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Ethan Guo: “Entiendo la duda, pero mi origen ni siquiera era Punta Arenas, no hay razón para ir a la Antártica desde ahí”

Luego de pasar 65 días en el continente blanco y organizando sus cosas para salir de Chile, el influencer que fue detenido en el aeródromo Teniente Rodolfo Marsh luego de aterrizar con su avioneta presenta aquí sus descargos. Insiste en la idea de que su maniobra se debió a una emergencia climática y que descender en las Malvinas también pasó por su cabeza.

Fueron 65 días los que permaneció Ethan Guo (19) en la Antártica, luego de aterrizar con su avioneta inesperadamente en el continente blanco en un caso que causó revuelo internacional. La versión del influencer que recorre el mundo recaudando fondos para el cáncer es que fue un aterrizaje de emergencia debido a un repentino cambio de las condiciones climáticas.

Pero al joven se le acusaba de hacer esto premeditadamente, considerando que su meta -pública- era recorrer los siete continentes en su avioneta Cessna 182 Q. Y que, de no haber sido por su maniobra, ese objetivo difícilmente se hubiera cumplido.

Como sea, lo cierto es que Guo fue detenido el 28 de junio en el aeródromo Teniente Rodolfo Marsh, en isla Rey Jorge, la mayor de las islas Shetland del Sur en la Antártica. La Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) informó que su detención se debió a que no informó adecuadamente del cambio en su itinerario de vuelo.

Pero dos meses después y tras llegar a un acuerdo judicial con 30 mil dólares de por medio, este sábado arribó a Punta Arenas -sin su avioneta- a bordo del rompehielos “Almirante Viel” de la Armada, después de que incluso el gobierno tuviera que involucrarse en la gestión para traerlo de vuelta a territorio chileno, en un viaje que, asegura, después de subir al barco “me hicieron pagar”. Por ahora, no sabe aún cuándo dejará Chile.

¿Cómo era el plan de vuelo original que terminó con usted en la Antártica?

Era de Punta Arenas a Ushuaia (Argentina), porque desde Ushuaia me prepararía para ir a la Antártica argentina, porque ese es uno de los puntos más cercanos. El 27 de mayo volé de Punta Arenas a Ushuaia, pero desafortunadamente la DGAC tomó accidentalmente uno de mis pasaportes, así que tuve que volver a recogerlo, así que a la mañana siguiente iba a volar de nuevo de Punta Arenas a Ushuaia.

¿Y qué fallas tuvo la avioneta?

Chile es un territorio bastante montañoso y con el terreno que rodea a muchos de los aeropuertos del extremo sur de Sudamérica es muy difícil orientarse. No solo son montañas por todas partes, sino que el clima es realmente duro. Y alrededor de las 5 o 6 de la mañana mézclale que está completamente oscuro afuera. Haciendo lo posible para asegurarme de que todo esté bien, mi sistema de navegación empezó a tener problemas, empezó a mostrarse poco fiable, dejó de funcionar y se convirtió en un problema grave: aterrizar en un aeropuerto sin instrumentos es realmente peligroso, porque no sabía dónde estaban las montañas y no tenía demasiadas opciones.

¿Cuándo se dio cuenta de que la Antártica era su única alternativa?

No diría que la Antártica era mi única alternativa para aterrizar, pero definitivamente era una mejor oportunidad.

¿Cuál era la otra?

Posiblemente las Malvinas, pero no estaba muy familiarizado con su clima. Mucha gente dice “pero oye, hay aeropuertos más cercanos”. Sí, pero el problema es que más cerca no siempre significa más seguro. Son aeropuertos diminutos en medio de las montañas y no tienes aproximación por instrumentos, está completamente oscuro y se había informado de que se estaba formando hielo. Intenta encontrar ese aeropuerto en medio de la nada sin sistema de navegación. Es un suicidio. Sí, hay cinco o seis aeropuertos más cerca, pero son pésimas opciones. Con esas variables en mente pensé “el sol saldrá en unas dos o tres horas”, “quizás el clima mejore” y en tercer lugar, “si voy hacia el sur, hacia el océano, no hay posibilidad de chocar con una montaña”, así que terminé yendo hacia el sur esperando poder volver a Sudamérica. Pero, por desgracia, después de una hora, el avión empieza a tener problemas y no sé qué le pasa. Lo que hice fue contactar a la DGAC, les dije que tenía problemas y pregunté si podía ir al aeropuerto más cercano, que en ese momento era la Antártica. Me respondieron “sí, contacta con esta frecuencia”. Los contacté, les expliqué de mis problemas y me respondieron “tienes permiso”.

¿Le había pasado algo así antes?

