
Las últimas semanas de Francisco Albornoz
El homicidio del técnico en farmacia encontrado en un barranco de la Sexta Región no sólo ha revelado una trama de sexo casual y drogas químicas, sino también la soledad de un hombre de 21 años que lo llevó a correr riesgos por confiar demasiado en desconocidos.

Francisco Albornoz (21) estaba contento. Era noviembre de 2024 y hacía un par de semanas se había ido a vivir solo a un departamento cerca del Metro Santa Ana. Era un sueño que perseguía hacía meses.
Valentina Coronado (28), su hermana, lo acompañó en el proceso. Habían vivido juntos hacía poco. Coronado comenta que no tienen el mismo apellido porque Francisco era adoptado.
-Él llegó bebé, a los cinco años. Su mamá era drogadicta y vivía en situación de calle. Mi papá ayudaba en casas de apoyo a personas en situación de calle y la conoció a ella. Tenía a Francisco y estaba embarazada de otra guagua también. Su papá biológico nunca lo reconoció.

Julio Coronado lo llevó a vivir a la casa familiar en La Pintana. Allí, Albornoz creció con Elizabeth, su hermana mayor; Valentina; su padre y su madre adoptivos, y su abuela.
Coronado recuerda que siempre fue un niño alegre, pero también inocente. Sufría bullying en el colegio.
-Lo molestaban porque no tenía papá. Yo lo defendía mucho. Les decía: él tiene familia y somos nosotros.
Ese acoso escolar se acentuó aún más después.
-El colegio nunca fue una etapa buena para él. Había compañeros que lo querían, pero otros siempre lo molestaron. Es que era muy indefenso el Fran -dice-. Lo molestaban también porque era amanerado. Pero él asumió a los 17 años que era homosexual abiertamente. Siempre se mostró como era.
Después de egresar del colegio, Albornoz sacó el título de técnico en farmacias en el Inacap. La carrera duró dos años y medio. Al egresar, fue un buen momento para él, dice Coronado. Al tiempo, apareció con la idea de vivir solo.
Dos años atrás, Albornoz, con 19 años, conoció a través de Instagram a Leonardo Rivera, un corredor de propiedades de entonces 40 años:
-Era notoria la diferencia de edad, pero me hice amigo de él porque me dijo que quería surgir en la vida. Me contó que estaba estudiando técnico en farmacia. Y se nota cuando una persona tiene garra. Y nos empezamos a ayudar entre los dos.
En ese tiempo, Albornoz consiguió un trabajo atendiendo una farmacia a la salida del Metro Manquehue. Rivera dice que no era raro que hiciera turnos extras, incluso en otras sucursales, para poder ganar más dinero. Rivera le consiguió a Albornoz un departamento. A ese, se fue a vivir con Gonzalo Ortiz, un roommate. Con el tiempo se creó un grupo de amigos en torno a Albornoz: entre ellos, Isaac Verdugo, uno de sus amigos de infancia. Todos tenían alrededor de 20 años, menos el corredor de propiedades.
-Francisco pasaba más acá que en su casa -dice Rivera-. Cuando volvíamos del trabajo, nos juntábamos. Hacíamos una vaca y comíamos completos o pizza. Veíamos películas. Ellos siempre conversaban de los realities, de la farándula.
Rivera afirma que también salían de noche: iban a discotecas en Bellavista o a fiestas en el Teatro Caupolicán.
-Pero éramos muy tranquilos. Tomábamos para compartir. Y a Francisco yo nunca lo vi curado. Es que él era delicado del estómago. Por eso también era regodeón con las comidas.
Lo último que supo Coronado de su hermano fue cuando él visitó la casa familiar el jueves 22 de mayo. Ella no estuvo, pero supo que se había cortado el pelo. Él quería ver a su sobrino también. Lo último que compartió en WhatsApp fue una lista de remedios para la diabetes que necesitaba su madre. Esa misma noche Rivera llegó con ganas de celebrar por un negocio que le había salido. Los juntó a todos y a Albornoz le ofreció pisco sour. Él le respondió que no estaba bebiendo alcohol desde hacía un tiempo.
El viernes 23 de mayo, Albornoz les comentó a sus amigos que iba a salir.
-Él no dijo que iba a carretear. Dijo que iba a juntarse con unos amigos- dice Coronado.
Rivera tiene otro recuerdo.
