Opinión

Melancolía de la izquierda

Melancolía de la izquierda marcelo segura

En muchas culturas el paso de un año a otro es un momento propicio para evaluar el pasado y trazar los propósitos para el tiempo por venir. Como es lógico, el fin de este año –que coincide con el fin del gobierno actual– invita a hacer balances sobre la Presidencia de Gabriel Boric. Mientras unos destacan su legado, otros consideran que la generación política surgida de las revueltas estudiantiles no ha podido forjar una tradición propia, a diferencia de las generaciones previas. Tras las dos grandes derrotas electorales ocurridas durante el cuatrienio que se cierra (la del 4 de septiembre de 2022 y la del 14 de diciembre pasado), la cuestión más espinosa pareciera ser la otra: cuáles podrían ser los propósitos de la izquierda para el nuevo ciclo político que se avecina.

Antes de proseguir, conviene aclarar que la expresión izquierda designa más que a la coalición saliente de gobierno. Engloba a toda organización o movimiento que rechaza la desigualdad (particularmente, la producida por el sistema económico) y que pone al principio de igualdad en el centro de su programa político de cambio social. ¿Dónde está el problema? En Melancolía de la izquierda, el historiador italiano Enzo Traverso examina la dificultad de la izquierda para ofrecer utopías en el siglo XXI. No parecen ser tiempos para las utopías. Agotamiento, crítica y cambio son términos mutuamente excluyentes en sociedades cansadas y resignadas, como ha advertido también el filósofo Byung-Chul Han. Dichas sociedades no proyectan su futuro o, más bien, lo proyectan como un eterno bucle de cambio y restauración conservadora. ¿Cómo buscar proyectos para un mañana en el que las utopías (incluso, las más básicas) parecen destinadas al fracaso? ¿Cómo no caer en la melancolía?

La melancolía es una emoción que, de no administrarse juiciosamente, puede volverse peligrosa. Si bien sostiene el pensamiento crítico de una generación a otra; y lo vuelve resiliente, puede convertirse en un pensamiento autoindulgente, volverse una cultura de la derrota, anclada en un pasado glorioso. Cuando eso ocurre, deviene un pensamiento conservador que bloquea el verdadero espíritu visionario y (auto)crítico, e inhibe la acción innovadora y constructiva. Se vuelve un simple vacío.

El desafío de la izquierda es retomar la utopía de trascender un orden dictado por el mercado o por la ley del más fuerte sin la sombra de la melancolía, ni de otros lastres. Evitar, entre otros desvíos, el mesianismo, la impostura moral, y la glorificación de la violencia. Construir nuevas ofertas políticas sin estridencias y sin voluntarismo excesivo. Sustituir las narrativas de las grandes utopías, y los lenguajes enrevesados, por utopías concretas –incluso modestas– pero acumulativas. Encontrar el camino hacia un futuro alternativo a un presente remasterizado, y ofrecerlo a la ciudadanía, sin desencantarla en el camino ni desembocar en un callejón sin salida. El desafío es grande, pero no imposible.

Por Yanira Zúñiga, profesora Instituto de Derecho Público Universidad Austral de Chile

Más sobre:Gabriel BoricMelancolía de la izquierda

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

Lo más leído

Plan digital + LT Beneficios por 3 meses

Comienza el año bien informado y con beneficios para ti ⭐️$3.990/mes SUSCRÍBETE