Por Gonzalo RestiniBack to the Future

Corre el año 2021. Usted está muy preocupado. Ya casi no duerme. Hace pocos días partió la Convención Constituyente, con los Pelao Vade, las Elisa Loncón y las Tía Pikachú dominando el paisaje. En sus desvelos, se le vienen a la cabeza imágenes de Maduro, de Jadue. Los super-ricos, amenazados con impuestos por todos lados, han partido rumbo a Miami, España o Uruguay. Después vendrían los ricos, los casi ricos y, por último, la gente común y corriente. Salen USD 30.000 millones para afuera. ¿Qué va a pasar con Chile?, se pregunta usted sin cesar. Qué ganas de conocer el futuro!… De encontrarse con Marty McFly, con DeLorean y todo, para saber cómo termina esto. Para marcar en el tablero el 9 de diciembre de 2025 y acelerar a fondo, con ganas de perderse lejos de esa pesadilla refundacional. Llegar al futuro y ver, al fin, qué había pasado…
Si lo hubiese logrado, habría llegado al centro de Chile: Plaza Italia, prácticamente normal. Pre-estallido casi, aunque más desordenada y con más ambulantes de acento extranjero. Usted se baja del DeLorean, camina y entra a un bar. Se sienta y ve que todos miran la televisión ensimismados. Era el debate presidencial: Kast vs. Jara. A él lo habría esperado. A ella no la conocía mucho. Le dijeron que era del PC.
Escuchó ansioso. Ahí estaban todas las respuestas! Qué había pasado con Chile, en qué había desembocado finalmente toda esa energía explosiva, esa idea de que había que enterrarlo todo, que todo era injusto, impresentable, indigno.
Por lo menos había elecciones, lo que ya era algo. Los candidatos, eso sí, se trataban mal. No se oían, se interrumpían. Pero escuchó más atentamente… y se sorprendió: no estaban tan en desacuerdo en el fondo. Kast decía más o menos lo que él esperaba, con matices, porque habían pasado cuatro años y la situación de seguridad parecía haberse deteriorado bastante, lo mismo que la inmigración.
Pero lo realmente alucinante eran las cosas que decía la candidata de izquierda. Para empezar, hablaba todo el rato de crecimiento. Y casi nada de desigualdad. Usted recordaba que, para la izquierda —al menos desde 2010—, el crecimiento le importaba un huevo. Había que redistribuir! Incluso en la Convención había quienes estaban fascinados con el “decrecimiento”, y hasta daban entrevistas en el diario para defenderlo.
Después, habló de bajar impuestos, al menos a las pymes. ¿Sería cierto? En 2021, Jadue planteaba recaudar entre 8% y 10% del PIB en una reforma tributaria. Y eran del mismo partido…
Siguió con una defensa cerrada de la inversión extranjera, nada que ver con los rechazos al TPP11, un supuesto caballo de Troya neoliberal. Usted se sobaba los ojos tratando de aclarar la vista, especialmente cuando la candidata habló de privilegiar una planta de hidrógeno verde por sobre la oscuridad de Paranal. No entendía nada. Tuvo que pedir un whisky para calmarse. Lo encontró harto más caro. Parece que la inflación había estado dura.
La candidata siguió rampante: habló de fortalecer a las policías, de 100 redadas, de cárceles. Trató a Sebastián Piñera de estadista. Usted no podía creerlo. De donde venía, se hablaba todos los días de refundar Carabineros y las FF.AA. La izquierda votaba sistemáticamente contra los proyectos para fortalecer el orden público. ¡Querían meter preso a Piñera! ¿Qué era esto?
De todo lo que escuchó esa noche, lo que menos entendió fue lo de las AFP. Según le explica el tipo de la mesa del lado, había habido una reforma previsional que aumentaba a 14,5 puntos la cotización administrada por las AFP. Y la candidata, que —según le reconfirmaron tres veces— efectivamente era del PC, defendió eso como un gran logro de su gestión como ministra. Pero si las AFP eran el diablo con corbata de donde usted venía! ¿Qué pasó con la Fundación Sol? ¿Con “No + AFP”?
Cuando la candidata del PC dijo que Maduro era un dictador, usted pensó que el whisky lo había afectado… Chile había enloquecido. Pero para bien, concluyó… Si todo esto era cierto, lo que no terminaba de creer, todas las ideas malas de la izquierda, enarboladas desde principios de los 2010, habían sido descartadas: El famoso “Nuevo Modelo”, de Atria; la injusticia del modelo neoliberal; el Estado y los impuestos como solución a todos los problemas; el empresario como explotador a combatir y regular hasta el infinito; los recursos naturales como una etapa inferior de desarrollo; la historia de los 30 años como una estafa.
Todo eso, todo lo que nos costó el estancamiento, el descarrilamiento del progreso, perder la única oportunidad de alcanzar el desarrollo. Todo lo que desembocó en el estallido y la anomia. Esas ideas parecían haber sido desechadas y abandonadas. Una capitulación completa. Decisiva. Final.
El debate termina. Usted se rasca la cabeza. Está exhausto, pero con un optimismo que no recordaba. Camina hacia el DeLorean. Quizás, piensa, hemos recuperado el consenso. El de la época de Frei y Lagos. Un consenso adulto. Pero la duda persiste: ¿Es convicción o simplemente oportunismo? Solo hay una forma de averiguarlo. Programa la máquina: 10 de diciembre de 2029. Y acelera, una vez más, a concho, directo a la Plaza Italia del futuro.
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