-Los chicos me comentaron que él les dijo que iba a un carrete con un amigo. Pero no le dijo a nadie con quién se iba a juntar. Ni nos dijo dónde.
El sábado 24, a las 9 de la mañana, a Rivera le llegó un mensaje. Era Isaac Verdugo, el mejor amigo de Albornoz.
-Me preguntó: ¿Sabes algo de Francisco? Anoche no llegó a la casa. No responde las llamadas. Y no sé si fue a trabajar o no.
Ahí, un escalofrío les recorrió a todos: su amigo estaba desaparecido.
Rivera dice algo que fue clave en la búsqueda de Albornoz: en el grupo de amigos siempre se compartían sus ubicaciones en tiempo real a través de sus iPhone. La del técnico farmacéutico salía apagada desde las 23 horas del viernes, en una dirección en Irarrázaval, entre Diagonal Oriente y Plaza Egaña.
Esa tarde, sus amigos fueron a Carabineros a poner la denuncia. Pero en la comisaría les dijeron, recuerdan Rivera y Coronado, que aún no era posible ponerla: que había que esperar 48 horas.
El lunes 26 de mayo, entre todos comenzaron a imprimir afiches y a pegarlos en las zonas por donde sabían que Albornoz se pudo haber movido: cerca de su casa, alrededor de la farmacia donde trabajaba en Manquehue y cerca del edificio donde marcó su última ubicación, en Irarrázaval. Esto fue clave, dice Coronado. A los días, un médico de nacionalidad ecuatoriana, llamado Christian González, se presentó ante la Fiscalía Local de Ñuñoa acompañado de su abogado, Gabriel Solorzano. Lograron hablar con la fiscal jefe. Ante su mirada atónita, en el segundo piso del edificio, les dijo que sabía del paradero de Albornoz.

Popper y cocaína
La Brigada de Ubicación de Personas de la PDI tomó el caso el jueves 29 de mayo, seis días después de la desaparición de Albornoz. La inspectora de la unidad, Tabita Uribe, comenta que empezaron a juntar cámaras de seguridad. Así, vieron cómo Albornoz tomó el ascensor de su edificio y se dirigió a juntarse con otra persona, un chef llamado José Miguel Baeza. Esa noche del 23 de mayo, Albornoz aparecía comiendo en una pizzería en Irarrázaval con Diagonal Oriente con el chef.
Ambos fueron detenidos. Y con la incautación de ambos celulares se dieron cuenta del trasfondo de la desaparición de Albornoz.
-La víctima cada cierto tiempo tenía encuentros con personas a través de aplicaciones de citas, como Grindr. Pero también nos dimos cuenta de que se utiliza la red X, Tinder o Instagram para concretar estos eventos. Fue a través de estos encuentros sexuales que Baeza, apodado en esas redes como “Kai”, conoció a Albornoz. También a través de Baeza fue que Albornoz conoció a González, quien se apodaba en ese círculo sencillamente como “Médico”.

Según la inspectora, el compañero de departamento de Albornoz sabía que el técnico farmacéutico salía a estos encuentros casuales. Ninguno de ellos tenía antecedentes policiales.
-Aprovechaba cuando su compañero salía a visitar a su familia en Peñaflor, también, para tener estos encuentros en su departamento en el centro -comenta la inspectora-. Francisco empezó a frecuentar esto luego de una ruptura con una pareja a principios de año.
En los teléfonos incautados en la Fiscalía se dieron cuenta de que mucha información había sido borrada. Cuando la PDI llegó al departamento de González, también había sido limpiado y el auto, lavado. Según una fuente policial, en el domicilio encontraron una gran cantidad de psicofármacos y antidepresivos.
-Lo que sus amigos como Isaac me comentaron fue que en esos encuentros había presencia de drogas como popper -asevera la inspectora Uribe-. Pero que Albornoz no consumía cocaína. Tampoco mencionaron otras drogas. Que Francisco no tomaba alcohol, porque le caía mal. Pero sí mencionan el popper.
Popper es el nombre popular del nitrato de alquilo, un compuesto químico usado en prácticas sexuales y en fiestas. Es un líquido voluble que, al ser aspirado, genera vasodilatación, euforia y aumento del placer sexual.
