Por Hernán LarraínHaikus para Navidad

Hoy culmina el ajetreo intenso y agotador del tiempo que precede a la celebración navideña, causada por la misma organización de esta festividad, la (comercial) compra de regalos siguiendo, de lejos, claro, la tradición de obsequios de los reyes magos, actividad que, además, en nuestro hemisferio coincide con el cierre del año económico, de estudios y de mil actividades que nos dejan sin aliento. Se me ocurrió que una buena manera de contribuir a preparar nuestro ánimo en vísperas del nacimiento del niño Dios, sería haciéndoles también un regalo: citarles unos haikus, que reproduzco a continuación, con mi lectura de ellos.
Quizás a algunos no les resulten familiares los haikus. Estos son un tipo de poesía japonesa que se caracteriza por su brevedad, pues en pocos versos y escasas sílabas, buscan captar un momento, normalmente relacionado con la naturaleza o la sensibilidad humana, de un modo muy auténtico y original, que nos asombran por su contenidos distintos y contradictorios y a la vez provocan una intensa melancolía. Forman parte de un antiguo acervo nipón que se cultiva hasta nuestros días. Aquí van tres de connotados autores:
“En la choza pobre,/solo arroz y verduras,/calma del corazón”. (Buson, s. XVIII).
Este poema nos hace ver la sencillez de una vida simple y recta, cual virtud donde el alma encuentra paz y la ansiedad se desvanece, cuando podemos ser quienes somos. Como en el pesebre, humilde, sin boato ni lujos, pero es ahí –no en palacio- donde nace la vida. Nos sugiere alimentar el espíritu con lo esencial, que es siempre lo mínimo, y será suficiente.
“Ven aquí gorrión:/ juguemos juntos,/no tengas miedo”. (Issa, siglo XVIII-XIX)
Nos recuerdan estas palabras que la existencia es coexistencia, que vivir es convivir con lo que nos rodea. En soledad no es posible satisfacer nuestros anhelos o superar crisis; juntos en cambio, sin temor, se puede manifestar o hallar comprensión por el sufrimiento del otro, algo que nos ha hecho olvidar la cultura egocéntrica y narcisista de nuestra época. Asoma la compasión como aceite que hace fluir el rodaje de una máquina: hace posible que funcione. Expresa en forma delicada nuestra humanidad.
“Este camino/ ya nadie lo recorre,/ salvo el crepúsculo”. (Bashou, siglo XVII).
Aquí emerge sorpresivamente y en todo su esplendor ascético la belleza, no solo como una cualidad estética, sino como una experiencia en el equilibrio y en la armonía, suscitando en nuestro imaginario un principio de acción que nos dispone hacia el bien y la verdad. En lo que parecía mero abandono, irrumpe lo que deslumbra, pero que estaba ahí, solo esperando una señal, pues lo bello está ahí, esperando un gesto, un movimiento para dejarnos en contemplación.
Estos haikus, ligeros y frágiles, nos interpelan para hacernos ver que la sencillez es vida buena, que la compasión nos permite reconocernos en el rostro de los demás y que la belleza nos llama a trascender, a no quedarnos en la vulgaridad que deprime ni en la chabacanería que disuelve, a descubrir lo inesperado. En ellos hay sentido.
¡Feliz navidad!
Por Hernán Larraín F., abogado y profesor universitario
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