Opinión

Columna de Hermann González: Mejoras marginales en un contexto aún complejo

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Desde fines del año pasado hemos tenido noticias positivas en el ámbito económico internacional y nacional. Afuera, el fin de la política de Covid-0 en China permitirá que dicha economía pase de crecer 3% a expandirse entre 5 y 6% este año. Por su parte, el exceso de ahorro acumulado durante la pandemia en los países del G-7, les permitirá enfrentar de mejor forma el ajuste en curso. En Europa, los peores escenarios que apuntaban a una recesión empujada por el alto precio de la energía se han disipado. EE.UU. sigue creciendo, mantiene un mercado laboral muy sólido y tiene amplias posibilidades de tener un ajuste moderado, en lugar de una recesión. Así, después de sostenidas bajas en las estimaciones de crecimiento global, comenzamos a ver incipientes ajustes al alza y un escenario de recesión global se ve menos probable.

En Chile, la mejor noticia económica de 2022 fue el rechazo de la propuesta constitucional, tanto por lo que significó para el proceso que continuará este año, como porque resaltó la necesidad de mayor diálogo y moderación en la agenda de reformas del gobierno. El adecuado manejo fiscal y el positivo cambio de rumbo de la política comercial también fueron buenas noticias. Si sumamos el mejor escenario externo, es razonable esperar un mejor desempeño de la economía chilena. De hecho, los escenarios de riesgo más negativos que se delinearon en algún momento para 2023 -que apuntaban a una contracción de 2% o más-, han perdido fuerza y es probable que veamos algunos ajustes al alza en las proyecciones de este año.

Sin embargo, concluir que dadas estas noticias podemos despreocuparnos de la economía sería un gran error. Partiendo por la actividad, las mejoras observadas en el margen se producen en un contexto de gran debilidad. La economía se contrajo secuencialmente durante los tres primeros trimestres del año pasado. En el cuarto trimestre, el PIB volvió a crecer, pero en el balance final, cerró con un nivel inferior al de fines de 2021. Para este año, las proyecciones oficiales apuntan a una caída 0,7% y el consenso de mercado proyecta -1,5%. Es decir, no hay razones para celebrar ni para conformarse. La economía debe volver a crecer y este debería ser un tema prioritario.

Un segundo tema que impide bajar la guardia es la inflación. Si bien esta ha descendido, sigue siendo extraordinariamente alta. Si se cumplen las expectativas, podríamos completar cuatro años sin alcanzar la meta de 3% y los costos sobre los grupos de ingresos bajos y medios de la población empiezan a ser agobiantes. La forma de lidiar con esta persistencia inflacionaria es manteniendo las tasas altas por más tiempo o con alzas adicionales, lo que naturalmente tiene costos sobre la actividad. Por su parte, seguir con una economía estancada y con una inflación tan alta aumentará el descontento y la frustración.

Por último, está el contexto político-económico único de nuestro país, en que estaremos discutiendo simultáneamente un cambio constitucional, una significativa alza de impuestos y una reforma de pensiones. Más allá de los fundamentos de estos cambios, lo cierto es que nuevamente la indefinición de asuntos tan fundamentales genera el riesgo de paralización de la economía. En consecuencia, junto con acelerar la aprobación de proyectos que cumplen con la normativa medioambiental, se debe incluir entre los objetivos de las reformas estructurales el resguardo de los incentivos a ahorrar e invertir. ¿El vaso medio lleno o vacío? Para mejorar, es necesario mirar también la parte vacía del vaso.

Por Hermann González, Clapes UC

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