la ciudad para recoger a dos personas más. Al salir de la ciudad, conducíamos una furgoneta blanca, llevábamos chalecos reflectantes, no teníamos ni armas ni camuflaje. Pero al salir de la ciudad fuimos atacados por un vehículo blindado. Un dron, que transportaba un explosivo, golpeó el techo de la furgoneta a unos tres metros. Tenía munición diseñada para atravesar el blindaje, para destruir tanques. Atravesó el techo de nuestro vehículo. La carga explotó, atravesó mi asiento, mi hombro y me arrancó el brazo. Y entonces esa carga se disipó en mi pierna y me la destrozó. El jefe de equipo me salvó la vida, porque se acercó, rodeó mi lado del vehículo, abrió la puerta y me puso dos torniquetes para detener la hemorragia”, dice en una conversación con periodistas latinoamericanos entre los que se encuentra La Tercera, que recibió una invitación de la Cancillería ucraniana para visitar el país.
Historias como las de Scott son las que explican que un 54% de los ucranianos cree que su país no debería ceder ninguno de sus territorios, incluso si eso implica una guerra más prolongada y mayores riesgos, según reveló un estudio del Instituto Internacional de Sociología de Kiev realizada en octubre.

Ceder los territorios ocupados actualmente por Rusia se ha transformado en uno de los puntos clave para lograr un acuerdo. El Presidente Volodimyr Zelensky dijo el jueves que cualquier solución territorial para poner fin a la guerra debe ser decidida por el pueblo ucraniano, ya sea mediante elecciones o un referéndum. “Los rusos quieren todo el Donbás, no lo aceptamos”, afirmó.
Lo ocurrido con Scott refleja la otra cara de la guerra, en la que miles de personas, tanto civiles como militares, han perdido sus extremidades producto de algún ataque o minas personales que han sido dejadas tanto en los territorios que ya han sido liberados o en el mismo frente de batalla. De hecho, es común ver a personas de todas las edades en distintas ciudades ucranianas en sillas de ruedas, caminando con prótesis o utilizando muletas.
Se estima que alrededor de 380.000 militares ucranianos han resultado heridos desde el inicio de la invasión en 2022. Las organizaciones médicas internacionales estiman que entre 20.000 y 50.000 ucranianos, incluidos soldados y civiles, han sufrido amputaciones, y la Organización Mundial de la Salud afirma que el número total podría estar más cerca de los 100.000.

“En la cirugía inicial me inyectaron cinco litros de sangre. Tienes cinco litros de sangre en el cuerpo y yo perdí unos 2,5 litros de sangre. Si no me hubiera puesto el torniquete a la velocidad con la que lo hizo, no habría sobrevivido. Tengo un video del impacto, y no se ven las heridas, pero sí la cantidad de sangre que perdí, y tuve una hemorragia grave que se habría desangrado en menos de cinco minutos si no hubiera tenido esos torniquetes puestos. Eso me dio tiempo. Me subieron a la parte trasera de una camioneta que apareció justo después de nosotros y me sacaron de la ciudad, me llevaron a una ambulancia, donde me trasladaron a un equipo médico. Y de allí me trasladaron a un hospital en una ciudad llamada Dobropillya, que ahora también está bajo ataque. Una vez estabilizado me llevaron a Dnipro, luego a Kiev, y en marzo me trasladaron a Superhumans”, explica.
Tras el proceso de rehabilitación, Scott decidió permanecer en Ucrania y ahora trabaja en la sede de Lviv de Superhumans, una organización benéfica médica que se dedica a la recuperación de todos quienes han sufrido la pérdida de sus extremidades y que gracias a un financiamiento privado le ayudó a conseguir la prótesis de última generación para su pierna, avaluada en 80 mil euros.
Una dura rehabilitación
Los combatientes que llegan hasta el centro se encuentran entre los más afectados físicamente. Son víctimas de una, dos, a veces hasta cuatro amputaciones, y algunos incluso tienen la “cara rota”, según la expresión acuñada para designar a los supervivientes con el rostro mutilado durante la Primera Guerra Mundial.

