Por Alejandro JofréSilent Hill f: terror botánico y mecánicas Souls-lite en el Japón de los 60
Escrito por Ryukishi07, el título de NeoBards y Konami reinventa la franquicia sustituyendo el óxido por un perturbador “horror botánico” rural. Aunque su atmósfera y la música de Akira Yamaoka brillan con fuerza, el juego es un regreso imperfecto pero fascinante donde la belleza es la forma más cruel del miedo.

En el Japón de los años 60, la niebla no huele a óxido industrial. Al encender la PlayStation 5, la humedad ya no brota de las alcantarillas de Pensilvania, sino de los arrozales de Ebisugaoka, un pueblo japonés ficticio donde se ambienta la historia.
Bajo la batuta narrativa de Ryukishi07 -el arquitecto del trauma en las novelas visuales-, Silent Hill f se despliega no como un videojuego, sino como una herida que florece.

El estudio taiwanés NeoBards Entertainment ha tomado un riesgo calculado. Al abandonar el canon occidental de la franquicia, por así decirlo, construyen un horror botánico donde el diseño de criaturas de kera brilla con una repugnancia estética en 4K.
Sin embargo, el control DualSense transmite una fricción que no siempre es narrativa: el combate, con aspiraciones de Souls-lite y gestión de resistencia, se siente a ratos tan torpe como una pesadilla de la que no se puede correr.
En rigor, Silent Hill f toma prestadas varias ideas de los juegos Soulslike/Souls-lite (ritmo lento, castigo a la impaciencia, gestión de recursos), pero no llega a la profundidad ni a la coherencia de diseño de un buen Souls-lite; se siente más como un survival horror híbrido con un delicado barniz “Souls” encima.
La cámara, traicionera en los pasillos estrechos y el combate contra enemigos grandes, pelea más contra el jugador que los propios monstruos florales. Pero es en la pausa donde el título de Konami respira.

Horror japonés rural
La adolescente Hinako Shimizu no es una soldado, sino una víctima en un diorama de terror y folclore rural. La exploración en Ebisugaoka crea un “sentido de lugar” único, con detalles culturales auténticos que envuelven al jugador, en partes iguales, en paranoia y belleza perturbadora.
La atmósfera sonora del compositor Akira Yamaoka lo envuelve todo, espesa, es lo mejor del juego, confirmando que aunque la mecánica rechine, el espíritu de la colina silenciosa sigue intacto.
No es el Silent Hill que se recuerda, es el que se necesitaba: uno donde la belleza es la forma más cruel del miedo. Un regreso imperfecto, pero dolorosamente vivo. Disponible en PlayStation 5, Xbox Series X/S y PC.
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