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Noelia Orts, enóloga: “Grandes viñas del mundo están buscando mujeres”

Hace más de una década que esta española lidera los vinos íconos de Emiliana, la viña orgánica más grande del mundo. Defensora de este enfoque y de una forma de trabajar guiada por la intuición, en esta entrevista habla de sostenibilidad y del nuevo rol que están tomando las mujeres en la industria.

Foto: Alejandra González Alejandra González Guillén

La entrevista con Noelia Orts fue durante una visita de prensa a Viña Emiliana, donde trabaja desde hace más de una década. Después de un recorrido por los viñedos, el grupo se reunió en la sala de cata para probar algunos de sus vinos icónicos. Justo cuando comenzaba la degustación, apareció Noelia: venía apurada, con una mochila al hombro, una sonrisa amplia y su hijo —de unos ocho años— caminando a su lado. “Hoy no tenía con quién dejarlo”, dijo, un poco a modo de excusa, mientras se acomodaba tras la barra para guiarnos en la experiencia.

La escena —tan simple como elocuente— resume buena parte de lo que ha sido su trayectoria: una combinación desafiante entre maternidad, trabajo y liderazgo en una industria históricamente masculina.

Española de nacimiento, llegó a Chile en 2009 para hacer una vendimia y hoy, quince años después, es la enóloga principal de Emiliana, la viña orgánica más grande del mundo. Fue nombrada “Enóloga Revelación del Año” por la Guía Descorchados 2025, y su vino Gê fue elegido por James Suckling como el mejor de Chile en 2021.

- ¿Cómo llegaste a Chile y qué te hizo quedarte?

- Vine en 2009 a hacer una vendimia. Hacer vendimias es algo muy especial de nuestra profesión: puedes trabajar por temporadas en distintas partes del mundo. Yo tenía una amiga española que vivía en Santiago y justo se volvía a España. Ella trabajaba en Culinary, una escuela de cocina, y me ofreció su puesto. Me lo pensé… y decidí quedarme. Tenía ganas de estudiar más, de entender mejor el cultivo de la vid. Me matriculé en un magíster en Enología y Vitivinicultura en la Universidad de Chile, y al poco tiempo me llamaron de Emiliana para la temporada. Y aquí estoy desde 2011.

Desde entonces comenzó a hacer su vida en Chile, conoció a su exmarido y fue madre. Aunque deja muy en claro que su decisión de quedarse fue por desarrollo profesional, no por el amor.

Sin embargo, como es usual, la maternidad le cambió la vida. Antes de tener a su hijo, su rutina era completamente absorbida por el trabajo. “Entraba a las 8 y salía a las 9:30 de la noche. Vivía en el campo, no había mucho panorama, así que me quedaba trabajando”, cuenta. Pero tras el nacimiento de su hijo, llegó también el aprendizaje de poner límites. “Ahí entendí qué es lo realmente importante y qué se puede delegar. Como mujer en un entorno de hombres, tienes esa necesidad de demostrar que puedes con todo. Pero cuando tienes hijos, dices: ‘No’. Y aprendes a soltar”.

Aunque ha vivido y trabajado en distintas partes del mundo, en Chile encontró algo distinto: “Aquí nunca me sentí sola”, dice. Lo que más la conquistó fue la calidez de la gente, el sentido del humor y ese gusto tan chileno por el doble sentido. “Los chilenos son muy bromistas. En el campo, sobre todo, todo se dice entre líneas, con risa. Me sentí acogida desde el principio”, recuerda.

Incluso hubo un aprendizaje más íntimo: “Una cosa que aprendí en Chile fue el contacto físico. En España no se dice ‘te quiero’, y aquí la gente lo dice. Al principio me incomodaba un poco, pero después me gustó. De hecho, la primera vez que le dije ‘te quiero’ a mi mamá, literal, fue después de vivir acá”.

Obsesión por el buen producto

- ¿Qué significa para ti trabajar en una viña orgánica?

