Paula

Mujeres que impactan, Anita Córdova: memoria, olvido y dignidad en el Cementerio General

A partir del hallazgo de una tumba abandonada junto a la de su padre, Anita Córdova fundó Alma Olvidada: una iniciativa que rescata lápidas deterioradas en el Cementerio General como acto de memoria, amor y dignidad. "Es decirle a esa persona: no serás olvidado”, dice.

Foto: Alejandra González

Segunda de cuatro hermanos, Anita creció en una casa modesta, pero muy rica en cuanto a afectos. “Éramos muy unidos, y esa conexión definió mi forma de mirar a los otros”, cuenta. Hay una anécdota de su madre, Margot, que lo refleja muy bien. “Una Navidad, una familia golpeó nuestra puerta pidiendo ayuda. Mi mamá los hizo pasar y los invitó a cenar. Éramos seis en casa, pero de algún modo la comida alcanzó. Ese gesto me quedó grabado. Aprendí que abrir la puerta también es abrir el corazón”, recuerda.

Estudió Secretariado Ejecutivo y trabajó 15 años en corretaje de propiedades, donde desarrolló una habilidad poco común en su rubro: saber escuchar. Hoy, toda esa experiencia —más vital que técnica— se transforma en un proyecto que cruza patrimonio, memoria y dignidad.

Todo comenzó con una visita al Pabellón 16 del Patio 121 del Cementerio General, donde está enterrado su padre. Al lado, una tumba en ruinas llamó su atención. “Me pregunté quién era esa persona. Averigüé: se llamaba Gilberto Reyes. No pude seguir como si nada y mandé a hacer una lápida para él”, cuenta. El problema, es que no era la única, cuando Anita levantó la vista, se dio cuenta de que muchas más estaban en la misma condición. Así nació la Fundación Alma Olvidada Chile. Sin ser artista ni restauradora profesional, hoy se dedica a restaurar lápidas olvidadas como un acto de memoria y justicia.

En Chile, el abandono del patrimonio funerario es una realidad silenciosa. Aunque el Cementerio General fue declarado Monumento Histórico en 2010, miles de tumbas antiguas —muchas de personas comunes, sin apellidos ilustres— han sido invisibilizadas por años de desidia, falta de políticas de conservación y escasa conciencia ciudadana. “Ver una lápida rota y sin nombre, y luego restaurarla con el nombre grabado, visible, es un proceso que me llena de sentido. Es decirle a esa persona: tú exististe, fuiste parte de esta historia, y no serás olvidado”, explica.

Hasta ahora ha restaurado cinco tumbas: dos mujeres, un hombre y dos niños. Cada una ha requerido un trabajo de investigación, diseño y coordinación. Pero para ella el esfuerzo vale la pena. “No son solo piedras, son personas”, dice.

Además de restaurar, organiza jornadas comunitarias de limpieza. Guantes, escobillas, brochas y ganas, dice que es todo lo que se necesita para barrerle el polvo al olvido. “No hace falta conocer a quien está enterrado. El solo hecho de estar ahí, cuidando, ya es un acto de humanidad”, dice.

En un mundo tan ocupado en producir y avanzar, Anita se detiene. Insiste en mirar hacia atrás. “Recordar es amor en presente. Cuando alguien vive en tu memoria, sigue contigo”. Y cuando alguien le pregunta por qué gastar tiempo y recursos en una lápida ajena, responde sin dudar: “Es un acto de amor y respeto. No todos pueden ver el valor de este gesto, pero quienes lo comprenden, saben que en ese mármol hay humanidad. No es una labor triste, es profundamente luminosa”.

Hoy sueña con que Alma Olvidada se expanda: Bolivia, Perú, Argentina. Ya trabaja con la administración del cementerio, ha conseguido mejoras estructurales en zonas olvidadas, y poco a poco ha sembrado una pequeña revolución silenciosa. “Quiero que esta iniciativa inspire a otros. En todos los cementerios hay historias que merecen ser contadas, tumbas que merecen ser honradas”, señala. “Esta labor me ha enseñado a vivir con más atención. A reconciliarme con la muerte. Porque, si hay memoria, entonces no hay olvido. Y eso cambia todo”.

Su historia llegó hasta Fundación Mujer Impacta, que la reconoció por su compromiso con la memoria, la dignidad y el rescate patrimonial. Porque como ella misma dice: “No soy restauradora. Soy una hija, una mujer, una ciudadana que decidió decirle a los que ya no están: yo te veo, y tú importas”.

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