Por Paula WalkerContestar las preguntas

La estrategia del candidato Kast y su equipo ha sido instalar ciertos temas y no contestar sobre otros. Para instalarlos en los medios -y por ende en la conversación pública- hablan mucho sobre lo que ellos quieren, y evaden lo que no les sirve. Han sido explícitos y transparentes en decir que no entrarán en conversaciones llamadas “valóricas” pues esta elección se trata de rescatar a Chile, de hacer un gobierno de emergencia donde esos temas no les interesan a las personas. En este cuidado libreto, cualquier pregunta o conversación que esté fuera de la caja se evade. No se responde. Se ignora. Ha sido un buen libreto que lo llevó al primer lugar entre los candidatos de derecha en la primera vuelta presidencial. Hasta ahí ha funcionado. Sin embargo, en esta fórmula falta el papel que juega la prensa. Las y los periodistas cumplen un rol importante cuando incomodan al poder, hacen preguntas, confrontan las respuestas que les dan o destacan cuando no se les responde. Y es justamente por acá que empieza a flaquear el libreto.
Esta semana hubo dos incidentes serios con dirigentes que participan del comando de Kast y periodistas mujeres. El excandidato Johannes Kaiser le cortó el teléfono a Claudia Álamo y Constanza Santa María en medio de una entrevista en Radio Pauta porque no le gustó la pregunta. Le consultaron si indultaría a personas condenadas por violación a los derechos humanos, como Miguel Krassnoff. Se enojó, dijo que no había una verdad histórica en derechos humanos, menos si proviene de un sector que ahora es minoritario. Agregó que las periodistas no estaban preguntando sino “participando de la campaña”. Y cortó la llamada. En otro hecho de esta semana, el senador electo por La Araucanía, Rodolfo Carter, viajó a Tarapacá a hacer una acción de campaña en el tema migratorio que le encargó Kast. Cuando la periodista Andrea Arístegui le preguntó que estaba haciendo en el norte si era senador por La Araucanía, Carter se molestó mucho. Le dijo que su pregunta era mal intencionada, que preguntara otras cosas que le interesaran a las personas. Mientras discutían le decía que mejor “se tranquilizara”.
Hace unos días, en la Casa Blanca, el Presidente Trump le dijo a una reportera de la agencia Bloomberg “quiet piggy” (cerdita, cállate) por hacerle una pregunta legítima. Incluso, en otras ocasiones, ha llamado a los periodistas enemigos del pueblo. Christiane Amanpour, la presentadora de televisión, ha dicho que la relación del Presidente con la prensa es hostil y sus comentarios están fuera de lugar. Se preguntó sobre por qué las jefaturas de esos periodistas no los defendían cuando son atacados. El caso de Milei en Argentina no es muy diferente: ataca abiertamente a los periodistas más críticos y les califica como parte de la casta corrupta que él combate.
La libertad de expresión es un pilar fundamental de la democracia. Respetar el trabajo de la prensa no consiste en invitarlos al matrimonio de tal o cual político y llevarse bien desde las relaciones públicas. O invitarlos a tomar café con cositas ricas para comer. Contestar las preguntas y no hacer bravuconadas parece el piso mínimo de una relación de respeto. No es bueno que se instale la idea de que ningunear a las mujeres periodistas (más que a los hombres periodistas) está siendo una costumbre en un sector político que encuentra que la prensa es molesta porque hace preguntas incómodas.
Por Paula Walker, profesora Magíster de Políticas Públicas, Universidad de Chile
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