Opinión

La siembra y la cosecha

Aton Chile JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE

La centroizquierda estuvo quince años trabajando por este resultado, destruyendo su herencia de dos décadas de gobierno y validando la lógica de la refundación impuesta por el PC y los líderes del movimiento estudiantil. En rigor, eso es lo que triunfó el día de ayer: un sector muy minoritario del país, los mismos que siguen siendo incondicionales de todo lo que representó el estallido social, aquellos que apoyaron la propuesta constitucional de la Convención; los mismos que, hasta hoy, respaldan al gobierno.

El triunfo de Jara es el corolario de lo que se ha vivido desde la derrota electoral de la Concertación en 2010: una centroizquierda que decidió inmolarse para que el PC y el movimiento estudiantil llegaran a ser hegemónicos en la oposición al primer gobierno de derecha; socios controladores de un sector que apostó por la retroexcavadora y la destrucción de todo lo que se había construido desde 1990. Eso es precisamente lo que hoy ha vuelto a confirmarse: la apuesta por los cambios refundacionales, el sueño de liquidar todo lo que representaba el Chile de la transición.

No hay dudas: la izquierda y la centroizquierda chilenas siguen soñando con un cambio de modelo. En estos años han estado dispuestos a renegar de todo, a convertir sus frustraciones en principios y a presentarlos en sociedad como aspiraciones legítimas. Ahora, el triunfo abrumador de la candidata comunista en la primaria oficialista confirma que nada ha cambiado, que todo lo que en su momento se presentó como oferta de un nuevo mundo está vigente, coartada perfecta para seguir usufructuando de los cargos y sueldos públicos.

Seamos claros: lo ocurrido ayer es un acto de consecuencia y de consistencia. La izquierda y la centroizquierda confirmaron que su electorado sigue apostando a la radicalidad, al fin del modelo y, ahora, a la candidata de un partido que simboliza el cuestionamiento a todo lo construido desde el retorno a la democracia. La derrota histórica de la centroizquierda es el anexo obvio de esa tentativa, resultado inevitable de su esfuerzo por convencer al país que ella, desde hace mucho tiempo, no representa nada distinto.

El día de ayer volvimos a ser testigos de que centroizquierda chilena dejó de existir, precisamente a partir del momento en que estuvo dispuesta a sumarse al PC y al FA en su intención de enterrar el Chile de la transición. Esa indolencia, esa frivolidad y ese oportunismo es lo que se ha vuelto a ilustrar el día de ayer. Por si todavía hay dudas, con peras y manzanas en los próximos días y en las próximas semanas intentarán demostrar que son lo mismo, que apoyan lo mismo y que están dispuestos a justificar lo mismo.

Es lo que vino a encarnar ayer el triunfo abrumador de Jeanette Jara.

Por Max Colodro, analista político y filósofo.

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