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Megaproyecto conservacionista: ONG compran hacienda de 133 mil hectáreas en US$ 63 millones en Cochamó

Empresario Roberto Hagemann terminó vendiendo la enorme Hacienda Puchegüín, de 133 mil hectáreas, a las organizaciones que hace siete años impidieron que llevara a cabo su proyecto de central hidroeléctrica. En una operación inédita en el país, estas ONG conservacionistas levantaron donaciones por US$ 78 millones para proteger para siempre esta zona, conocida por sus alerces milenarios, enormes paredes de granito y hasta poblaciones de huemules y pudúes.

Valle de Cochamó-Hacienda Puchegüín

El 1 de diciembre, tras cinco horas tramitando 17 escrituras en la 38° Notaría Láscar, el empresario chileno Roberto Hagemann y el representante de la Fundación Conserva Puchegüín, José Claro, pusieron fin a casi dos décadas de confrontaciones al cerrar la venta en US$ 63 millones de la Hacienda Puchegüín, un predio casi del tamaño de la Región Metropolitana situado en la comuna de Cochamó, al grupo ambientalista, con el fin de conservarlo.

Se trata de la pieza que faltaba para construir un corredor biológico de 1,7 millones de hectáreas de sitios protegidos que van desde Puyehue, por el norte, hasta Pumalín, por el sur, y que se suman al Nahuel-Huapi de Argentina.

“La vocación natural de este territorio es cuidarlo”, comenta José Claro, también presidente de la Fundación Puelo Patagonia.

La operación, que busca proteger para siempre estas 133 mil hectáreas de la Región de Los Lagos con bosques de alerce milenarios, una biodiversidad única y paredes de granito para escalada de clase mundial, no tiene precedentes en Chile, debido a su historia previa, un proceso único de organización y su final, en el que participaron algunas de las mayores ONG conservacionistas del mundo.

Porque en su esencia, la operación se cerró mediante un fundraising, es decir, un proceso de captación de fondos típico de las startups, que por primera vez se realiza en Chile para comprar una gran extensión de terreno con el fin de conservarlo, en el que participaron cerca de 1.500 donantes de 21 países.

Un modo distinto al tradicional en el que un solo gran comprador está dispuesto a adquirir predios con ese objetivo, como ocurrió con el estadounidense Douglas Tompkins en la Patagonia; Sebastián Piñera, en el sur de la isla de Chiloé, o el banco Goldman Sachs, en Tierra del Fuego.

100 años de herencias perdidas

Puchegüín es un predio, equivalente a un tercio de la comuna de Cochamó, que fue adquirido en la década de 1920 por siete socios, cuyas familias se fueron ampliando y desperdigando, por lo que muchos la abandonaron y sus títulos de dominio se perdieron en el tiempo.

Recién a mediados de los 2000, cuando el prístino lugar era descubierto como un destino especial por excursionistas y escaladores en roca -llamándolo incluso “el Yosemite de Sudamérica”-, Hagemann y su socio Luis Ignacio Muñoz hallaron un potencial de negocio forestal, energético y turístico. Hagemann es un empresario conocido por vender la mina de oro La Coipa a una multinacional y la Hacienda Castilla en Atacama al magnate brasileño Eike Batista.

En 2007, Hagemann encargó al abogado Luis Alberto Aninat la compra del predio. El proceso que costó 15 años, puesto que debían “reconstituir un siglo de historia legal” para hallar a todos los herederos de derechos de esos siete propietarios originales para convencerlos de vender. “Encontramos a uno en un pueblo al sur de París; y a otro que vivía como indigente en Casablanca”, cuenta Aninat. De ese modo, fueron constituyendo derechos y comprándolos poco a poco hasta 2022, cuando pudieron delimitar el predio y constituirlo como tal.

Entremedio, en 2008, Hagemann había comprado los derechos de agua del río Manso, un curso que cruza el predio cerca de la frontera con Argentina. En 2011, oficializó su plan de construir una central hidroeléctrica de pasada de US$ 400 millones en ese río junto con José Cox, Ricardo Bachelet e Ignacio Guerrero, exsocios de Sebastián Piñera en CMB Prime.

Este proyecto crispó los ánimos en la zona, tanto para las comunidades vecinas como para visitantes asiduos. Por ello, organizaron la Fundación Puelo Patagonia, liderada por Claro, para impedir la construcción de la central, puesto que creían que ponía en riesgo la biodiversidad y el desarrollo turístico de la zona. En medio de protestas y un duro camino judicial, en diciembre de 2017 la Corte Suprema puso fin al proyecto al confirmar la revocación de la licencia ambiental que había obtenido en 2014, pero que el Tercer Tribunal Ambiental había objetado en 2016.

Tras el triunfo judicial, la fundación inició los trámites para convertir los valles de Cochamó en santuario de la naturaleza.

Cochamó, marca Patagonia Chile RMANNS

La oportunidad de una subasta global

Con el fracaso de su proyecto a cuestas y la presión ambientalista, Hagemann -controlador con un 80%- y Muñoz -con el 20%- pusieron el predio en el mercado en 2018. El estallido social y la pandemia los obligaron a paralizar su esfuerzo.

En diciembre de 2021, volvió a la carga al incluirlo en el catálogo de la casa de subastas Christie’s en un precio de US$ 150 millones.

Nuevamente fue una voz de alarma para las ONG. Y una oportunidad. “Nos despertó la preocupación de que pudiera llegar un nuevo propietario sin mentalidad conservacionista y sin conocimiento ni respeto por el territorio y sus comunidades”, dice Andrés Diez, director ejecutivo de Puelo Patagonia.

