Opinión

Elecciones Presidenciales. Promesa, frustración y castigo: que pase el siguiente

Jonnathan Oyarzún/Aton Chile JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE

Contra lo que podría parecer a primera vista (si uno se queda con la sorpresa de Parisi o la nueva hegemonía dentro de las derechas), el resultado de la primera vuelta presidencial está lejos de ser sorprendente. Simplemente se ha confirmado una tendencia asentada desde hace casi veinte años. En efecto, nuestro electorado lleva ya cinco ciclos presidenciales moviéndose a bandazos, castigando a los oficialismos de turno y pasando la posta a las oposiciones: castigó dos veces al saliente gobierno Bachelet, dos veces al saliente gobierno Piñera y ahora se prepara para castigar al saliente gobierno Boric.

Otra manera de decirlo es que el electorado chileno lleva casi veinte años acumulando frustraciones, abrazando lo que sea que se le ofrezca como promesa de cambio. Un cambio que no llega. Con toda precisión Daniel Mansuy ha escrito recientemente que los gobiernos se han convertido en una “máquina de frustraciones”. Los resultados en los procesos constituyentes hablan de lo mismo: primero que al cambio constitucional (promesa de cambio), seguido del castigo a dos propuestas muy distintas, pero igualmente insatisfactorias (frustración). La secuencia electoral parece entonces ser muy predecible: promesa – frustración – castigo. Y que pase el siguiente...

En ese contexto, tampoco sorprende que un contingente del electorado se niegue a abrazar las promesas provenientes del establishment, premiando en su lugar al outsider de turno. Eso tampoco es nuevo: primero fue Fra-Fra, luego ME-O y ahora son Parisi y el PDG. Cambia el nombre del placebo, no cambia el síntoma (Joaquín Lavín, que parece haber captado perfectamente este fenómeno, quiso cuadrar el círculo mostrándose como una suerte de outsider dentro del propio establishment, un PDG dentro de la UDI, un cosista dentro de un partido principalista).

¿Qué puede alterar el péndulo de los bandazos, el ciclo de las frustraciones?

Salvo una inesperada bonanza económica global, si no hay reformas reales, profundas –y el reñido resultado parlamentario poco lo augura– todo indica que mientras mañana celebrarán los sectores que apoyan a José Antonio Kast, pasado mañana celebrarán los ganadores de la futura oposición: el mismísimo Presidente Boric, Jeannette Jara, Camila Vallejo o Tomás Vodanovic, por de pronto. Promesa, frustración y castigo. ¿Y un Parisi 2.0.? La raigambre institucionalista de nuestro electorado lo hace –por fortuna– poco probable. El 20% parece ser un techo. ¿Pero quién sabe? Con voto obligatorio, al outsider de turno podría bastarle con salir segundo en una primera vuelta fragmentada, para luego cabalgar la ola de las frustraciones.

La clase política chilena tendrá en el próximo ciclo de gobierno una nueva oportunidad. Pero si, por un lado, el gobierno de las derechas no se vuelve sensible y operativo ante las lacerantes desigualdades de nuestro país (como Pablo Ortúzar ha señalado en una reciente entrevista) y, por el otro, la oposición de las izquierdas retoma la intransigencia en el Congreso (mientras aplaude el octubrismo en la calle), entonces nuestra clase política habrá perdido aquella oportunidad. ¿Cuántas oportunidades quedan aún? Nadie puede saberlo. Por ahora, que pase el siguiente.

Por Fernando Londoño M. Académico Facultad de Derecho UDP

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