
Día Mundial de los Refugiados: Acoger e integrar, del imperativo humanitario a la oportunidad
A fines de 2024, más de 123 millones de personas han sido forzadas a dejar su hogar por guerras, persecución o violencia, en búsqueda de protección. Un récord doloroso que, nos guste o no, nos interpela como sociedad.
Es importante, sin embargo, no quedarnos en las cifras sino pensar que realmente detrás de cada uno de esos números hay un rostro humano. Son personas, gente como cada uno de nosotros, sólo que marcados por una historia de miedo y desplazamiento, pero quienes no han perdido sus sueños o esperanzas. Son testimonios de desarraigo, sí, pero también de nuevas oportunidades.
Imagínense por un momento lo que podría suponer dejar a su familia, su casa, sus amigos y comunidad, y salir probablemente de manera abrupta en busca de un nuevo espacio de protección. El desplazamiento forzado no es una elección, es una realidad que no va a parar a no ser que cesen las violaciones a los derechos humanos, los regímenes autoritarios y los conflictos. Frente a esto es importante recordar que la acogida, la protección y sobre todo la inclusión salvan vidas –y muchos chilenos pueden atestiguar esto en sus propias historias o la de sus familias.
En el Dia Mundial de las Personas Refugiadas recordamos que estas ya son parte activa de nuestras sociedades. Aportan con su trabajo, su cultura, su esfuerzo y su resiliencia. Están en nuestras escuelas, hospitales, campos, comercios y barrios. Diversos estudios testifican como su presencia ha contribuido positivamente al crecimiento económico de los países. Pero su aporte va mucho más allá de lo económico: también fortalecen el tejido social, traen nuevas perspectivas y nos recuerdan el valor de la solidaridad.
Y en el medio de debates polarizados, incremento de la discriminación y xenofobia, así como de la politización de los temas vinculados a la movilidad humana, hay comunidades y comunas que entendieron que la llegada de personas refugiadas no era un peso, sino una oportunidad. Porque cuando alguien se siente parte, cuida, aporta, retribuye. Es difícil comprometerse con una comunidad que no te deja pertenecer. Incluir no es solo un gesto noble, es una decisión inteligente. La exclusión genera costos sociales, económicos y humanos que terminamos pagando todos. La inclusión, en cambio, genera beneficios compartidos y sociedades más resilientes.
La inclusión no ocurre por sí sola. Requiere voluntad política, políticas públicas bien diseñadas y una ciudadanía comprometida. Requiere combatir la desinformación, los prejuicios y los discursos que estigmatizan. Requiere entender que integrar no es renunciar al orden ni a las reglas: es aplicar esas reglas con justicia, con humanidad y con visión de futuro.
Veamos este 20 de junio como una oportunidad para la inclusión, para acoger, escuchar, tender puentes y construir así un país más justo, más humano y también más fuerte. Un país donde nadie quede fuera.
Por Rebeca Cenalmor Rejas, Jefa de la Oficina Nacional de ACNUR
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