Paula

El peso de criar sin redes de apoyo

En Chile, alrededor de 700 mil mujeres no trabajan para cuidar a sus niñas y niños, y en la mayoría de las ocasiones no cuentan con redes de apoyo. Sin estas redes, las mujeres se ven obligadas a dejar de lado sus deseos, intereses y carreras.

Tamara (su nombre fue cambiado para esta nota) vivía junto a su pareja y su hijo de 3 años diagnosticado dentro del espectro autista, en la comuna de La Pintana. Su vida giraba en torno a ellos. No contaba con redes de apoyo y día a día debía enfrentarse no solo a la crianza de su hijo -quién requería una contención mayor- sino también a la violencia psicológica y económica de su pareja.

“Ella estaba sola, angustiada, sin red y, además, sintiéndose culpable por no poder “dar más” en la crianza”, recuerda Valentina Peri, directora ejecutiva de Casa del Encuentro, fundación dedicada a la construcción de espacios de encuentro familiares, educativos y comunitarios, quienes la acompañaron en este proceso. “Pero llegó a un espacio comunitario, donde otras mujeres la escucharon sin juzgar y empezó a acompañarse en el cotidiano de la crianza: iba todos los días con su hijo a jugar, descansar y conversar”.

Gracias a ese acompañamiento, Tamara recuperó su confianza y logró tomar la decisión de retomar sus estudios escolares y reconstruir su vida y la de su hijo. Su historia es el reflejo de lo que viven miles de mujeres en el país, sobre todo en contextos de vulnerabilidad: madres, cuidadoras, abuelas que sostienen solas el cuidado de niñas y niños sin redes, sin tiempo, sin descanso y sin reconocimiento.

En Chile, cuidar sigue siendo una tarea silenciosa y profundamente feminizada. Según datos recopilados por Observatorio Niñez Colunga -centro dedicado a reunir y sistematizar data de niñez en Chile- cerca de 700.000 mujeres no trabajan porque deben cuidar a niños y niñas, y en casi 1 de cada 5 hogares con niñas y niños no existe nadie que pueda colaborar con el cuidado (Encuesta Casen, 2022).

¿Quién cuida a quiénes cuidan? Cuidar es un derecho y también una tarea social, pero hoy sigue siendo una carga feminizada, invisible y desigual, cuando en realidad debería ser una responsabilidad social compartida, apoyada por redes comunitarias y políticas públicas.

Hablar de cuidado no se refiere solo a criar o atender. Cuidar implica sostener la vida en todas sus dimensiones: garantizar bienestar físico y emocional, acompañar, proteger y permitir que niñas y niños crezcan en condiciones dignas. Como lo define el Observatorio Niñez, cuidar es una tarea que habilita a todas las demás y que, por eso, no puede recaer únicamente en las mujeres ni en la familia.

Cuidar sin redes

El caso de Tamara no es aislado. Según la encuesta Casen más reciente, el 10,5% de las personas que no buscó trabajo remunerado en las últimas cuatro semanas fue porque tenían que cuidar a niñas o niños. De ese grupo, el 98% son mujeres.

Cuando las redes de apoyo son pocas o inexistentes, las mujeres se ven obligadas a dejar a un lado sus deseos e intereses. “La crianza suele vivirse en soledad y repliegue en el hogar. Esto afecta directamente la salud mental, posibilidad de descanso y derecho a desarrollarse en otros ámbitos de la vida como el trabajo, estudio o incluso el disfrute”, advierte Peri.

Al mirar los hogares, 1 de cada 5 niñas y niños vive en familias monoparentales, donde el 90% tiene jefatura femenina. Además el 35% de las niñas y niños en esta situación no cuenta con redes de apoyo (18 puntos porcentuales más que el general). Paloma Del Villar, directora de Observatorio Niñez Colunga explica que estas cifras incrementan las brechas de apoyo. “La crisis del cuidado no es solo un problema de recursos: también es reflejo de cambios profundos en la estructura familiar. Desde 2006 las niñas y niños creciendo en familias monoparentales nucleares se han duplicado, afectando sobre todo madres que crían en soledad”, dice.

Ni familiares, ni amigos, vecinos o instituciones. “No es que no sepan criar, es que están criando solas”, denuncia Peri. La versión más reciente de la Encuesta de Vulnerabilidad Escolar (EVE) muestra que solo un 54% de las cuidadoras y cuidadores de niñas y niños en nivel parvulario cuenta con apoyo de sus familias siempre, mientras que un 18% declara que nunca o casi nunca lo tiene. Mientras que el apoyo institucional es aún más escaso: solo un 9% declara contar siempre con apoyo de instituciones públicas o privadas, frente a un 59% que dice no tenerlo nunca.

Cuidar en estas condiciones deja de ser una experiencia compartida para convertirse en una carga estructuralmente desigual, que recae sobre las mujeres y se sostiene en la precariedad.

Cuidar sin respaldo

En Chile, cuidar sigue siendo un asunto privado, familiar y, en la práctica, femenino. Las cifras muestran que, en la mayoría de los hogares con niñas y niños, la responsabilidad del cuidado recae sobre una sola persona —casi siempre una mujer—, sin redes familiares estables ni apoyo institucional. Esa ausencia de apoyo es también una omisión del Estado.

Durante la primera infancia, cuando el cuidado es más intenso y demandante, la EVE reveló que más de la mitad de las cuidadoras no cuenta nunca con apoyos institucionales. Solo el 9% dice tener siempre el apoyo de establecimientos públicos o privados versus el 59% que nunca lo recibe.

Similar es la situación con el apoyo comunitario, donde solo el 3% declara contar siempre con el apoyo de sus vecinos. Esto convierte la crianza en una experiencia solitaria y frágil. “Cuando el cuidado se vive como una tarea exclusivamente individual o familiar, y en la práctica casi siempre femenina, lo que ocurre es que se invisibiliza su valor y se precariza la experiencia de quienes cuidan”, explica Valentina Peri, de Casa del Encuentro.

En esto coincide Del Villar desde Observatorio Niñez Colunga: “Hoy, cuidar recae casi exclusivamente en las mujeres, muchas veces sin apoyo del Estado, la comunidad ni la familia. En un contexto de crisis de natalidad, no fortalecer las políticas de cuidado no sólo desprotege a niñas y niños, sino que perpetúa la crisis demográfica que ya estamos enfrentando”.

Por un sistema de cuidados con la niñez en el centro

Cuidar no puede seguir siendo una tarea solitaria ni una carga que se resuelve a puertas cerradas. Acompañar la crianza requiere tiempo, recursos, presencia y comunidad. Las madres y cuidadoras necesitan espacios donde confiar, descansar, compartir y criar en compañía. Iniciativas como las que realiza Casa del Encuentro generan vínculos de apoyo que sostienen el cuidado, alivian la sobrecarga femenina y enriquecen los entornos en que crecen niñas y niños. Sin embargo, para avanzar, es necesario un sistema completo que reconozca las labores de cuidado como esenciales e involucre a toda la comunidad.

“El cuidado de niñas y niños no puede seguir siendo visto como un asunto privado. Es una responsabilidad social y una inversión estratégica”, asegura Del Villar.

Así, con políticas públicas adecuadas, no solo mejoran las condiciones de quienes cuidan y quienes son cuidados, sino que se fortalece todo el sistema social. “Una sociedad que cuida es una sociedad que mejora su salud mental, que promueve la igualdad de género, que permite que más mujeres trabajen, estudien y participen en la vida pública. Donde hay cuidado, hay desarrollo y se sostiene también la posibilidad de una sociedad más justa”, concluye Peri.

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