En paralelo, la inmobiliaria chilena Activo Austral pretendía lotear 79 parcelas en 309 hectáreas situadas junto al sendero principal que lleva al valle. La ONG local vio la opción de adquirir este terreno de manera de impedir el loteo. Invitaron a Freyja Foundation, con sede en Bermuda, cuyos fundadores visitaron la zona en octubre de 2022 y decidieron adquirir la propiedad para evitar su parcelación.

Este antecedente alentó la idea de un proyecto mucho mayor: comprar Puchegüín... pero sin tener un dólar.

Junto a Freyja Foundation empezaron a buscar a otras ONG dispuestas a colaborar. Pero esta vez tenían que ser mayores. Trajeron a directivos de la suiza The Wyss Foundation, sin compromiso. Se maravillaron con el lugar y les pidieron una propuesta. En seis meses, Puelo Patagonia presentó un documento de 140 páginas, con antecedentes biológicos, sociales y económicos, y la idea de una campaña de fundraising que apoyaría la compra. Wyss aportó los US$ 15 millones iniciales.

“El valle de Cochamó es uno de los lugares más impresionantes del planeta y su protección es una victoria para el pueblo chileno, la vida silvestre y el planeta”, dice Molly McUsic, presidenta de Wyss Foundation.

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Wyss les sugirió incorporar a The Nature Conservancy, que también se sumó, y a la marca de ropa deportiva Patagonia, a través de su fundación Holdfast Collective. “La conservación de Puchegüín se alinea mucho a nuestra misión: conservar grandes extensiones de bosques para combatir la crisis climática”, explica Macarena Sánchez, directora de Comunicación y Medio Ambiente de Patagonia Chile.

En enero del 2024, mientras tanto, la idea había recibido un nuevo soporte. El gobierno declaró el valle de Cochamó como “santuario de la naturaleza”, lo que ponía trabas a eventuales desarrollos.

Con estas espaldas, semanas después pidieron una reunión con el vendedor para ofrecerle adquirir la propiedad. Pero no al precio que deseaba. Sabían que se trataba de un predio difícil de vender, que llevaba dos años sin comprador. Ofrecieron US$ 63 millones.

“La primera reunión no fue la mejor. Había catarsis que hacer por el pasado”, recuerda Claro. Otro testigo cuenta que “el ambiente se cortaba con cuchillo”. “Ya en la segunda reunión, cambió el tono. Con una muy buena visión, Hagemann dijo que respecto al pasado no se podía hacer nada y vio esto como una oportunidad para el futuro”, agrega.

El empresario aceptó el pago de una reserva de US$ 2 millones y les dio un plazo de dos años, ampliable a tres, para pagar el total. Pasaban así de enemigos irreconciliables a socios de negocios. “A lo largo de los años, hubo varios interesados, casi todos vinculados a la conservación. Aquí (Hagemann) vio a una institución seria y eso es lo que evaluó para decidirse”, cuenta Aninat, abogado del vendedor.

Con este acuerdo, en abril de 2024 lanzaron su campaña de recolección de fondos. Para ello, formaron una nueva fundación llamada Conserva Puchegüín. Para materializar el plan, encargaron un due diligence y recibieron la asesoría de Sebastián Avilés, abogado de Moreno Sáez Avilés, y para la estructura corporativa de la fundación apoyó Francisco Ugarte, de Carey.

Con la colaboración de las fundaciones iniciales, contactaron a organizaciones, filántropos e incluso deportistas extremos de todo el mundo, incluyendo Chile. Pero la idea era no sólo recibir grandes aportes. “Realizamos invitaciones y trajimos gente a conocer el lugar. Pero la idea era que no solo fueran millonarios, sino personas comunes, que pudiesen aportar desde $ 10 mil”, cuenta Diez.

Entre los donantes chilenos se encuentran, por ejemplo, Paola Luksic y su familia, Bernardo Matte Izquierdo, la familia Del Río Álamos, Juan Claro, Arístides Benavente, la familia Justiniano Briones y Madeline Hurtado.

“Decidimos proteger este maravilloso lugar en Chile, porque creemos que la conservación y el desarrollo pueden avanzar juntos. Esta futura área protegida nace para resguardar tierras, vegetación y fauna extraordinarias, pero también para abrir oportunidades a las comunidades locales, impulsando emprendimientos y nuevos caminos de crecimiento”, comenta Lucy Ana Avilés, de la fundación Viento Sur, otra donante.

Desde el exterior, aportes relevantes provinieron también de la James M. Cox Foundation, Horizon Foundation, Bobolink Foundation y Alerce Fund.

Como anticipo de lo que vendría, en agosto habían descubierto una población de huemules en el predio, donde ya había pudúes y ranitas de Darwin.

Y así, este mes lograron reunir la meta de US$ 78 millones. Los US$ 63 millones con los que le pagaron a Hagemann y Muñoz, y otros US$ 15 millones que será un fondo con cuyos intereses se financiará la administración de lo que será el parque Puchegüín.

El siguiente paso será finalizar el plan de conservación y llevar a cabo el proceso de zonificación participativa para permitir usos sostenibles, trabajo que aportará al diseño de un Derecho Real de Conservación, para lo cual tienen un plazo de tres años. La idea es que un 80% del predio sea de conservación y el 20% restante, de uso múltiple, donde vivirán y trabajarán las comunidades, que se dedican a la agricultura, la ganadería y el turismo. Y la idea es que en siete años, en 2032, esté consolidado y avanzado para entregarlo al Estado como un parque en funcionamiento que se integre la red de parques nacionales, cuenta Diez. “Estamos poniendo la primera piedra de un proyecto de largo plazo, este es un proyecto de 100 años al menos”, añade José Claro.

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