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“¡Ya no soporto a la polola de mi señora!”

¡Ya no soporto a la polola de mi señora! Riska

Pablo, cliente ficticio de cincuenta años, llega a consulta con un objetivo claro y preciso: “No puedo hacer nada. Necesito hablar si sigo callado, enloquezco”. Esas fueron sus primeras frases antes de hundirse y desarmarse en el sofá.

Disculpa Sebastián, no sé cómo explicarte lo que ha pasado (silencio). En fin. No le voy a dar más vueltas y partiré por el titular… no me banco a la polola de la Pili… (silencio).

No entiendo…

Lo que escuchaste. ¡Ya no soporto a la polola de mi señora!

Si te sigo bien, estás casado con Pilar. Y Pilar está pololeando con una mujer.

¿Es una locura no? No sé qué hacer, pues la Emily es parte de la familia. Mis hijos la aman y temo que entre ella y yo… no hay mucho donde perderse.

¿Cómo así?

Tengo cincuenta años recién cumplidos y me veo y me siento de sesenta. La Pili cumple cuarenta y parece de treinta. Y la Emily, que tiene treinta, ni te explico lo mina que es…. Y mis hijos, que tienen ocho, seis y cuatro años la aman…

Te sigo

Qué difícil hacer un resumen. Mira, me casé con Pili a los cuarenta… La conocí cuando tenía veinticinco años y vino a hacer la práctica con nosotros. En ese entonces, con mis tres mejores amigos de la Escuela, nos estábamos consolidando como un estudio boutique. Los cuatro veníamos de grandes oficinas… y como no nos interesaba ser socios de weones tan lateros … armamos nuestro cuento y nos empezó a ir muy bien. Nuestra vida era trabajar y carretear… No te voy a mentir, lo pasábamos la raja, pero la llegada de la Pili al estudio coincidió con un bajón mío. Ese estilo de vida me pasó la cuenta y aunque nunca estuve enamorado de ninguna, me dolió la última ruptura (silencio). Se que suena mal, pero me dio lo mismo la mina, lo que me cagó la onda es que a mis treinta y cinco años estaba totalmente consolidado en la pega…

¡Ya no soporto a la polola de mi señora!

Y no en el amor…

Exacto. Siempre estuve con mujeres guapísimas, pero después de la calentura inicial, prefería seguir webeando con mis amigos... De tanto en tanto me portaba mal. A veces me hacían escándalo, otras no. Me importaba poco, solo que en esta última oportunidad ya no podía esconder que me sentía solo. Tenía el medio depa, tenía todos los juguetes que te puedas imaginar, viajaba todo el rato, cambiaba el auto apenas me calentaba otro… pero cuando iba a almorzar donde mis viejos, me sentía como la callampa …

¿En ese contexto aparece la Pili?

Llega una pendejita de la Católica. Preciosa, pero muy monja y para que te cuento el pololo gremialista. Básicamente no la pesqué mucho, pues entre la pega y el webeo ni la vi. Pero como los dioses se ríen de nosotros, los dos terminamos nuestras respectivas relaciones al mismo tiempo… Ella muy digna y yo un idiota. No quería nada con nadie, me enojaba por todo y dejé de salir después de la pega con mis socios. Básicamente me quedaba encerrado en mi oficina… hasta que una noche la Pili me tocó la puerta y me preguntó si necesitaba algo… Le iba a responder una brutalidad, pero me contuve y la invité a tomar un té a la sala de reuniones… partiendo así, como dirían en las películas, una linda amistad…

¿Cuánto duró la amistad?

Era muy chica, muy linda, muy ingenua. Me contaba del papanatas con el que había pololeado desde cuarto medio y yo la hacía reír con mis relaciones superficiales y caóticas. Nos pasamos casi un año en esta suerte de terapia y Ricardo, mi mejor amigo, me hizo notar que llevaba mucho tiempo fuera de las pistas y que solo se le ocurrían dos opciones… o te volviste maraco o estai enamorado de la pendeja… En ese momento me cagué de la risa, pero por dentro me aterroricé. Tanto así que dejé de pescar a la Pili y empecé a retomar mi gimnasia de soltero…

¿Resultado?

Iba al gym cero motivado. Me daban lata las conversaciones entre máquinas y solo aguantaba trotar con la música fuerte. Salir a bares con mis amigos se me hizo cuesta arriba pues no me bajaban del columpio. Y cuando finalmente me animaba a salir con una mina, agonizaba en la silla esperando volver a mi depa para pensar tranquilo… en la Pili...

Te enamoraste…

Primera y única vez. Y ahora temo no haya más, pues a mis cincuenta la diferencia de edad se nota... (silencio). En la pega no hay problema, soy socio fundador y como buen abogado, estoy lleno de chapitas, logros y apariciones en los rankings y prensa. Además, ya tenemos de vuelta un ejército de minions que nos hacen la pega… El problema es con la Pili y los niños… pues te va pillando la máquina… y la sorpresa me pilló achanchado…

¿Emily?

