
La columna de Javier Salinas: “La cigarra en la que nos estamos convirtiendo”
"Esta fábula podría servirnos para evaluar el comportamiento fiscal y deuda públicas de las últimas décadas".

No sé si todos conozcan la fábula de la cigarra y la hormiga, de Jean de La Fontaine: una cigarra cantaba alegremente durante el verano, sin más afán que disfrutar del presente y sin pensar en lo que vendría. Mientras, una hormiga iba desde el campo hasta su hormiguero cargando granos, hojas y provisiones sin cesar. La cigarra le decía constantemente: “¿Por qué trabajas tanto? Ven y aprovecha este hermoso día conmigo”. Pero la hormiga respondía sin detenerse: “Estoy almacenando comida para el invierno. Te aconsejo que hagas lo mismo”. La cigarra, despreocupada, siguió cantando todo el verano, y luego el otoño, hasta que un día el viento se volvió frío y la tierra se cubrió de escarcha. Ya no había qué comer, ni razón para cantar. Desesperada, la cigarra fue al hormiguero a pedir alimento y refugio. La hormiga la miró con sorpresa y le preguntó: “¿Qué hiciste durante el verano?” —“Cantaba”, respondió la cigarra con tristeza. La hormiga entonces replicó: “¿Cantabas? Pues ahora baila”. Y cerró la puerta.
Esta fábula podría servirnos para evaluar el comportamiento fiscal y deuda públicas de las últimas décadas. Pero los vientos del norte ya comenzaron a soplar, anticipando lo que podría ser otro frío invierno para la economía chilena: el anuncio de tarifas de Estados Unidos para el resto del mundo.
Chile fue gravado con una tasa de 10%. Esto no suena tan grave: en el 2024, el mercado norteamericano representó el 15,7% del destino de todas las exportaciones chilenas. Además, de ellas, 5,9% fueron de cobre (que hoy en día continúa exento, aunque eso podría cambiar en cualquier momento). Eso quiere decir que la exposición total de Chile a los productos gravados sería, con los aranceles anunciados en el “Liberation Day”, de no más de 10%, lo que implica un incremento de los aranceles sobre las exportaciones totales de no más de 1%.
Sin embargo, más allá de la de los efectos directos, una potencial guerra comercial entre EE.UU. y China podría generar una desaceleración significativa de alguna de estas grandes economías (o ambas) y mayor incertidumbre, y, con todo ello, caídas en la demanda global y en el precio del cobre, nuevas depreciaciones del peso y desvalorizaciones de los activos financieros locales, de la mano con una actividad económica más débil. Esto de la mano con un mercado laboral más débil y menores utilidades para las compañías.
Estos vientos del norte nos llegan en mal momento. Desde el 2008, esta hormiga ha vivido un proceso de “cigarrización”: la deuda pública ha aumentado de niveles bajo el 5% del PIB a 41,7% para el cierre del 2024, acercándonos rápidamente al nivel prudente de deuda de 45% estimado por el CFA. Además, el Fondo de Estabilización Económica y Social contaba con US$ 3,6 mil millones al cierre del año anterior (poco más de 1% del PIB), cifra que desluce frente a los US$ 20,2 mil millones (o más de 10% del PIB de aquel año). Éste no sería el primer invierno de las últimas dos décadas, pero poco acumulamos en nuestros veranos.
¿A qué hormiguero vamos a ir a buscar refugio? Porque el invierno se aproxima y las hormigas escasean. Esperemos que el frío no sea tan crudo, y que aprendamos la lección de la fábula de La Fontaine, no por experiencia propia.
*El autor de la columna es economista jefe de LarrainVial Research
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