Lo que pasó esa noche entre ellos es un misterio. Solo existe una versión oficial: la de la declaración del médico González. Dijo que conocía al chef Baeza a través de Grindr y que tuvieron relaciones sexuales. También dijo que Baeza tenía una fantasía de estar con alguien más joven. Que quería hacer un trío. Luego, Baeza le mostró el rostro de Albornoz, que tenía 25 años. Los invitó a los tres a su departamento en Ñuñoa. González también declaró que el chef llevó cocaína y limones. Compraron cuatro bolsas de cocaína por 35 mil pesos.
Según González, entre los tres consumieron cocaína y popper mientras mantenían relaciones sexuales. Le dijeron también a Albornoz que iban a usar “un polvo que lo iba a anestesiar”.
Luego, dijo el médico, Albornoz “(se sintió) muy mal, muy mareado, con las manos heladas y moradas”, y vomitó en el baño. Se recostó en su cama y convulsionó. No le sintió pulso. Lo reanimó durante 20 minutos, sin éxito.

El médico luego dice que Baeza fue el de la idea de ocultar el cuerpo. Según la defensa de Baeza, que recayó en la Defensoría Penal Pública, es todo lo contrario.
La inspectora agrega algo a esto. Sale de una declaración informal de Baeza cuando fue detenido.
-El chef Kai menciona que tiene un amigo carabinero. Y que cuando lo ven muerto a Albornoz, le dice que ese amigo los puede ayudar. Pero el médico, dice Baeza, respondió que no, porque me vas a cagar la vida y la carrera.
Las últimas imágenes que recolectó la investigación, dice la inspectora Uribe, muestran que el médico bajó a las cuatro de la mañana a su bodega a sacar dos maletas, una de 23 kilos y otra más pequeña. Luego, se les ve en el estacionamiento del edificio a ambos, con el cuerpo de Albornoz envuelto en un cubrecama sobre un carrito de supermercado.
Pasadas las cinco de la mañana, se ve el auto del médico salir rumbo a Irarrázaval.
-Dieron vueltas durante cinco horas por Santiago, por todo el anillo de Américo Vespucio, sin una secuencia lógica -plantea Uribe-. Las antenas que captaron el celular de Francisco marcaron La Pintana, San Ramón, Las Condes, Huechuraba, Conchalí. Como que no sabían qué hacer.
La inspectora detalla que una de las ideas que pasó entre ellos fue botar a Albornoz en La Pintana.
-Ellos sabían que era de La Pintana. Y querían dejarlo en la calle y que pasara como por una borrachera.
La idea de tirarlo al río tampoco tiene un ideólogo claro.
-No está acreditado aún. Porque si bien José Miguel Baeza es de Codegua, en la Sexta Región, el médico también trabajó allá antes de trabajar en un consultorio de Ñuñoa.
Una vez que Baeza y González llegaron a la Región de O’Higgins pasaron a una cadena de ferreterías a comprar sogas. Pagaron, desde ese momento, todo en efectivo.
Chemsex
A raíz de la declaración del médico, el 3 de junio apareció un cuerpo que calzaba con la descripción de Albornoz. Estaba en un barranco de 40 a 50 metros de profundidad, en la ribera del río Tinguiririca, a 12 kilómetros desde San Fernando a la costa, en un sector llamado Lo Moscoso.
-Hubiera sido muy difícil encontrarlo sin esa declaración- dice Uribe. Es un lugar agreste, con muchos matorrales. Una persona sin equipamiento no puede hacer un descenso. Nosotros bajamos con cuerdas y machetes.
Lo que encontraron abajo fue el cuerpo envuelto en un cubrecama.
-No tenía lesiones atribuibles a terceros en esa primera inspección visual en el lugar. No tenía cortes, ni lesiones visibles. La Brigada de Homicidios de Rancagua y el Servicio Médico Legal luego descubrieron una fractura de cráneo post mortem. Es decir, ya estaba muerto cuando ocurrió esa fractura. Cuando lo lanzan se encontró esa fractura. Pero el SML también encontró un TEC cerrado, que es antemortem.
El examen toxicológico y la autopsia están pronto a arrojar sus resultados.
-No se descarta que haya muerto por sobredosis. Aún no es descartable- dice Uribe.
La subprefecta de la BRIUP, Tatiana García-Huidobro, extiende esta idea.
-Según la autopsia, el cuerpo presenta un golpe. Tiene un TEC cerrado, sin heridas visibles. Eso puede ser porque fue golpeado, o que cuando cae desde la quebrada se haya golpeado. Pero el golpe que tiene es antemortem. Por eso, la hipótesis de que cuando lo lanzaron a la quebrada puede aún haber estado con vida, quizás con signos vitales bajos. Pero la lesión que tiene es antemortem. Y la causa de muerte es la lesión. El SML arroja un informe válido, que dice que la causa de muerte es el TEC.
