Paula

Claudia Silva Caniqueo: Las cuentas de las amigas

En la Expo Osaka 2025, el pabellón de Chile se presenta bajo un manto de 242 metros cuadrados tejido por 200 duwekafe mapuche, entre ellas las de la agrupación Witraltu Mapu. Sus historias revelan que el witral es mucho más que un oficio, es una forma de comunicación milenaria que recoge la cosmogonía de todo un pueblo. Aquí una de ellas.

“Nosotras somos las amigas del ñimin. Soy afortunada de tenerlas a ellas, de haberlas encontrado y de que me hayan aceptado. Ahora soy la gerente de esta cooperativa Witraltu Mapu de artesanas y hago el apoyo administrativo. Y ,aunque no soy parienta, como sucede con varias de ellas, aquí me siento parte de una familia”.

Claudia Silva Canuqueo, casada, madre de Claudio, de 16, y de Camila, de 24, fonoaudióloga titulada que la llena de orgullo, es asertiva, clara e intensa. Un moderno torbellino vestido de calipso, con estilosos detalles étnicos, como los grandes aros de plata mapuche y el pañuelo de seda que las ñañitas o mujeres mayores usan en la cabeza y que ella lleva amarrado al cuello. Tiene una melena larga con tintes rojizos y anda con los labios bien pintados en rojo. Bonita y sexy.

Logró egresar de cuarto medio y estudiar “ayudante de contador, porque amo las matemáticas”, pese a la oposición de su padre, quien “siempre estuvo presente, pero ausente a la hora de las responsabilidades”. Por eso y porque “es huinca”, no le gusta su apellido paterno. Preferiría llamarse simplemente Claudia Canuqueo, pero el cambio de nombre implicaba todo un lío para renombrar a sus hijos, así es que lo dejó como está.

“Mi mamá fue madre y padre de 8 hijos”, dice y, a los pocos segundos, está llorando por ella y por su abuela materna, sus maestras, quienes murieron por estas fechas, “cuestión que todavía no logro aceptar. Mi mamá se fue primero, hace varios años, y mi abuelita, hace justo uno. Perdón que me quiebre, pero todavía no lo asimilo”.

Como la segunda de las hijas del matrimonio Silva Canuqueo que vivía en la comunidad Rayen Lafquen de Villarrica, le tocó crecer rápido. “Atendí a mis hermanos chicos. Ayudar a criar es parte de la rutina de una. Esa es una historia común a muchas de nosotras, pero, en mi caso, gracias a mi rebeldía, logré sacar adelante mis estudios”. Durante años, trabajó en contabilidad, pero lo que había aprendido de su mamá, el tejido a telar, la atraía como un imán.

“Mi mamá enseñaba a tejer y vendía a través de una asociación frazadas, mantas y alfombras, y yo jugaba a hacerlo de niña. Yo marcaba con una lana de color la línea en que ella había dejado el tejido y partía tejiendo desde ahí, luego desarmaba todo para que ella no se diera cuenta de que me había metido en sus cosas. Mi mamá era estricta, porque tenía muchos hijos y responsabilidades. Muy líder también. Yo la miraba e iba incorporando de manera inconsciente ese aprendizaje. Después, de adulta, cuando tuve a mis bebés preciosos, iba a la feria y todo lo tejido me fascinaba”.

Cuenta que su papá de apellido huinca, “le decía cosas feas a mi mamá porque era mapuche. Yo no entendía por qué, pero ahora siento que ese desprecio ha cambiado, que hay un empoderamiento, que como pueblo hemos despertado”.

Con la fascinación latente por la textilería mapuche, Claudia, quien ya tenía casa propia con su familia en el sector urbano de Padre Las Casas, supo que las mujeres a las que hoy llama “las amigas del ñimin” darían un taller. “Y me presenté. Entonces yo usaba el pelo parado, medio punky, no era la señora típica. Nadie me conocía y ellas eran todas medio parientes, pero fui, me aceptaron y no me sacaron más”.

Confiesa que era lenta como una tortuga. Y para agarrar velocidad y seguridad, fue clave el consejo que le dio una artesana mayor, Luisa Sandoval: “Para tejer tienes que estar aquí con tu mente y con tu cuerpo, a lo mejor ahora tu cuerpo está, pero no tu mente. Eso fue clave, lo mismo que la vez que saqué el primer diseño. Yo sabía tejer, pero no sabía hacer la urdimbre. Logré el diseño, cuando logré aprender a urdir, porque es ahí cuando uno consigue mirar diferente. Al mirar diferente, piensas diferente, y el diseño sale. Ese fue un gran logro y me felicito por eso y, a veces, también me pellizco por lo que he logrado”.

Autonomía económica, invitaciones a contar su experiencia, avances culturales en el respeto al pueblo Mapuche y a su cultura. Por eso mismo, lo que más le gustó de las mantas antiguas que conoció en Santiago, fue que muchas provinieran de Padre Las Casas, el lugar de las amigas del ñimin.

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  • Este testimonio es parte del libro Herederas de Llalliñ (2019) editado por Fundación Artesanías de Chile, que recopila 17 relatos de artesanas mapuche de las comunas de Chol Chol y Padre Las Casas en su camino por rescatar y reproducir antiguas piezas textiles resguardadas por el Museo Nacional de Historia Natural, que forman parte del lenguaje y la tradición de su pueblo. Por el valor de estas historias, estos testimonios son rescatados por Paula.cl, profundizando en la relación que ocho duwekafe sostienen con su witral (telar tradicional mapuche), cuya trayectoria las llevó a participar de “Makün: El Manto de Chile”: la gran obra textil que protagoniza el pabellón de Chile en la Exposición Universal Osaka 2025, que se desarrolla entre el 13 de abril y el 13 de octubre de 2025.
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