Sí, muchísimas veces. En mi primer intento de dar la vuelta al mundo tuve un fallo de motor. Hace dos años, de Massachusetts a Chicago terminé en Nueva York. Otro año volaba de India a Tailandia, hacía mal tiempo y el avión tenía problemas. Me obligaron a entrar en Myanmar, que estaba en medio de lo que solemos llamar una guerra civil, y me desvié entre mil y dos mil kilómetros del rumbo donde debía estar. Después de aterrizar revisaron la documentación y me detuvieron porque no debía estar allí, pero como fue una emergencia me dejaron ir al día siguiente, porque en el mundo de la aviación, cuando se trata de una emergencia, puedes aterrizar donde quieras. Otra vez volaba de Japón a Estados Unidos y tuve problemas, así que declaré emergencia y aterricé en una base de la Fuerza Aérea de EE. UU. No debía estar allí, pero en menos de un día me dejaron ir. En caso de emergencia tienes pleno derecho a cambiar de planes, porque la seguridad siempre es lo primero. Por eso intenté tomar la decisión más segura y creo que lo logré porque, al final, nadie salió herido.

¿Pero entiende las dudas que se generan por su misión de estar en todos los continentes?

Totalmente. Entiendo perfectamente la duda. Pero Ushuaia está más cerca de la Antártica, es más fácil, y la gente no se da cuenta de esto. Le pagué al gobierno chileno un vuelo internacional a Ushuaia para ir desde allí. Tengo correos electrónicos antiguos y recientes que indican que mi plan de vuelo era ir de Ushuaia a la Base Marambio de Argentina. Mi plan original era volar de Ovalle a Ushuaia, pero hacía muy mal tiempo, así que terminé en Punta Arenas. Mi lugar de origen ni siquiera se suponía que era Punta Arenas, no tenía ninguna razón para ir desde ahí; está más lejos de la Antártica. Sí, mi objetivo era la Antártica, pero no desde Punta Arenas. Y no iría a la base de Chile en la Antártica porque Argentina tiene una actitud mucho más amigable en ese territorio. Casi todos los que van a la Antártica van a la parte argentina. La gente simplemente piensa “solo lo hace para romper las reglas”. He volado a 60 países y nunca tuve un problema.

Si no hubiera sido por este episodio, ¿habría llegado a la Antártica?

Sin duda. De hecho, mucha gente ha aterrizado en avionetas en el aeropuerto chileno de la Antártica, también en el argentino. Requiere mucho papeleo, pero es muy posible. Incluso tengo un seguro para volar a la Antártica, ¿sabes lo difícil que es conseguir un seguro así?

¿Cómo fueron sus días en la Antártica?

Me quedé en la base chilena. Pasé la mayor parte del tiempo en la FACH, es gente muy simpática. Son muy amables, me trataron como familia, aunque era una situación muy mala e injusta.

¿Qué le decían de su situación?

Cuando hablé con los pilotos en la Antártica estaban de acuerdo conmigo, comprendían que hay muy pocas opciones en la zona. Me apoyaron mucho porque al final, como piloto, cualquier aterrizaje que puedas lograr es un buen aterrizaje.

Una vez en Punta Arenas, ¿tuvo que pasar por algún proceso legal?

Es que ni siquiera me acusaron oficialmente, eso es lo gracioso, no hubo cargos. No infringí ninguna ley.

Para eso se llegó a un acuerdo con la Fiscalía.

Mi primera abogada no hablaba inglés ni me dieron un traductor. Me quitaron el teléfono y todo lo que llevaba encima. El fiscal decía algo y yo pensaba “eso no es cierto”, pero no tenía pruebas. Al principio la Fiscalía quería 10 años de cárcel y yo sabía que no había roto ninguna regla. La gente dice por qué no llevé a cabo un procedimiento judicial, pero el caso iba a durar de uno a tres años, y son tres años de mi vida acá. No tengo amigos ni familia. La gente se pregunta por qué tomé la salida alternativa si no había hecho nada, pero no tenía opción. Y si el juicio no se cerraba, parecía que iba a estar atrapado el resto de mi vida. O sea, ¿qué otra opción me queda? Ofrecimos una donación de 30 mil dólares a una fundación chilena que luchara contra el cáncer, porque el objetivo de todo esto es recaudar fondos para combatir el cáncer. Al principio no lo aceptaron, pero cuando salieron las pruebas, dijeron que sí.

¿Y su avioneta?

El general (Carlos) Madina, jefe de la DGAC, me prometió que ayudarían, que muy pronto dejarían que un piloto chileno, estadounidense o lo que sea, que no sea yo, piloteara el avión de regreso.

Ethan Guo y su abogado Jaime Barrientos después de realizar un sobrevuelo en Viña del Mar.

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