Opinión

Traducir no es traicionar

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Carl y Alexandra se conocen en el primer capítulo de la novela, escrita en inglés. En el capítulo doce ya son amantes. Esta situación crea para los traductores al castellano un problema mayor: ¿Tú o usted? Traducir todos los diálogos entre ellos usando el formal usted es incompatible con el grado de intimidad propio de unos amantes. Optar por la opción informal (tú) desde el comienzo, resulta incompatible dado la diferencia socioeconómica y cultural entre ambos. Desafío para el traductor: ¿En qué capítulo Carl y Alexandra deben empezar a tutearse?

Estos y otros problemas fascinantes discuten J. M. Coetzee, el escritor sudafricano y premio Nobel, y Mariana Dimopulos, su traductora al castellano, en Speaking in Tongues. El libro, que acaba de publicarse, es una conversación sobre los problemas que enfrenta, y los compromisos que acepta, un traductor.

Muchos problemas tienen solución. Pero los problemas interesantes no tienen. O mejor dicho, en el momento en que se les encuentra una solución, dejan de ser interesantes. Paradojal, pero cierto. El traducir es intentar solucionar un problema insoluble: preservar el significado, junto con el ritmo y la cadencia, del texto original. Y además (la segunda derivada para ponerlo en términos matemáticos) reproducir el contexto o ambiente creado por el texto original.

Muchos opinan que traducir es traicionar, ya que implícitamente una traducción conlleva cambios e interpretaciones, desviaciones con respecto a la fuente. Una traducción solo puede aspirar a ser una aproximación, privilegiando ciertos aspectos a expensas de otros. De esto se desprende que, si bien ninguna traducción puede ser perfecta (sobre todo tratándose de poesía), unas sean mejores que otras.

El verso de Neruda, “es tan corto el amor, y tan largo el olvido”, es un buen ejemplo. La versión “love is so short and oblivion so long” es una aproximación a la versión original bastante exitosa, preserva el ritmo y significado. Pero la de Christopher Logue (irónicamente, un poeta inglés), me parece muy mala: “Love lasts such a little while, and forgetting lasts so long.” Fiel en significado, pero un desastre en ritmo (melopea en términos técnicos).

Lo que nos lleva a la siguiente conjetura: ¿Traducir o no traducir? Ese es el problema. Mi respuesta enfática es traducir, pues si bien el traducir puede ser un éxito solo parcial, el no traducir es un fracaso absoluto.

Por último, el gran desafío, es que al traducir —al igual que en la vida, el amor y la guerra—no hay reglas absolutas ni recetas mágicas, solo hay decisiones que tomar. Y eso hace que el traducir sea a la vez complejo, pero fascinante. Es la gran ventaja que tiene una ecuación sobre un texto literario: E = MxC2 no necesita traducción, retiene su significado y música en todos los idiomas.

*El autor de la columna es investigador principal en Clapes UC

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