La persecutora Rossana Folli, de la Fiscalía Oriente, tomó el caso. Luego de la audiencia, declaró que la muerte de Albornoz se produjo por un golpe en el departamento, y que descartaban la tesis de la sobredosis.
“Es posible establecer que la lesión y los golpes que recibe Francisco se producen al interior del departamento ubicado en la comuna de Ñuñoa”, dijo.
Luego de arrojar el cuerpo, González dejó a Baeza en la casa de su mamá en Codegua. En esa maleta iba ropa de Baeza y González, sin ropa de Francisco, quien fue arrojado con la misma ropa con la que salió de su casa. Cuando la policía llegó a la casa de Baeza, encontraron una fogata apagada, donde se quemó esa ropa.
-Baeza declaró informalmente esto: que el médico me pidió que quemara la ropa. Dijo lo mismo del teléfono de Francisco -relata Uribe-. Ellos pasaron a un servicentro, compraron papas fritas en tarro, y en ese tarro echaron el celular de Francisco y lo prendieron. Se consumió y continuaron con su trayecto. El teléfono no fue recuperado.
El defensor penal público de la Defensoría Metropolitana Norte, Juan Ignacio Prieto, asumió la defensa de Baeza.
-Estamos preocupados por su condición de salud, ya que tiene cáncer al colon en remisión, lo que lo hace requerir el uso diario de bolsa de colostomía, lo que es más complejo al estar privado de libertad- señala el abogado.
El defensor de González asegura que este es un médico sin antecedentes que actuaba como tutor de internos de Medicina. Que a pesar de verse envuelto en el caso, declaró, entregó su celular. Y que, pudiendo haberse fugado del país, mostró arrepentimiento y colaboró abiertamente con la investigación.
Según la mirada policial, esto se vincula al fenómeno del chemsex: encuentros sexuales principalmente entre hombres que consumen una alta cantidad de droga para incrementar el placer sexual.
Eva Morales y Monserrat González son psicólogas de la Universidad de Chile. Para su tesis de titulación trabajaron en conjunto con la organización Acción Gay. La idea era caracterizar el fenómeno del chemsex en Chile. Las psicólogas dicen que se pronuncia “quemsex”, porque es la contracción de Chemical Sex.
Lo que descubrieron fue que el chemsex son juntas que pueden ser de dos personas o masivas, de hasta 30, donde hay relaciones sexuales libremente entre todos los participantes. Por lo general, existe policonsumo de drogas en estas fiestas.
-Lo que buscan es maximizar el placer y meterse en esto sin prejuicio ni vergüenza. Las más utilizadas son el alcohol, el popper y la marihuana. Pero también cocaína, pastillas y viagra -dice Morales-. En menor medida, metanfetamina inyectable.
González añade que hay riesgos para la salud al mezclar muchas drogas.
-Suele haber mucha cocaína y drogas inhalables. Eso causa disfunción eréctil. Y si las mezclas con viagra, eso puede provocar infartos.
Pero todo ese fenómeno no le hace sentido a Coronado.
-Estuve leyendo sobre el tema. Y yo creo que a mi hermano lo drogaron. Es que él no consumía drogas. Si yo supiera que él consumía, podría decir sí, a lo mejor consumió. Pero él no consumía, y había mucha droga en el departamento. Entonces, todo es muy raro.
Coronado dice que hay cosas que sí son claras.
-Él fue por su voluntad a ese departamento. Y él se iba a juntar con uno de ellos por lo menos, con el chef. Pero no sé si con los dos. Y sobre comer pizzas con alguien: eso no es una amistad. Mi hermano es demasiado confiado. Él cree que la gente no le va a hacer daño. Es muy inocente.

La familia y amigos de Albornoz han estado haciendo rifas y levantando dinero para costear el funeral y un abogado penalista, que esperan que ayude a la Fiscalía para seguir con la investigación.
El funeral de Francisco Albornoz fue realizado en el Cementerio Metropolitano de Lo Espejo. Allí, Coronado lo despidió por última vez.
-Pero aún no cierro el ciclo. No lo asimilo. Me levanto todas las mañanas y me pregunto: ¿Dónde estará el Francisco?
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