Por Loreto SeguelImpulso país desde el sur

Hay cifras que no solo informan, sino que también confirman realidades. El reciente informe del Banco Central de Chile sobre el Producto Interno Bruto (PIB) Regional del tercer trimestre de 2025 es uno de ellos. Once de las dieciséis regiones del país crecieron, y el mayor impulso vino desde el sur y la macrozona austral, donde la salmonicultura cumple un rol decisivo.
Esto no es coincidencia. Es el resultado de una actividad productiva que se ha consolidado como eje de desarrollo, desde el sur, para Chile. En la Región de Aysén, el crecimiento alcanzó un 8,2%, impulsado principalmente por el cultivo de salmones, que hoy representa cerca del 30% del PIB regional. Un dato especialmente relevante si se considera que no hace mucho Aysén era la única región del país que mostraba contracción económica.
En Los Lagos, el PIB creció 5,3%, explicado por el dinamismo de la industria manufacturera, donde la salmonicultura concentra alrededor del 72% de la actividad regional. Lo mismo ocurre en Magallanes, donde el crecimiento del 4,9% estuvo marcado por la acuicultura y la construcción. El propio Banco Central concluye que la salmonicultura es estructural para el desarrollo del sur de Chile.
Por eso, no debemos mirar estos resultados solo desde lógicas regionales, pues la salmonicultura es una industria país. Aporta lo ya descrito en materia económica, y, en paralelo, impulsa innovación, desarrollo tecnológico y nos posiciona como un actor estratégico en el desafío global alimentario, siendo parte de la solución. Su efecto multiplicador a través del encadenamiento productivo alcanza a proveedores, pymes, servicios logísticos, puertos, transporte y conocimiento, entre otros, generando valor y desarrollo en las regiones del sur, pero sobre todo, dando bienestar a las miles de familias que ahí viven.
En un contexto de estrechez fiscal y bajo crecimiento tendencial, necesitamos motores productivos probados, competitivos y sostenibles. La salmonicultura cumple con esas tres condiciones. Por eso, su desarrollo no debería depender de ciclos políticos ni de decisiones de corto plazo, sino de una mirada estratégica que la reconozca como un pilar de crecimiento para todo el país.
Desde el Consejo del Salmón, gremio que representa a productores de salmón, cerramos este 2025 con señales claras y alentadoras. La evidencia económica respalda el impacto positivo de esta industria y el trabajo realizado confirma que vamos por el camino correcto para seguir proyectando una industria sostenible, pero debemos retomar con fuerza y celeridad el crecimiento, no hay tiempo que perder. Así, el 2026 se abre como un año de enormes oportunidades. El cambio de gobierno ofrece una ventana única para construir acuerdos amplios y dar un paso decisivo hacia una política de Estado para la salmonicultura chilena.
Avanzar en el “Plan salmón 2050″, que recoge la mirada de autoridades y actores relevantes del sur austral, proponiendo reglas claras, visión de largo plazo y altos estándares ambientales y sociales, es clave para llevar esta industria a un nuevo nivel. Chile tiene la experiencia, el talento y la reputación internacional para hacerlo. Apostar por la salmonicultura es apostar por un crecimiento que integra regiones, proyecta al país al mundo y construye futuro.
*La autora de la columna es presidenta ejecutiva del Consejo del Salmón.
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