- Yo trabajé antes en viñas de agricultura convencional, en España y en otros países, así que conozco cómo se trabaja “al otro lado”. Pero mi formación real ha sido aquí, en este mundo de lo orgánico. Y cuando hablo con colegas me doy cuenta de que en muchas cosas estoy fuera, porque la mayoría de la industria sigue siendo convencional, y es difícil convencerlos.

Sin embargo, yo estoy tranquila, porque para mí ha sido un privilegio saber que estás en un lugar en el que, finalmente, aportas un pequeño grano de arena a una mejor conservación, y que dentro de todo lo posible, el planeta vaya un poco menos mal. Y lo hago fundamentalmente por él, o sea, es como: ¿qué mundo le va a quedar a mi hijo después?

- ¿Te han ofrecido trabajar en otras viñas?

- Sí, varias veces. Pero no podría. Porque se puede hacer orgánico, que es bueno para todos: para los que lo consumen, para los que viven cerca, se puede hacer alta calidad. ¿Por qué me tendría que ir al otro lado ahora? O sea, si no se pudiera, si el vino quedara malo, por ejemplo, bueno, a lo mejor lo pensaría. Pero se puede. La pregunta es por qué los demás no se suman.

- ¿Y por qué crees que no lo hacen?

- Porque cuando haces agricultura orgánica tus márgenes de ganancia son menores. Y este es un mundo ambicioso, donde muchos quieren más plata y les da lo mismo cómo. Aquí en Chile no es tan difícil hacer las cosas bien: no hay plagas devastadoras, el clima es bueno, hay condiciones. Pero falta voluntad.

Liderar con intuición

En sus primeros años en Emiliana, Noelia era la única mujer en el área técnica. Aunque el trato con los trabajadores de campo siempre fue cordial —“ellos me trataban súper bien”, recuerda—, en los niveles jerárquicos sentía que tenía que demostrar constantemente su capacidad. “Con la gente más formada, me ponían a prueba, como diciendo: ‘¿ella sabrá?’. Era evidente que dudaban”, dice.

Pero su respuesta no fue endurecerse ni mimetizarse con el estilo dominante. Al contrario: optó por cultivar una forma distinta de liderar. “Las primeras enólogas que entraron en este mundo sintieron que tenían que adoptar un rol súper masculino y agresivo para validarse. Yo decidí no seguir ese camino”.

Y no solo eso. Una de las decisiones más conscientes que ha tomado Noelia en su rol de liderazgo es contratar exclusivamente mujeres para su equipo de vendimia. “Lo hago a propósito y adrede, porque les quiero dar una oportunidad”, cuenta. “Hace un par de años una chica me escribió y me dijo: ‘Te escribo porque se ha corrido el rumor de que Noelia de Emiliana solo contrata a mujeres’. Y era cierto. Y lo mejor es que a todas les ha ido súper bien”.

Más que una declaración de principios, para Noelia se trata también de una afinidad natural con la forma en que muchas mujeres se vinculan con esta profesión. “Este es un trabajo muy intuitivo. Yo nunca fui la más matea de clase, ni la más científica, pero trabajar con los sentidos y con la intuición… eso se me da. Hacer vinos es eso también. Tengo los análisis físico-químicos y todo, los tengo siempre ahí para guiarme, pero al final este trabajo es sentidos e intuición. Como dicen en Chile: de guata”.

Por eso no le sorprende que cada vez más grandes viñas del mundo estén buscando mujeres. “Hablaba de esto con Andrea León, que es enóloga de Clos Apalta, y me decía que las buscan por un tema de marketing. Y yo le decía, sí, puede ser… pero también puede que se estén dando cuenta de que tenemos un perfil distinto. No se trata solo de cómo haces el vino, sino de cómo te relacionas. Porque no nos relacionamos igual”.

Noelia no generaliza, pero sí identifica ciertos patrones que valora: la empatía, la flexibilidad, la capacidad de comprender que alguien pueda estar decaído porque su hijo no durmió en toda la noche. “Yo creo que nosotras empatizamos más. Y eso, en el ecosistema de una empresa, puede ser un mejor aporte. No porque seamos mejores, sino porque sumamos algo distinto. Y necesario”.

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