Por Joaquín TrujilloMoraleja

La historia de los últimos cien años de la República de Chile puede ser vista como un proyecto de liberalización y democratización progresivo. El sufragio, por ejemplo, se hizo cada vez menos censitario y, a la larga, siempre más extensivo. La educación fue llegando a cada rincón del territorio y ciertas mejoras de infraestructura como los hospitales, el agua potable, el alcantarillado, la electricidad, la telefonía, el internet, etc.
Estos cambios nacieron de soluciones sistémicas y de compromisos morales profundos, muchas veces asumidos a propia costa. El caso, por ejemplo, de los ingenieros de la Corfo, exitosos aventureros del progreso material. Y quien trabaja con la materia sabe que ella se resiste.
Ciertamente la debacle del progresismo es un cazamascotas que recorre Occidente. Eso no justifica nada. Con partidos ideológicos similares a los europeos, en ese siglo pasado, los chilenos supieron evitar sus excesos, con Alessandri, Aguirre Cerda y todos los gobiernos radicales de la década del 40, en tiempos en que el totalitarismo de izquierda y derecha campeaba con violencia nunca vista. Y cuando finalmente la pérdida de mesura durante los gobiernos de lo que el historiador Mario Góngora llamó “planificaciones globales”, que es una manera de describir intenciones totalitarias, se enseñoreó en el país, nos dedicamos correctamente durante décadas a extraer moralejas, a revisarnos, a entender cuáles habían sido los errores.
Hasta que una generación de supuestos inocentes, o sea, ignorantes ansiosos de poder, o sea, personas que creen saber lo que les conviene a todos, arrasó con la herencia de generaciones de progresistas que, desde los sectores ideológicos más distantes, contribuyeron a incrementarla. Y claro, como todo fanático tontorrón, ahora concluirán que su error estuvo en no haber sido más extremos.
Genialmente, el filósofo Jacques Derrida se dio cuenta que al enemigo, el verdadero (si es que vale ese calificativo), apenas lo conocemos. El que identificamos como tal suele no serlo tanto. Pues bien, todos quienes hayan presenciado el hostigamiento hacia los supuestos enemigos, entenderán este punto. Maltrataron tanto a próximos adversarios a causa de sutiles diferencias, que los que quedaron en pie están más lejos, pero todavía no lo suficiente. La idea de continuar contra ellos dejará peores en pie, más mudos y resolutivos. Suele ocurrir cuando nos malacostumbramos a relacionarnos con personas muy parecidas a nosotros mismos.
Quienes leyeron a Dante saben que el viaje a la antípoda de la Tierra pasa por el centro de ella, la morada del diablo en el Infierno. La gesta moderna prefirió seguir el camino más largo, recorrer el perímetro sin penetrar el diámetro, llegar a ella navegando los océanos. Paradójicamente, las vueltas largas a veces son los genuinos atajos. Y la descompresión del país a través de elecciones lo ha demostrado. Aunque, lo reitero, un proyecto histórico fundamental habrá quedado resentido si no se demuestra que... era el de abolición de falsas superioridades y que ahora toca a otros hacer su parte.
Por Joaquín Trujillo, investigador CEP
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