
Sobre las denuncias

El encarcelamiento y reciente muerte de Jorge Tocornal han generado una polémica sobre las denuncias falsas. A esta polémica se sumó recientemente el directorio de Magistradas Chilenas. Mediante una carta abierta, dicha asociación cuestionó que un integrante de la Corte Suprema asistiera a un seminario dedicado a las “falsas denuncias” (el título evocaba el libro de Javier Rebolledo, inspirado en la experiencia de Tocornal). En su carta, las magistradas advertían que la participación institucional del Poder Judicial en una actividad de ese tipo relativiza su compromiso con la erradicación de la violencia sexual que sufren, especialmente, niños y niñas. Esta controversia (celebrada por unos y fustigada por otros) ofrece un buen lienzo para componer una reflexión que a grandes trazos ilustre la complejidad de este asunto.
Partamos por un par de obviedades: condenar a una persona inocente es, siempre y sin ambages, una injusticia y una tragedia. Con todo, los falsos positivos son tan problemáticos como inevitables dada la falibilidad humana.
Sigamos con otra obviedad. Para que exista una respuesta judicial a un delito es preciso que este sea denunciado. Sin embargo (algo menos obvio), las denuncias por delitos sexuales son relativamente escasas comparadas con otros delitos. ¿Las razones? Dichos delitos suelen ser perpetrados por conocidos y la posibilidad de lograr una condena del agresor es baja, con lo cual la propensión a denunciarlos disminuye mucho.
Entre lo obvio y lo menos obvio: siempre es delicado dudar de la versión de una víctima, pero en el caso de los delitos sexuales acusarlas de mentir puede trizar el frágil vínculo de confianza que las une a quienes reciben y procesan esas denuncias (policía, fiscales, tribunales).
Volvamos a lo obvio: no se puede descartar la posibilidad de denuncias falsas en ningún delito, tampoco para los delitos sexuales. Ni puede darse por sentado que las acusaciones de abusos sexuales en contexto de divorcios, demandas de alimentos o disputas de cuidado personal son falsas.
Lo menos obvio de todo: la casuística de la denuncia y, en particular, de las denuncias fallida y falsa es relativamente desconocida para la investigación social y aún más para operadores jurídicos y público en general. En contra de la más básica intuición que equipara denuncia desestimada con denuncia falsa y esta última con móviles vengativos o retorcidos, lo cierto es que es un cuadro variado y complejo. Un escenario común, un caso típico, puede arrojar distintas lecturas y realidades. Por ejemplo, un divorcio puede generar suspicacia sobre una conducta de sexualización infantil propiciando la (sobre) preocupación de una madre. También puede facilitar la develación de un abuso al ofrecer al niño/a un escenario más protegido para hablar. Todo aconseja, por consiguiente, cautela, estudio y reflexión. Ni el escenario típico es un escenario rígido, ni el desenlace inesperado una prueba irrefutable de la perversidad de quien denuncia.
Por Yanira Zúñiga, profesora del Instituto de derecho Público, Universidad Austral de Chile
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