Por Álvaro PezoaLa hora de la responsabilidad política

El resultado de la primera vuelta presidencial ha sido contundente: José Antonio Kast obtuvo una clara ventaja frente a sus contendores de derecha y centroderecha, y la suma de los apoyos de las candidaturas de oposición configura una mayoría política sólida. Esta señal de las urnas no solo ratifica el rechazo ciudadano a la continuidad del actual gobierno, sino que abre una oportunidad concreta para corregir el rumbo del país.
El desafío inmediato no admite ambigüedades: asegurar un triunfo amplio de Kast en la segunda vuelta frente a la candidata del Partido Comunista, representante explícita del oficialismo y prolongación de un gobierno marcado por la ineficacia, la inseguridad, el deterioro de la economía y el empleo, el debilitamiento institucional y el descontento social. La elección que se avecina no es simplemente una disputa entre dos liderazgos, sino entre dos visiones de país.
Para lograr esa victoria, se requiere con urgencia consolidar una unidad política y electoral entre las tres fuerzas de derecha y centroderecha. Esa convergencia no puede quedar en el plano meramente simbólico: debe expresarse en acuerdos y una hoja de ruta compartida. Asimismo, es fundamental encontrar los mecanismos adecuados para atraer al electorado que apoyó a Franco Parisi. Este grupo representa un segmento clave de la ciudadanía, que expresó desconfianza frente a las agrupaciones políticas tradicionales, pero que puede ser congregada con un mensaje claro, sincero y conectado con sus preocupaciones reales.
Ahora bien, más allá del aspecto electoral, el reto estratégico consiste en preparar las condiciones para gobernar. Afinar el programa, organizar los equipos, delinear prioridades: tareas que no pueden improvisarse. La magnitud de los desafíos que enfrenta Chile —en seguridad, inmigración, crecimiento económico y empleo— exige una propuesta de gobierno de unidad nacional. Esto implica no solo voluntad de diálogo, sino capacidad técnica y convicción para tomar decisiones difíciles y sostenidas en el tiempo.
A la vez, es indispensable recuperar ámbitos fundamentales para el bienestar y el progreso del país: salud, educación, vivienda, lucha contra la corrupción y fortalecimiento institucional. No se trata de prometerlo todo, sino de elegir bien, ordenar prioridades y ejecutar con profesionalismo.
La tarea no será fácil. Pero es posible si se convoca a la ciudadanía a un proyecto serio y honesto, basado en principios claros, voluntad de acción, integridad moral y una capacidad profesional que inspire confianza. Gobernar es servir. Y servir es encarnar el compromiso con el bien común y con el desarrollo integral de la Nación.
Este es el momento de asumir la responsabilidad política con altura de miras. Chile no puede seguir esperando el urgente cambio que exige.
Por Álvaro Pezoa, Director Centro Ética y Sostenibilidad Empresarial, ESE Business School, U. de Los Andes
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