Puta… sí… Mira… me alargué mucho… ¿te puedo pagar el mes por adelantado? Mejor aún… ¿Te puedo pagar dos sesiones y me atiendes dos horas seguidas?

Tengo otra persona a esa hora…

Filo, voy al grano. Después de un par de años de webeo, dudas y sufrimiento, me puse a pololear con la Pili, pero era tan correcta la pendeja que lo hizo bajo la condición de que iba a renunciar y se iba a otra pega. ¿A dónde? Puta, ya tenía lista una pega de abogada en una transnacional… La peleé un poco, pero se fue… No sé… ahí me dio una webada media controladora. Básicamente quería que estuviera conmigo y la pasé mal viéndola tan contenta con su nueva pega…

¡Ya no soporto a la polola de mi señora!

¿Celoso? ¿Posesivo?

Las dos, pero fingía bien y me la comía, mientras ella estaba en llamas. Todos los días conocía gente nueva, viajaba, tenía comidas, eventos… ya no me necesitaba… ya no dependía de mí y me bajaron todas las inseguridades… Así que le pedí matrimonio… (silencio). Fue tema para todos. Mientras mi familia me felicitaba, mis amigos no podían creerlo. Mi viejo me pedía que fuera serio y no las cagara, Ricardo… que lo pensara bien y mi mamá quería nietos. En el estudio preparaban mi funeral y me webeaban con que iban a invitar a mis exes para que escuchara sus palabras desde el cajón. Mis hermanas chicas querían sobrinos y mis amigas explicaciones. ¿Por qué ella? ¿De verdad te vas a amarrar a los cuarenta? ¿Te hiciste la vasectomía? (largo silencio).

¿Pasó algo?

Me cansé y me angustié de solo recordarlo… En fin, me casé por el registro civil y por la iglesia… Fue una locura… Luna de miel… arrendamos una casa… volvimos a la pega y aún así seguía inseguro, pues la Pili pasaba más y más rato con sus nuevos amigos… En una de mis bajezas, intenté convencerla de que volviera al estudio, ahora como socia, para que me ayudara… No quiso y me azotó con el Compliance… y para que cachis lo troglodita que puedo llegar a ser… empecé a webearla con que quería tener un hijo. La Pili se emocionó y a los dos años de casados nació Simón… dos años después Rosario… dos años después Ignacio… Y nada… no sirvió de nada…

¿Qué falló?

Juraba que la maternidad iba a calmar a la Pili, pero lo único que hizo fue destruirme. Físicamente me reventé. Entre medio de las guaguas hubo estallido y pandemia. Fueron años difíciles en la pega… tuvimos que despedir a varios minions y los socios tuvimos que sacar a flote este barco que hacía agua por todos lados (silencio). Lo logramos, la Pili quedó embarazada del tercero e hicimos tilt. Para salvar el matrimonio, fuimos a terapia de pareja y llegamos a ciertos acuerdos para que yo dejara de ser un neardenthal. No me preguntis como acepté esta webada, pero la psicóloga era enferma de feminista y se turnaban con la Pili para azotarme por cavernícola. En nombre del patriarcado, accedí a cambiar mi forma de trabajar y empecé a quedarme en la casa para poder cumplir con los turnos escolares. Al principio fue un caos invertir los roles, pero cuando le agarré la mano a la rutina me empezó a gustar esto de trabajar desde la casa, manejar mis tiempos, hacer los turnos, almorzar con ellos… Weon, a los 46 años, ya estaba declarado un viejo de mierda, una suerte de jubilado a cargo de los nietos, con ciática, dependiente del omeprazol y adicto a las pastillas para dormir (silencio). Y a mi lado una flamante gerente legal de treinta y seis años, embarazada y secretamente enamorada de Emily…

El psicoanalista Gabriel Rolón afirma -en su libro La Felicidad- que una de las estrategias más clásicas para buscar la felicidad es volver a la “vivencia primaria de satisfacción”, fantasía que busca reproducir -en una relación adulta- la satisfacción que experimentamos de niño con nuestras madres.

De esa brecha -entre lo que se espera y lo que se encuentra- surge el deseo, fuerza que nos empuja a ir tras lo inalcanzable, pues nunca podremos reencontrarnos con esa vivencia primaria de satisfacción. Nada la iguala, nada la reemplaza y solo nos queda habitar el mundo del lenguaje y reconocer que esa vivencia se ha perdido para siempre. ¿Podrá Pablo lidiar con esta pérdida?

Por esta razón Luciano Lutereau señala que, con los años, muchos hombres deserotizan la relación con sus parejas, pues esta se empieza a parecer a la que se sostuvo con la madre. Así, la sexualidad masculina tiende a replegarse y a cerrarse sobre sí misma, resultando una dinámica en que el hombre se aleja de la pareja o la usa -como diría este autor- como mero instrumento de placer solitario.

A este complejo escenario se suma Emily, figura que irrumpe y agita la tempestad debajo del calmo mar que parecían navegar Pablo, Pilar y sus tres hijos. A esta altura, solo cabe preguntarse si este matrimonio podrá salir adelante y si Emily se integrará o será excluida.

Continuará…

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