Inaugurado en abril de 2023, Superhumans se divide en dos áreas principales: una dedicada a las prótesis y otra a cirugías reconstructivas. Cualquier persona herida, ucraniana o extranjera, puede solicitar atención, aunque existe una lista de espera larga y creciente.
Las prótesis básicas son gratuitas para los pacientes y tienen un costo de 8.000 euros. Sin embargo, las más sofisticadas pueden costar entre 80.000 y 100.000 euros y para su financiamiento el centro depende de campañas de recaudación. La fabricación empieza con un molde plástico blanco y sigue con la pieza definitiva en fibra de carbono, mediante impresión 3D o métodos tradicionales.
El 95% de las personas que atienden son soldados, pero también reciben a civiles. De hecho, en el centro también es común ver a niños que han perdido sus extremidades tras haber sido alcanzados en algún ataque.
En ese sentido, Scott indica que como parte de la estrategia de esta guerra, Rusia prefiere herir no solo a soldados, sino también a civiles. “Estoy totalmente seguro de eso. Soy víctima de un crimen de guerra. Soy civil. Nunca he estado en el Ejército, ni en Ucrania. Y fui atacado con un arma, con la que se tiene una visión clara de lo que se está apuntando hasta el último segundo. Así que eso se nota”, señala.

“El operador de esa arma no intenta impactar de cierta manera para herir o matar a alguien. Intenta eliminar al combatiente. Pero lo que sí vemos es que una vez que el combatiente resulta herido, desde el lado ruso se produce un esfuerzo concertado para destruir la cadena de suministro y ayudarlos. Y entonces vemos que los equipos médicos están siendo fuertemente atacados; muchas ambulancias se niegan a tener cruces rojas, porque eso es casi un objetivo. Y entonces estamos viendo un gran número de bajas civiles por armas que deberían reducir las bajas civiles. Sabes, cuando tienes un dron, ves que ataca directamente a un civil porque saben que eso genera miedo, alguien tiene que evacuar, que los civiles tienen que recibir atención médica por ese sufrimiento si sobreviven. Pero también si no sobreviven, se genera miedo. Son tácticas terroristas”, añade.
Los tiempos en que una persona se rehabilita varían dependiendo no solo del daño y del estado físico, sino que también de aspectos sicológicos, como la motivación personal. Por ejemplo, a Scott le tomó tres meses, pero en general un paciente puede volver a caminar usando una prótesis en seis meses en condiciones favorables.
Es más, en varias ocasiones ha ocurrido que las personas vuelven al frente tras la rehabilitación. Aunque todo depende de la motivación, explican en el centro.

“Ha ocurrido que algunos vuelven a su unidad, con sus hermanos, a defender el país. Pero también para muchos, esa motivación es la familia. Tienen hijos en casa o quizás esposa, y quieren formar una familia. Y saben que se esforzaron. Ahora trabajan duro. Se recuperan de la mejor manera posible desde el principio. Y esa motivación, ese desafío mental, encontrar esa fuerza, encontrar ese poder, esa fortaleza es lo que intentamos hacer aquí cuando nuestros pacientes llegan por primera vez; como dicen, eso es lo que nuestros pacientes necesitan. Ya sea por la familia, por la idea de volver a luchar, por los retos futuros que algunos de nuestros pacientes desean afrontar, como batir récords, escalar montañas o disfrutar de estas increíbles oportunidades deportivas, usamos esta motivación y avivamos esta pasión para formar personas motivadas que, incluso a pesar de sus lesiones, no las vean como limitaciones. Las ven como oportunidades para el futuro”, explica Scott.
Superhumans trabaja con una filosofía clara: que quienes arriesgaron su vida por el país no sufran, además, una carga financiera y que puedan proyectar un futuro con metas reales. “No queremos que alguien que se sacrificó por Ucrania termine el resto de su vida tirado en un sillón”, dicen. Por eso fomentan la autonomía, el deporte, la reinserción laboral y hasta la customización de las prótesis, que los pacientes llevan con orgullo. Por ejemplo, el capibara se ha convertido en un emblema del centro y su uso señala cuándo un paciente desea que se pueda hablar abiertamente de su amputación.

El impacto emocional de la pérdida y la readaptación exige un abordaje amplio. El centro cuenta con un departamento de psicología, aunque muchas veces el mayor apoyo proviene de la comunidad entre soldados. La parte más difícil, aseguran, es cuando los pacientes dejan el entorno protegido de Superhumans y deben volver a la vida cotidiana en ciudades que, en gran parte de Ucrania, aún no están preparadas para personas con discapacidad.
La idea de Superhumans, que también abrió centros en otras ciudades, como en Odessa y Dnipro, es establecer un estándar y demostrar cómo debería funcionar la rehabilitación moderna en un país marcado por la guerra.
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